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Opinión
Voy y vuelvo | Bogotá está harta de las protestas
Las protestas de este semana afectaron a cerca de dos millones de s en TransMilenio.
Cerca de dos millones de s de TransMilenio se vieron afectados por los bloqueos en Bogotá. Foto: Daniel López / El Tiempo
Bogotá está cansada de las protestas. Se volvió el pan de cada día. Se protesta por todo y sin consideración de la gente. En la ciudad tienen lugar entre tres y cuatro manifestaciones diarias, y la gran mayoría de ellas incluye el bloqueo de vías.
La fatiga ante tanta anarquía quedó expresada esta semana con la convocatoria de las centrales obreras a una nueva jornada de marchas y paros, promovidos por el propio Gobierno Nacional: la gente no salió. O al menos no en masa, como esperaban sus promotores. Es más, la misma ciudadanía prefirió oponerse a ellas, como lo hizo la señora Yanet, en Suba, que incluso apagó los conatos de incendio que provocaron algunos manifestantes. Aplausos para ella.
Y estoy seguro que como esa señora había miles de bogotanos que simplemente están jartos de esta situación. Porque acá todo el mundo se siente con derecho a protestar: los estudiantes, los sindicatos, las llamadas primeras líneas, los indígenas. Y el mayor número de esas protestas tienen que ver con reclamos al Gobierno, porque no cumple, no escucha y no atiende a quienes reclaman.
Disturbios en la Universidad Nacional. Foto:César Melgarejo. EL TIEMPO
La protesta es válida y necesaria. Sin ellas, regímenes autoritarios o autocráticos harían de las suyas, como sucede en el vecindario. Marchar, congregarse, arengar es un derecho que contempla nuestra Constitución. Pero otra cosa es la razón por la que se protesta. Y en este último caso, lo exótico es que era el propio Gobierno quien animaba unas manifestaciones en contra de otro poder, el Legislativo, que sacaba adelante una reforma laboral que el mismo Presidente viene defendiendo. ¿Alguien entiende?
Y como era de esperarse, las pocas personas que marcharon lo hicieron de forma pacífica, pero otras, de nuevo, bloquearon vías, afectaron TransMilenio y dos millones de ciudadanos se quedaron sin llegar a su destino. Y eso lo celebró el presidente de la CUT, el señor Fabio Arias. Con la teoría de que eso lo permite la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Y él lee el párrafo que le conviene, pero no el que sigue: que no se puede afectar la movilidad de las personas.
Para que el señor Arias lo sepa, la gente a la que él no permitió movilizarse tenía citas médicas inaplazables (y todos sabemos lo que eso significa hoy), exámenes en la universidad, trabajo que atender. Las señoras que ayudan con el oficio doméstico viven de lo que ganan al día, es decir que el miércoles y jueves pasado se quedaron sin qué llevar a sus casas o tuvieron que trabajar hasta tarde o medio tiempo. Yanet también necesitaba vender sus empanadas, por eso se opuso a los bloqueos a TransMilenio. Y por si fuera poco, en la madrugada del viernes, se atacó a una ambulancia.
Por supuesto que el señor Arias no es responsable de los desmanes ni creo que su fin sea atacar ambulancias, pero pasó y se hizo en el marco de las protestas promovidas por su sindicato. Y él celebró los bloqueos y seguramente seguirá promoviéndolos porque en últimas él tiene una vida más cómoda que la de millones que ese día no llegaron a su destino y que dependen del transporte público.
Yaneth fue protagonista de un video donde reclama a unos vándalos por los daños causados. Foto:César Melgarejo / EL TIEMPO @melgarejocesarnew
¿Hasta cuándo los vándalos van a martirizar a Bogotá y a sus ciudadanos? ¿Por qué no se puede concebir una protesta sin romper buses, semáforos, ambulancias y asaltar almacenes? Que dos millones de seres se queden sin transporte es otra forma de vandalismo.
Los manifestantes saben que bloquear a Bogotá es fácil. Que destruir sus bienes, también. Que poco o nada puede hacer la Fuerza Pública. Y que siempre habrá una disculpa para hacerlo. Lo que no saben es que eso cuesta, nos cuesta a los que pagamos impuestos, trae consecuencias para la productividad de la ciudad, genera desconfianza, se aprovechan los extranjeros que no tienen raíces acá y les vale huevo romper y destruir porque al final no es su patria. La ‘protestadera’ diaria no genera sentido de pertenencia y, por el contrario, hace que la gente desconfíe cada vez más de ella. Y eso es malo, porque, como decía, protestar por razones justas es lo que hace fuerte a nuestra democracia.
No está de más recordarles a los vándalos que la señora Epa Colombia terminó presa por lo mismo. Y que otro joven podría pagar hasta 30 años de cárcel por atentar contra policías con una bomba molotov.