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Noticia

'¡En Barranquilla me quedo!': en sus 212 años, 'la arenosa' se erige como potencia turística del Río Magdalena

El Gran Malecón, con sus 5.5 kilómetros de cemento cálido y alma festiva, es el corazón nuevo de esta ciudad.

'¡En Barranquilla me quedo!'
El Gran Malecón del río Magdalena es el espacio de esparcimiento y recreación que más disfrutan los barranquilleros.

El Gran Malecón del río Magdalena es el espacio de esparcimiento y recreación que más disfrutan los barranquilleros. Foto: Vanexa Romero / EL TIEMPO

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Por estos días de abril, cuando la brisa aún sacude los almendros del Gran Malecón como si celebrara a su manera el aniversario de la ciudad, Barranquilla ha decidido cumplir años no con nostalgias, sino con promesas cumplidas.
A sus 212 años, ya no es solo la Puerta de Oro de Colombia, ni la cuna del Carnaval, ni el lugar a donde llegó la modernidad antes que a ninguna otra parte. Ahora es, según la voz de los turistas y la certeza de sus propios hijos, un jardín de maravillas junto al río Magdalena.

La estatua de Shakira

A las 5:00 a.m. comienzan a llegar los visitantes al Gran Malecón del río Magdalena.

A las 5:00 a.m. comienzan a llegar los visitantes al Gran Malecón del río Magdalena. Foto:Vanexa Romero / EL TIEMPO

El Gran Malecón, con sus 5.5 kilómetros de cemento cálido y alma festiva, es el corazón nuevo de esta ciudad que por tanto tiempo vivió dándole la espalda al río. Hoy, en cambio, se le abraza como a un padre redescubierto. Allí, entre manglares y cafés al aire libre, desfilan las familias como en procesión laica: con perros en bicicleta, niños en patines, enamorados con arepas de huevo en la mano y señoras con sombreros de palma y gafas de sol.
Unos metros más allá, la estatua de Shakira, como un tótem moderno de orgullo costeño, danza sin moverse al ritmo de la brisa. Y no hay visitante, nacional o extranjero, que no se tome una foto con ella, como si tocar su base garantizara el don de la alegría perpetua. A unos pasos, el Riobús espera a los curiosos para pasearlos por el Magdalena, río de historias y silencios, que aún guarda el eco de los barcos de vapor y los tambores del Carnaval.
Turistas y locales cruzan la reja impuesta por las autoridades para tomarse fotos más cercanas a la estatua de Shakira en el Gran Malecón del Río, la cual estará habilitada al púbico de manera oficial en el mes de marzo al terminar las obras del espacio público aledañas a la estatua.

Turistas y locales cruzan la reja impuesta para tomarse fotos más cercanas a la estatua de Shakira. Foto:Vanexa Romero/ El Tiempo

Pero si el Gran Malecón es el escaparate de la ciudad nueva, el alma silvestre se esconde en la Ciénaga de Mallorquín, donde el manglar canta en voz baja y las aves se posan como notas en una partitura natural. Allí, entre senderos y miradores, el visitante descubre que Barranquilla también es verde y líquida, y que hay quienes vienen desde lejos solo para ver una garza azul elevarse sobre el agua.
El Ecoparque, más que un proyecto, parece un acto de reconciliación entre la ciudad y su naturaleza. Avistar aves, remar en silencio, o simplemente respirar el aire húmedo del manglar, son rituales que en otros lugares se llaman turismo de naturaleza, pero aquí se viven como caricias de la ciudad a su pasado ancestral.
La Alcaldía de Barranquilla, a través de la Oficina de Relaciones Internacionales anuncia participación centrada en la acción por la biodiversidad.

Ciénaga de Mallorquín. Foto:Alcaldía de Barranquilla.

Y cuando el calor aprieta y los planes piden sal, aparece Puerto Mocho, playa nacida de un sueño largamente postergado. No hay mar abierto como en Santa Marta ni murallas como en Cartagena, pero sí un kilómetro de arena y río donde las olas besan la orilla con dulzura. Es la única playa urbana donde se puede ver al Magdalena despedirse del continente para fundirse con el Caribe. Hasta allá llega un tren turístico que parece salido de un cuento infantil, cruzando senderos verdes donde la ciudad y la ciénaga se dan la mano.
Los vendedores ofrecen pescado frito con bollo de yuca, las familias se instalan con carpas, y algunos, más osados, se lanzan al agua para sentir en la piel ese abrazo templado del río con el mar. En pocos meses, Puerto Mocho ha pasado de ser promesa a ser orgullo.
Pero no todo es nuevo en la Barranquilla que cumple 212 años. También hay memorias que se conservan como joyas en cofre abierto. En el Barrio Abajo, cada calle parece hablar. Los murales narran cuentos de cumbia, tambora y resistencia. Allí nació el Carnaval tal como lo conocemos, y todavía hoy, al caer la tarde, es fácil encontrar un ensayo de marimondas o una rueda de cumbia improvisada.
El Museo del Carnaval y la Casa del Carnaval no son museos en el sentido solemne. Son más bien estaciones del alma barranquillera, donde se respira el ritmo, el color y la historia viva. Allí, el visitante no aprende: se contagia.
A pocas cuadras, El Prado ofrece un paseo por la elegancia de antaño. Con sus casonas de estilo europeo, sus jardines frondosos y sus árboles centenarios, este barrio parece detenido en una postal de los años veinte. Caminar por sus calles es como escuchar una serenata en sepia. Y ahora, gracias al proyecto Callejones de El Prado, los muros también cuentan historias: 32 murales que reviven la memoria barranquillera con pinceles de arte y nostalgia.

'¡En Barranquilla me quedo!'

carnaval de barranquilla

carnaval de barranquilla Foto:Carnaval S.A.

Todo esto no es fruto del azar, sino de una visión que comenzó hace más de una década, y que hoy se cristaliza en experiencias, visitantes y emociones. En estos días de celebración, más de uno repite la canción que se ha vuelto mantra: 'En Barranquilla me quedo'. Y no es solo por el Carnaval o la comida, sino por esta sensación extraña de que algo bueno siempre está por pasar.
Barranquilla, a sus 212 años, no solo ha logrado reconciliarse con su río, su naturaleza y su memoria, sino que ha aprendido a mostrarlos con orgullo. Ya no es solo paso obligado hacia otros destinos del Caribe. Es, cada vez más, el destino. Y quizás por eso, cuando el sol cae sobre el Magdalena y el cielo se tiñe de naranja, uno entiende por qué tantos, al venir, ya no quieren irse. Porque en Barranquilla, como en los buenos cuentos, el final siempre deja ganas de volver a empezar.

Además, te invitamos a ver nuestro documental 'Explotación sexual en Cartagena: Voces Silenciadas'

‘Explotación sexual en Cartagena, Voces silenciadas’, es un documental de la periodista Jineth Bedoya que retrata la realidad de centenares de niñas y mujeres, que caen en las redes de las mafias para ser explotadas y vendidas, pero también el esfuerzo indeclinable de organizaciones y autoridades civiles y policiales, para enfrentar a este monstruo de siete cabezas.

Documental de la periodista Jineth Bedoya. Foto:

Redacción Caribe 

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