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El maltrato y los sueños de la mujeres embera trans llega a los escenarios en Bogotá
Las mariposas del café se presenta como parte del festival Ni con el pétalo de una rosa.
Las mariposas del café se presenta como parte del festival Ni con el pétalo de una rosa. Foto: Cortesía de la producción
Es sábado y las familias se concentran en el parque principal del municipio de Santuario (Risaralda), ubicado a 6,7 kilómetros del terminal de transportes de Pereira, a dos horas en bus. En este territorio, geográficamente montañoso y principalmente productor de café, hay alrededor de 15 mil habitantes, la mayoría con casas de colores y balcones, al estilo colonial.
En el centro está la parroquia La Inmaculada y, a unas cuadras, la escuela Sagrados Corazones. En su auditorio principal hay 10 mujeres con experiencia de vida trans del pueblo embera chamí, catio y cóbida; ensayan, bailan lentamente, cantan y dramatizan porque se preparan para su debut.
Ellas integran el grupo Las mariposas del café. Durante los últimos 15 años arribaron cerca de 70, en diferentes periodos, desde Pueblo Rico (Chocó)y Mistrató (Risaralda). “Elegimos este nombre porque las mariposas son bonitas, tienen muchos colores como nosotras. Preferimos que nos digan mariposas del café porque trabajamos en los cafetales”, cuenta Zamanta Enevia Siagama, líderesa del grupo. Apenas con 25 años guía a sus hermanas, las aconseja y las acompaña.
Las mariposas del café se presenta como parte del festival Ni con el pétalo de una rosa. Foto:Cortesía de la producción
Las características que ella menciona del grupo no son las únicas a resaltar. Este año se demostraron a sí mismas que, al igual que las mariposas, podrían hacer metamorfosis una y otra vez, como aventurarse a aprender sobre teatro a través del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, en alianza con el teatro R101.
Con el acompañamiento de Gina Agudelo, coordinadora del grupo de teatro del ministerio, y de las maestras y maestros Adela Donadío, Jorge Bernal, Juana Valencia y Wilson León García, crearon una muestra cultural a partir sus relatos de vida, con manifestaciones artísticas propias (danza, cantos y narraciones orales, entre otras). Allí, en Santuario, es su debut.
Se prepararon desde agosto de 2023, descubrieron sus habilidades y ensayaron durante horas para que todo saliera bien. “Este año no se cosechó café, se cosechó talento”, dice Juana, la directora de arte, mientras les coloca base de maquillaje en el rostro, minutos antes de la función. Luego, cada una toma sombras de colores, rosado, morado, azul, y se pinta los ojos a su gusto.
El debut
Al fondo del escenario hay una cortina blanca de macramé, un tejido a partir de nudos decorativos. Las personas de Santuario entran poco a poco, toman asiento, hay niñas, jóvenes, hombres y mujeres esperando.
Llegó el momento y el salón está en silencio, bajo la oscuridad. Luego, un proyector ilumina el telón, que detrás tiene vestidos naranjas, verdes y rosados fluorescentes. Después, aparecen Las mariposas del café: Mónica Guasorna Siacama, Bella Angelin Wazorna, Fransia Chicama, Karen Valencia, Leydy Enevia Dosabia, Mónica Guasorna Siacama, Paola Tequía, Tatiana Tuabes Tequia, Verónica Tascón Siagama y Zamanta Enevia.
Primero, hacen un canto vocal muy suave, que envuelve a los asistentes, como si compartieran una experiencia espiritual, mágica. Su presentación es un ‘collage’ de emociones, y con un gran componente testimonial, porque, además de bailar y dramatizar, narran sus historias con intervenciones muy precisas, suficientes para revelar su travesía para llegar hasta Santuario.
Las mariposas del café se presenta como parte del festival Ni con el pétalo de una rosa. Foto:Cortesía de la producción
Ellas hablan perfectamente la lengua propia, y están aprendiendo a ser bilingües, usando algunas frases en español que permiten conocerlas, irarlas y reflexionar sobre su experiencia de vida. Desean vivir a la luz del respeto y de la dignidad.
“En mi resguardo hicieron una reunión general. Como mi papá no sabía, lo cogieron por sorpresa, le contaron que yo era así (trans). Me castigaron dos días”, recuerda Karen. Después huyó y llegó hasta Santuario.
Mencionan que en la cosmogonía del pueblo emberá, como en gran parte del territorio colombiano, no son aceptadas por la gran mayoría de la población aquellas identidades de género y orientaciones sexuales no hegemónicas, por lo que las mujeres trans han pasado por situaciones de violencia por prejuicio, como, por ejemplo, estar en el cepo (artefacto de madera para atar a una persona y exponerla con la comunidad), así como por la ausencia de estrategias de Estado para la garantía de sus derechos.
“En Peralonso me trataban mal. Me amenazaban con machete, decían que me iban a matar. Cuando uno se bañaba, estaban encima”, describe Mónica. También dice que eran agredidas sexualmente, incluso, recuerda que una noche unos hombres las persiguieron, luego supo que asesinaron a una de sus compañeras. En sus trabajos también han visto vulnerados sus derechos.
“Es que hay unos patrones muy malos que nos tratan mal, tenemos que trabajar duro de 6:00 a.m. a 5:00 p.m.”, menciona Karen. Mientras que Francia decide hacer un llamado: “somos indígenas, no queremos violencia porque merecemos respeto y tenemos derechos humanos”.
“En Peralonso me trataban mal. Me amenazaban con machete, decían que me iban a matar. Cuando uno se bañaba, estaban encima".
Tras bambalinas, Juana, la directora de arte, reflexiona que “en las ciudades se habla mucho de las situaciones de discriminación que vive la comunidad transgénero, pero poco se habla de las condiciones a las que son sometidas aquellas que viven en la ruralidad donde está más arraigado el patriarcado”.
Luego de este momento, Las mariposas del café nos devuelven a la danza, esta vez haciendo alusión a animales sagrados para su pueblo como el jaguar y el águila. Es como si fuera una oda a su realidad atravesada por la resistencia, el cuidado mutuo y el amor.
Ellas transmiten dulzura, alegría y tenacidad. A través del cuerpo y las artes escénicas encontraron una forma de conectar con el público.
“Me gusta el café, los animales, los atardeceres, ver las estrellas”, dice Bella. Todas tienen en común el sueño de tener una casa o un terreno donde puedan vivir dignamente.
Al final de la obra, un señor les dijo: “gracias por decir que son de Santuario. Son muy valientes, las felicito. Me sorprende que digan que es la primera vez que lo hacen porque son muy profesionales”. Y una mujer lo secundó: “Gracias por venir y quedarse”.
Lo que esconde el telón
El grupo Las mariposas del café comenzó este proceso de formación en artes escénicas en Santuario (Risaralda) como una forma de expresión y trámite de emociones, de reconectarse con ellas y con el entorno.
Las mariposas del café se presenta como parte del festival Ni con el pétalo de una rosa. Foto:Cortesía de la producción
“En la muestra están los referentes de la cultura de donde las mariposas vienen: sus vestidos, los colores, las coronas, pero como han sido desarraigadas de esa cultura, van a aparecer otros referentes”, cuenta Adela Donadío, la directora de la obra. Son mujeres muy jóvenes, que reciben muchas influencias y discursos, y a la par están resolviendo problemáticas de todo tipo entre dos cosmovisiones, dos mundos y dos lenguas.
“Yo no sabía que era el teatro, movemos el cuerpo. Estoy muy emocionada, mi corazón está muy alegre”, dice Mónica, entusiasmada, minutos antes de la función.
Este proceso ha sido transformador para ellas y para el grupo de profesionales que las acompañó. Además, esperan que sea revelador y genere impacto en el país, porque la visibilización de la obra ha develado otras problemáticas, como la lucha por tener documentos de identidad, al huir algunas perdieron el a los registros civiles de nacimiento, y por ese mismo camino a reafirmar su nombre identitario y su identidad de género.
Para las próximas presentaciones de Las mariposas del café en Bogotá se transportarán por tierra, sin embargo, su aleteo y sus sonrisas de colores llegarán a llenar de vida y talento el festival “Ni con el pétalo de una rosa” de la Corporación Casa Ensamble, este viernes 24 y sábado 25 de noviembre.