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Noticia

'Mi hijo de cuatro años murió tras ser víctima de hurto en una moto; ese día mi mamá y mi tía lograron sobrevivir'

Josué Monje Bonelo murió en un atraco en Huila. Su mamá relata para EL TIEMPO qué sucedió y pide que el caso no quede impune.

Josué Monje Bonelo

Josué Monje Bonelo Foto: Suministradas

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El 23 de junio del 2024, Josué me despidió con un tierno beso y un efusivo abrazo, quedamos de vernos en la noche y me fui a trabajar sin imaginar que ese sería el último día a su lado. Sobre las 6 p. m. de ese domingo mi hijo, mi mamá y mi tía emprendieron un viaje corto y para visitar otros familiares.
Salieron en una moto; mi hijo iba con una sonrisa enorme, disfrutando el trayecto mientras sus manos jugueteaban con el viento. Mientras cruzaban por el viaducto El Quimbo, en Huila, dos hombres armados, también a bordo de una motocicleta, los interceptaron, igualaron su velocidad y, en un acto violento, giraron el volante de la moto, provocando que se elevaran en el aire antes de impactar bruscamente contra el pavimento.
Mi mamá se levantó desorientada, con la adrenalina recorriendo su cuerpo, sin siquiera notar que su brazo derecho amenazaba con desprendérsele, vio a lo lejos a mi tía (su hermana) inmóvil boca abajo mientras un charco de sangre se expandía a su alrededor, giró la mirada y vio a Josué a un costado de la carretera. Se levantó como pudo mientras aquellos hombres les robaban los bolsos y, a pesar de sentir cómo su cuerpo se debilitaba, comenzó a gritar desesperadamente pidiendo ayuda.

Te amo hasta el cielo

Mi nombre es Natalia Bonelo Bravo. Nací en Bogotá, pero desde pequeña me mudé con mi familia a Garzón, Huila. A los 19 años, mientras luchaba por mi sueño de ser Señorita Huila, me enteré que estaba embarazada, la noticia me llenó de miedo y confusión, pero instantes después empecé a visualizar la importancia de que una vida creciera dentro de mí, soñaba con tenerlo en mis brazos y cuando lo vi por primera vez sentí que ya había cumplido mi sueño más grande, un regalo del universo que tenía mis rasgos y me diría mamá.
Mi hijo Josué Monje Bonelo nació, tras 25 horas de parto, el 8 de octubre de 2019. La primera vez que lo vi, lloré de alegría, me pareció el ser más hermoso que había visto; Con el pasar de los meses, mi bebé y yo nos volvimos inseparables, era mi compañerito 24/7. En sus pequeños brazos, encontré el hogar y la compañía que siempre había buscado.
Josué Monje Bonelo

Josué Monje Bonelo Foto:Suministradas

Para Sergio Monje, su papá, Josué era más que una razón de vida, era su pequeño héroe, su mayor orgullo. Pero lo más hermoso es que ese amor era recíproco. Podía verlo en sus ojos  y en la manera en que se aferraba a él como si el mundo entero se resumiera en ese vínculo.
Unos días antes de su muerte, Josué le envió un audio por WhatsApp a Sergio, le decía efusivamente: “Papá te amo mucho, te amo hasta el cielo”. Este pequeño fragmento de su voz nos acompaña hoy en día y se ha convertido en la manera de sentir que su mensaje sigue vigente.
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Voz de Josué, audio enviado a su papá Sergio

Josué Monje Bonelo

Josué Monje Bonelo Foto:Suministradas

Salven a mi príncipe

De lunes a viernes, mi prioridad era cuidarlo, mientras que en los momentos libres me ocupaba de mis estudios universitarios y vendía tortas y rios para reunir algo de dinero. Los fines de semana trabajaba como mesera, y durante ese tiempo, mi familia me apoyaba cuidando a Josué. El día de su muerte, él estaba feliz de compartir con su familia, una felicidad que se esfumó al terminar el día.
El 23 de junio del 2024, sobre las 6 p. m., mi mamá, mi tía (hermana de mi mamá) y el pequeño Josué salieron de casa con la ilusión de visitar a unos familiares en el municipio de Agrado, Huila. Este plan se repetía cada domingo, y Josué, siendo el único bebé de la familia, disfrutaba ser el centro de atención.
Josué Monje Bonelo

Josué Monje Bonelo Foto:Suministradas

Se subieron a la moto y colocaron al niño en la mitad de ellas dos, creyendo que sería un viaje corto y tranquilo, como de costumbre. Sin embargo, esa paz se convirtió en una pesadilla cuando, al cruzar el viaducto El Quimbo, fueron violentamente interceptadas por dos hombres armados que también iban en moto.
Estos individuos desenfundaron sus armas, y uno de ellos agarró con fuerza el volante de la moto en la que viajaba mi familia. Mi mamá y Josué gritaban aterrorizados, mientras mi tía, en un acto desesperado, aceleró para intentar escapar. Sin embargo, el hombre logró girar el volante bruscamente, haciendo que la moto volara por el aire antes de estrellarse contra el suelo.
Tras el impacto mi mamá, malherida, se levantó como pudo. Su brazo derecho amenazaba con desprenderse por la cantidad de sangre. Vio a lo lejos a mi tía, quien cayó boca abajo, inmóvil. Luego vio a Josué, inconsciente a un costado de la vía. Desesperada, levantó al niño en brazos y trató de detener el tráfico, en ese momento uno de los ladrones se le acercó para llevarse su bolso, el cual había caído cerca de mi mamá y ella sin ver más opciones en el momento pensó en pedirles ayuda.
—Señor, llévese lo que quiera, no me importa, pero por favor no nos deje aquí. Llame una ambulancia para que recojan al bebé, salven a mi príncipe —le suplicaba mi mamá, mientras sentía cómo su cuerpo se debilitaba y la sangre formaba un charco debajo de ella.
El hombre, sin quitarle la mirada de encima, tomó el bolso con fuerza y se fue en la moto sin dejar rastro. Esa fue la última vez que los vieron, alejándose de ellas, del niño y de la posibilidad de que pagaran por sus actos.
Cuando la fuerza de mi mamá amenazaba con apagarse, una pareja pasó en su moto y mi mamá les suplicó que llevaran al niño de urgencias al hospital San Vicente de Paul. Ellos cargaron al bebé y mi mamá y mi tía quedaron inconscientes en la vía.
Viaducto El Quimbo

Viaducto El Quimbo Foto:Google Maps

El adiós más doloroso

Mientras todo eso sucedía, yo estaba trabajando y, fue cuando recibí la llamada que daría inicio a la peor pesadilla de la cual aún no despierto. “Natalia, vengase rápido al hospital, hubo un accidente”.
Llegué al hospital con el corazón en la mano y la desesperación como compañera. Mi mente me pronosticaba lo peor, pero seguía rezando intentando calmar las voces que me auguraban que la muerte rodeaba a mi hijo. Vi a mi tía entrar cubierta de sangre casi sin que la pudiera reconocer y, al poco tiempo, vi pasar un pequeño cuerpo en una camilla rodeado de doctores. Sabía que era Josué. Me arrodillé y le supliqué a Dios que no lo dejara morir.
Fueron exactamente 44 minutos que para mí fueron siglos de tristeza y dolor, lloré, grité y no despegué mis rodillas del suelo rezando para que todo eso acabara con un final feliz, pero no fue así. De repente vi salir un doctor manchado con sangre, salió con la cabeza baja y me dijo con tristeza: "Lo sentimos, el niño murió. Si quiere, puede pasar a despedirse".
Niño enfermo

Imagen de referencia. Foto:iStock

Escuchar esas palabras me golpearon directamente, me desplomé y me vi envuelta en una crisis nerviosa, no lo podía creer, sentía que era irreal perder a mi pequeño Josué, a mi bebé, cómo era posible haber jugado con él por la mañana y en la noche tener que ir a ver su cadáver.
Caminé por el pasillo hacia las camillas lentamente, implorando que cuando llegara, Josué abriera los ojos. Cuando entré en la habitación, vi su pequeño cuerpo cubierto con una sábana. Mi corazón se rompió en mil pedazos. Repetía en mi mente: "Sé que puedes despertar hijo", pero mis esperanzas se desvanecieron al tocar su piel fría y llena de heridas.
Me abalancé sobre él, lloré abrazándolo, pidiéndole perdón, suplicándole que despertara. Finalmente, puse su pequeña mano en mi pecho y le dije: "Aquí siempre vivirás hijo eres mi vida, no sabes cuánto te voy a extrañar” y me retiré de la habitación sabiendo que en mi moría una parte que se iba con mi hijo. Los siguientes minutos se convirtieron en un bucle doloroso cada vez más fuerte.
Ese día, fue el último día que lo pude ver, los días siguientes parecían irreales, verlo en un ataúd, que su papá fuera de las personas que cargaban esa pequeña caja donde yacía Josué, sentir abrazos y escuchar palabras de ‘aliento’, y me dolía pensar que las personas que le hicieron esto siguen libres después de provocar tanto dolor.
Josué Monje Bonelo

Natalia Bonelo y Josué Monje Bonelo Foto:Suministradas

Quería ser médico de grande

Josué Monje Bonelo

Josué Monje Bonelo Foto:Suministradas

Recuerdo una vez que llevé a Josué a una consulta con el pediatra. Con esa inocencia y valentía que solo los niños tienen, sin dudarlo, le dijo al doctor: "Me plesta eso para ecuchal mi corazón", señalando el estetoscopio con sus manitas pequeñas llenas de curiosidad. Fue uno de esos momentos que se graban en el alma, una de esas pequeñas escenas que en su momento parecen simples, pero que luego se transforman en recuerdos imborrables.
Después de esa visita, Josué me miró con una serenidad que no parecía propia de un niño y, como si me confiara el secreto más importante de su vida, me dijo con calma: "Mamá, de grande quielo se doctor para salvar vidas". Hoy, ese recuerdo me persigue y me atormenta, pues ya no podre aplaudirle ni apoyarlo en sus sueños, ahora solo puedo llevarle flores a un cementerio e imaginar que hubiese sido de él si no lo hubieran asesinado.
Su muerte ha sido como una condena, una jaula emocional no solo para mi sino para toda la familia, todos fingimos una sonrisa e intentamos seguir día a día con su ausencia y el eco de sus recuerdos.

Victimarios fantasmas

Josué Monje Bonelo

Sergio, padre de Josué Foto:Suministradas

El viaducto El Quimbo, el cual abarca los municipios huilenses de Gigante, El Agrado, Garzón, Tesalia, Altamira y Paicol, carecía de iluminación en el momento del atraco. Esta falta de luz generó inseguridad en la zona.
Nuestro proceso penal ha sido doloroso, pues no vemos respuestas ni acciones concretas. La Fiscalía nos respondió que el proceso está bajo reserva hasta la audiencia de acusación, ya que el caso aún se encuentra en fase de indagación. Además, al no haber ningún capturado, existe la posibilidad de que dicha audiencia nunca llegue a realizarse.
Por otro lado, tras darse a conocer el caso de mi hijo, días después los medios locales informaron sobre la reactivación del alumbrado en el viaducto. Seguimos en la búsqueda de que se haga justicia.

Un hasta luego

El 23 de junio de 2024, Josué me despidió con un tierno beso y un abrazo efusivo. Acordamos vernos por la noche, y es cierto, nos vimos. Estoy segura de que fue él quien me tomó de la mano mientras caminaba hacia su cuerpo dándome la fuerza que en ese momento sentía que se desvanecía y sé que aún me acompaña y me cuida.
A mi hijo, donde quiera que esté, le agradezco por haberme regalado los mejores cuatro años de mi vida. Por él, seré la mamá que se merecía, y tal como él me enseñó, amaré ahora con la fuerza de dos corazones a la familia que lo amó. Juntos tenemos una cita agendada para un reencuentro que, aunque no tenga fecha en el calendario es una promesa que tarde o temprano se cumplirá.
Sin embargo, mientras tanto, nos encontramos en los sueños, en los atardeceres, en los arcoíris, en el sabor de su helado favorito y en las canciones que bailábamos juntos. Te amamos hasta el cielo.
Josué Monje Bonelo

Josué Monje Bonelo Foto:Suministradas

*Este texto contó con la redacción, construcción periodística e investigación de Vanessa Pérez, periodista de Últimas Noticias EL TIEMPO.

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