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El árbol que mata abejas y adorna parques: la especie invasora que el Estado ignora y ONG quiere erradicar del país

Aunque embellece espacios públicos en ciudades como Cartagena, esta especie envenena a los polinizadores.

Tulipán Africano, especie que amenaza a las abejas. Foto: Cortesía

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Leidys Rivero Martínez

SUBEDITORA20.05.2025 11:45 Actualizado: 20.05.2025 12:03

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En ciudades como Cartagena, Barranquilla, Manizales uno de los árboles más comunes en parques y jardines urbanos es el Tulipán Africano. Su imponente porte, su follaje verde oscuro y sus llamativas flores en forma de campana color naranja intenso lo han convertido en una especie apetecida por jardineros y istraciones locales para embellecer espacios públicos. Incluso en el parque Espíritu del Manglar, uno de los pulmones verdes de la ciudad, el Tulipán Africano es protagonista.

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Pero detrás de esa apariencia decorativa se esconde una amenaza letal para la biodiversidad. Su nombre científico es Spathodea campanulata, y ha sido clasificado internacionalmente como una de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo. Su principal víctima: las abejas.

En el marco del Día Mundial de las Abejas (20 de mayo), el abogado Joaquín Torres, representante legal de la Fundación LEYPOAR, cuya consigna es Justicia Pa’ Todos, expone los riesgos que este árbol representa para esta especie.

La Fundación LEYPOAR, una organización ambiental con sede en Ibagué acaba de presentar una petición formal ante las autoridades ambientales para que se prohíba la siembra y se erradique del territorio nacional esta especie, que aseguran, está matando a los principales polinizadores del planeta.

En su documento, radicado el 17 de mayo de 2025 y respaldado por otras organizaciones como el Colectivo Abejas Vivas, la Asociación Agroambiental de Colombia y El Edén de las Abejas, la fundación pide que cada Tulipán Africano talado sea reemplazado por árboles nativos que produzcan néctar apto para abejas.

La acción judicial popular se convierte en un campanazo de alerta en medio de una preocupante indiferencia institucional.

Una flor bonita pero mortal

El Tulipán Africano es originario del África tropical. Fue introducido en América Latina como planta ornamental, y en Colombia ha sido sembrado sin un análisis riguroso de su impacto ambiental. En las últimas décadas, ha ganado terreno en zonas urbanas y rurales, y su presencia se ha vuelto tan común que pocos cuestionan sus efectos.

Pero su néctar contiene compuestos tóxicos para las abejas. Los insectos, atraídos por sus colores y aromas, se alimentan de sus flores y muchas veces mueren en el proceso.

Durante un recorrido por el sector de La Samaria, en Ibagué, donde hay sembrados más de 3.500 Tulipanes Africanos, encontramos decenas de abejas muertas en sus flores. Es desolador. Es un néctar asesino

Joaquín Torres Nievesabogado y representante legal de la Fundación LEYPOAR

El abogado recuerda que el Convenio sobre Diversidad Biológica, aprobado por Colombia mediante la Ley 165 de 1994, establece que los Estados deben “impedir, controlar o erradicar las especies exóticas que amenacen ecosistemas, hábitats o especies”. No obstante, según LEYPOAR, las entidades ambientales han sido omisas en aplicar esta norma.

Silencio institucional ante una especie invasora

Pese a que el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) reconoció en el “Plan Nacional para la Prevención, el Control y Manejo de las Especies Introducidas, Trasplantadas e Invasoras” de 2012 que el Spathodea campanulata es una especie nociva, poco se ha hecho para frenar su expansión.

Este árbol figura en la lista de especies que alteran la diversidad biológica nativa. Sin embargo, no existe hoy una política efectiva de erradicación. “Lo paradójico es que mientras se declara el 20 de mayo como el Día Mundial de las Abejas, en ciudades como Cartagena, Ibagué, Cali o Medellín, se siguen sembrando Tulipanes Africanos en parques, avenidas y zonas verdes, sin ninguna advertencia sobre su impacto”, advierte el Colectivo Abejas Vivas.

El artículo 11 de la Ley 2193 de 2022 obliga al MADS a liderar la protección ecosistémica de las abejas y polinizadores. Pero según las organizaciones peticionarias, el Estado no ha implementado programas efectivos para restaurar flora apícola ni ha impulsado políticas públicas para reemplazar especies peligrosas.

La evidencia científica y legal está sobre la mesa

La fundación LEYPOAR basa su petición en múltiples fuentes legales y científicas. Cita la sentencia T-411 de 1992, que reconoció a la Constitución de Colombia como una “Constitución ecológica”, y la sentencia C-983 de 2005 que desarrolló los principios de subsidiariedad, cercanía y cooperación para la actuación de las entidades públicas.

También destaca la Resolución 584 de 2002, que declaró a varios insectos de la familia Apidae en estado de amenaza, incluyendo especies endémicas del país como Melipona eburnea o la abeja real. La presencia del Tulipán Africano en ecosistemas urbanos y rurales representa una amenaza directa para estas especies, cuya función como polinizadoras es esencial para los cultivos y la estabilidad ambiental.

Además, el documento subraya que la ONU y el propio MADS han reconocido públicamente la importancia de las abejas en la producción de alimentos y el equilibrio de los ecosistemas. El artículo publicado por el ministerio el 20 de mayo de 2020, titulado “Las abejas, las reinas de nuestra biodiversidad”, recalca su valor como indicadores ambientales y sostenedores de la biodiversidad.

Entonces, ¿por qué no se actúa?: Llamado urgente al Gobierno Nacional

El documento presentado por la fundación LEYPOAR exige que:

Se prohíba en todo el país la siembra, producción y establecimiento del Spathodea campanulata.
Se adopten medidas efectivas para su erradicación.
Se reemplacen los ejemplares talados por especies nativas con potencial apícola.
Se impulse una campaña educativa que alerte sobre sus efectos nocivos y se promueva la siembra de especies amigables con los polinizadores.

Para los promotores de la acción, no se trata solo de un tema ambiental, sino de una cuestión de justicia ecológica. “Las abejas son responsables del 70 % de la polinización de los cultivos que consumimos. Sin ellas, no hay agricultura, no hay alimentos, no hay vida. Protegerlas es protegernos a todos”, señala el colectivo El Edén de las Abejas.

A esto se suma el argumento del principio de precaución: si existe evidencia científica sobre el riesgo de una especie, el Estado debe actuar antes de que los daños sean irreversibles.

En Cartagena, ciudad con alta presencia del Tulipán Africano, las autoridades ambientales no han emitido advertencias ni han hecho planes para reemplazar esta especie. En parques como Espíritu del Manglar, el árbol está presente sin señalización, sin estudios de impacto, y sin campañas que promuevan su sustitución por especies nativas.

El Colectivo Abejas Vivas afirma que ha radicado solicitudes a la alcaldía y al EPA (Establecimiento Público Ambiental) sin obtener respuesta efectiva. “No podemos seguir adornando la ciudad con flores que matan la vida. Necesitamos que se planten árboles como el cámbulo, el guayacán o el arrayán, que sí alimentan a las abejas y no las envenenan”, afirman voceros del colectivo.

La lucha legal apenas comienza

La Fundación LEYPOAR ha dejado claro que si no hay respuesta institucional, acudirá a una acción popular ante los jueces de la República. Esa figura, consagrada en la Constitución, permite que cualquier ciudadano o grupo demande al Estado por omitir acciones para proteger los derechos colectivos, como el derecho a un ambiente sano.

“El camino judicial no es nuestro deseo inicial, pero si no hay reacción, tendremos que acudir a la justicia para proteger nuestras abejas. Ya no hay tiempo para esperar. La biodiversidad no puede seguir siendo víctima de la ignorancia o la indiferencia”, concluye Joaquín Torres.

El Tulipán Africano, símbolo de belleza para muchos, se ha convertido en un verdugo silencioso. Y en esta lucha por la vida de las abejas, el país está llamado a elegir entre la apariencia y la supervivencia.