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Cocinero canadiense transforma la vida del barrio Miraflores
Esto es Vía Cocina Food Train, mezcla de tradiciones con otras culturas.
Cocina Food Train no es un restaurante, para participar de su programación se debe reservar. La variedad de colores en los platos es el sello de Brian. Foto:
“El secreto para que las salsas chinas queden espesas y brillantes es ponerles fécula de maíz y agua”, explica Brian Johnston en un español fluido.
Es sábado. Son las 10:30 a. m. y en su casa, ubicada en el barrio Miraflores, cerca del Centro de la ciudad, hay nueve personas en una clase de cocina china.
Él les explica dónde comprar los ingredientes, cuánto valen y cómo picarlos para no desperdiciar: “El tallo del brócoli también se come, pero a muchos no les gusta porque no lo cocinan bien”.
Brian nació en un barrio pobre a las afueras de Toronto, Canadá. Cuenta que no comía todos los días y que en su casa no tenía habitación, dormía en la sala.
En el 2003 empezó a trabajar como voluntario y desde entonces ha recorrido más de 70 países ayudando a comunidades vulnerables y aprendiendo a cocinar bajo la instrucción de locales.
En las fotos que acompañan su colección de recetas se ven personas del todo el mundo, sonriendo y ofreciendo platos, junto a su figura blanca de dos metros.
Si lavas mientras cocinas, al final tienes menos trabajo
Medellín, su lugar de retorno
En el 2012 llegó a Medellín atraído por su fama de transformación y desigualdad.
Al año siguiente regresó e invirtió sus ahorros en una casa que no ha terminado de armar porque el dinero se le agotó y porque su proyecto, ‘Vía Cocina Food Train’, es ambicioso.
Busca tener una sede donde la comunidad aprenda a cocinar usando productos de la región, con espacios para atender eventos y vender los productos de sus alumnos, y una terraza para sembrar hortalizas y experimentar con técnicas de cocción.
Sus clases están dirigidas a personas que cocinan en el hogar y que quieren mejorar la calidad de sus alimentos y a emprededores que buscan alternativas a la comida chatarra. Para los primeros hay clases de tres horas, los miércoles y sábados, que rematan en una comida donde se comparten las preparaciones.
A los segundos, Brian les ayuda a construir planes de negocio adaptados a su realidad económica y capacidad de producción, “quiero recomendarlos cuando me pregunten dónde ir a comer”, dice.
Actualmente, bajo este modelo, asesora a un grupo de venezolanos.
Los alumnos de este sábado están parados alrededor de una mesa de aluminio, aseada como si se tratara de una superficie para una cirugía.
Brian Johnston conoce y enseña técnicas y recetas de más de 25 regiones del mundo. Foto:
Llevan delantales y tienen tablas y cuchillos, Brian les asigna responsabilidades: cortar las acelgas, picar el ajo, adobar la carne y lavar.
“Si lavas mientras cocinas, al final tienes menos trabajo”, sonríe tímido.
El martes fue su cumpleaños, pero no lo celebró porque estaba atendiendo una cena para un grupo de nómadas tecnológicos (profesionales que trabajan desde cualquier ciudad con buena conexión a Internet).
Este tipo de eventos privados y las cenas que realiza cada mes, dedicadas a diferentes países, son las fuentes de financiación más importantes de ‘Vía Cocina’. Le permiten avanzar con lo que falta de la casa, mantener las asesorías gratuitas y las clases con tarifas según el estrato.
El costo de 60.000 pesos es para los de estratos 4, 5 y 6, y el 30.000 pesos para los del 1, 2 y 3. Además, Brian recibe donaciones, participa en ferias gastronómicas y vende productos para llevar.
Espero que al final del año, después de venir a varias clases, ellos puedan distinguir sabores sutiles, cambien su manera de comer y de pensar respecto a los alimentos
Desde la cocina se ve pasar el tranvía, se escuchan vendedores de piña y aguacate y la música de los vecinos que, aunque no es la precisa para un almuerzo chino, refleja lo que Brian ha conseguido: mezclar nuestros ingredientes y tradiciones con las de otras culturas para promover un estilo de vida saludable.
Más para aprender, en la mesa
El resultado de la clase son ocho preparaciones. Antes de empezar Brian pregunta: “¿Quiénes saben comer con palos chinos?”, pocos alzan lamano.
Reparte las parejas de palitos y les enseña cómo agarrar los alimentos, cuenta que los compró en Toronto, junto con algunos ingredientes.
Mientras sus invitados comen, Brian Johnston les explica sobre las costumbres en la mesa.
“Los chinos se toman la sopa al final para limpiar y bajar la comida”, dice. También habla sobre las herramientas: el wok donde cocinaron lo trajo desde de Hong Kong y hace parte de su colección de piezas culinarias.
“Espero que al final del año, después de venir a varias clases, ellos puedan distinguir sabores sutiles, cambien su manera de comer y de pensar respecto a los alimentos, y noten cómo su salud mejora, incorporando en sus hábitos lo que aprenden aquí”, indica.
De postre, la torta de cumpleaños. Los alumnos recogen la mesa y lavan los platos, la cocina queda impecable, como un gesto de agradecimiento al profesor Brian.