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Dora: la madre y esposa que se fue sin poder decir adiós
Edison Villamil perdió a su madre por cuenta del covid-19.
Dora Yaneth Rojas Poveda murió el pasado 2 de abril a causa del nuevo coronavirus. Foto: Archivo particular
“Cada 24 horas nos daban noticias de ella, yo me la pasaba en una cuenta regresiva: 23, 22, 21, 5, 4, 1; esperando el momento en que me llamaran del hospital a avisarme que ya se nos había ido. Mi papá empezó a generar trauma con el celular, cada que timbraba era un infarto para todos”.
Esa es la parte más dolorosa del relato de Edison Villamil Rojas, un ingeniero industrial de 26 años que el pasado 2 de abril perdió a su madre, Dora Yaneth Rojas Poveda, por cuenta del nuevo coronavirus, una enfermedad que no da tregua y que en menos de un mes acabó con la vida de una mujer fuerte de 48 años que siempre sonreía, y que dedicó su vida a ayudar a los demás.
El 14 de marzo, Dora Yaneth decidió dirigirse a urgencias del Hospital de la Policía junto a su esposo Pablo Emilio Villamil, y su hijo Edison, porque llevaba desde el día anterior con malestar en su brazo izquierdo y había empezado a escupir sangre.
Los tres corrieron porque Dora Yaneth llevaba años conviviendo con la diabetes y la hipertensión. Había que cuidarla. Allá, una médica le indicó que tenía la saturación baja, por lo que debía ser hospitalizada. Ahí empezó el verdadero calvario.
A Dora Yaneth le hicieron varios exámenes: le dijeron primero que tenía neumonía; luego, que una mancha en el pulmón; después, que era tuberculosis. En primera instancia le hicieron una prueba para detectar la covid-19, pero salió negativa. Los médicos no lograban ponerse de acuerdo en qué era lo que padecía la mujer, de 48 años, que además empezó a presentar mejoría por unos días.
Mientras tanto, en casa, su hermana menor se encontraba con fiebre, vómito y desaliento, al igual que su padre. El mismo Edison había perdido el sentido del gusto. Todos estaban presentando síntomas que les hacían pensar que por el o con su madre podrían estar contagiados con el nuevo coronavirus.
Sin embargo, fue el 20 de marzo cuando avisaron a la familia de Dora que tenía ambos pulmones infectados y que de un momento a otro había empeorado su salud.
Al día siguiente llegaron varios de su hogar, todos con la esperanza de indagar un poco más en lo que sucedía, pero solo dejaron entrar a uno de los hermanos de Dora Yaneth.
Le dejaban la comida en la puerta
Durante algunos días, ella había estado comunicándose con su familia por el celular y les había contado que de un momento a otro la habían metido en una habitación sola y le habían empezado a dejar la comida en la puerta, que no entendía lo que pasaba.
Pero los días pasaron y ella no volvió a llamar. Del hospital les indicaron que su salud estaba delicada y que si querían verla podían hacerlo por medio de una ventana. Esa es una de las últimas imágenes que Edison tiene de su madre.
“Cuando íbamos solo podíamos verla, intubada, acostada, con un respirador artificial. El 24 de marzo volvieron a hacerle la prueba y no fue hasta el 28 que nos informaron que en la segunda sí había dado positivo para covid-19”, explicó el joven.
Foto:Archivo particular
La angustia aumentaba a medida que las noticias de su madre se hacía más escuetas y preocupantes, del hospital llamaban a veces solo para preguntar con quiénes había tenido o su mamá. Hasta que el primero de abril les dijeron que fueran los tres (Pablo, Edison y su hermana) a hacerse la prueba al hospital. Asistieron en medio de la lluvia, hicieron fila entre unas carpas llenas de gente tosiendo.
Ese día estuvieron desde las 11 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Al final les dijeron que Pablo Emilio parecía tener una infección nasal y les dieron salida con sus respectivos tapabocas, los mismos con los que habían salido de casa. Estando en el hospital preguntaron por Dora Yaneth, pero les dijeron que ella seguía delicada en la UCI y que no podían ni siquiera verla por la ventana. Volvieron a casa.
¿Cómo le digo… que murió?
El 2 de abril sonó de nuevo el teléfono, 24 horas después de la última llamada. Edison contestó y escuchó cuando de manera descuidada un empleado del hospital le decía a otra persona: “¿Cómo le digo… que murió?”. El silencio se apoderó de la llamada hasta que del otro lado de la línea el hombre, sin saber que lo habían escuchado, dijo: “Buenas noches: ¿es usted familiar de Dora Yaneth? Por favor, véngase rápido para el hospital con su cédula”.
Edison colgó el teléfono, miró a su familia y les dijo: “Escuché a un muchacho del hospital decirle a alguien más que mi mamá había muerto, pero no me lo dijo a mí”.
Todos corrieron al hospital desde su casa en Suba y cerca de las ocho de la noche ya se encontraban en la entrada de urgencias esperando noticias. “Nos dejaron entrar a mi papá y a mí. Solo pudimos ver que la sacaban envuelta en una bolsa. No pudimos despedirnos, ni darle las gracias por todo, ni siquiera darle un beso o un abrazo”.
“Pensé que me hubiera gustado despedirme, como en otros países que le ponen un celular o una tableta a las personas que están enfermas para que puedan decirle adiós a sus seres queridos, pero no se pudo. Del hospital me habían dicho en días anteriores que iban a evaluarlo, pero nunca sucedió. Ya mi madre se había ido y yo no había podido decirle nada”.
El 6 de abril les dijeron a Edison, su padre y su hermana que las pruebas que les habían hecho resultaron negativas para la covid-19.
“El 11 de abril nos entregaron las cenizas de mi madre, que había sido cremada sin una ceremonia, sin una bendición, sin un último adiós, como ella hubiera querido: una fiel seguidora de las tradiciones católicas que la acompañaron toda su vida”.
La segunda noticia
Tras la muerte de su madre, la familia empezó un duelo silencioso. Todos, ahogados por ese sentimiento que deja el hecho de no poder despedir a las personas que amamos.
Sumado a ello, días después, a la hermana menor de Edison le volvieron a practicar la prueba, que esta vez sí resultó positiva para la covid-19. “Mi papá y yo nos encontramos bien, a mi hermana la tenemos aislada, es muy duro porque perdimos a mi madre así y ahora la tenemos a ella que apenas tiene 24 años con la misma enfermedad”.
Pese al panorama, la familia ha sido fuerte y se ha mantenido unida.
“Eso fue lo que mi mamá nos enseñó. Ella tomaba 12 pastillas diarias y se inyectaba insulina todos los días, pero siempre tenía energía y una sonrisa grande para ayudar a la gente que lo necesitaba: cuidaba niños pequeños, visitaba iglesias y apoyaba a personas que no tenían nada para que pudieran encontrar un techo dónde dormir. Además era carismática y hacía chistes que animaban a la gente a su alrededor”.
De igual forma, una segunda prueba le fue practicada a su hermana, en la cual resultó negativa para el virus.
Para Edison, lo más importante es hacer el llamado a las autoridades a que cuiden e informen más a las poblaciones de riesgo, como fue el caso de su madre.
“Esta es la hora que ni siquiera sabemos dónde pudo contagiarse. Mi mamá no salía casi de la ciudad ni tenía amigos de otros países. De haber tenido las precauciones necesarias y haberlas aplicado a tiempo, seguramente hubiéramos podido contar otra historia”.