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Noticia
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Teatro Faenza: la historia de deterioro y redención de este emblemático lugar de Bogotá que cumple 100 años
Tras ser un espacio familiar, poco a poco se fue desgastando hasta convertirse en un cine para adultos. Años después tuvo una nueva vida.
Teatro Faenza, en el centro de la ciudad. Foto: Prensa Universidad Central
Hace exactamente un siglo, el 3 de abril de 1924, las emblemáticas puertas del Teatro Faenza sobre la calle 22 se abrieron, convirtiéndose en un lugar insignia para la cultura y el cine bogotanos.
Hoy, tras 100 años, y a pesar de sufrir el abandono y la decadencia por décadas, llegando a ser incluso un lugar de cine para adultos, sigue en pie para que el público de todas las edades, sobre todo quienes vieron este lugar en su época dorada, puedan recorrerlo.
La Universidad Central, institución que compró esta propiedad hace 20 años y se ha encargado de su mantenimiento y restauración, realizará visitas guiadas, conferencias y conciertos durante el mes de abril para celebrar el cumpleaños del Faenza ‘por todo lo alto’.
Durante el mes de abril estará abierto al público. Foto:Laura Dussán. EL TIEMPO
“Extendemos una cordial invitación a todos los bogotanos a unirse a la Universidad Central en la celebración de los 100 años del Faenza. Que este centenario sea un recordatorio de la importancia de preservar y conservar nuestro patrimonio cultural y una oportunidad para reencontrarnos con este emblemático escenario”, dijo Paula López, la rectora de la universidad, quien invitó a los ciudadanos a visitar durante este mes el teatro, el cual estará abierto al público entre las 8 a. m. y las 6 p. m.
Sus primeros años
La construcción del teatro estuvo liderada por el empresario José María Saiz, quien tenía en estos terrenos una fábrica de loza llamada Faenza, nombre inspirado en un pueblo de Italia.
Al ver el auge que tenía el cine en Norteamérica y Europa, decidió construir de la mano del ingeniero Ernesto González Concha un recinto para proyecciones cinematográficas, así como para obras de teatro, conciertos, recitales y reuniones sociales.
Con una figura central en forma de herradura, sus esculturas de yeso y ladrillo a la vista, se convirtió también en una joya arquitectónica del art nouveau o modernismo, corriente artística que se caracterizó por ser revolucionaria para su época.
El Teatro Faenza recibía a más de 1.300 asistentes en su época dorada. Foto:Archivo EL TIEMPO
Tras dos años de obras, la inauguración estuvo acompañada por la proyección de la película sa El destino. Desde entonces, se volvió un lugar no solo para apreciar los mejores estrenos del cine, sino también para alojar fiestas de las familias más acomodadas de la ciudad.
Fue avanzando en un espacio social, en un espacio político, en un espacio donde se han vivido muchos momentos memorables para la vida de Bogotá
“Venir el sábado o el domingo, más particularmente al matiné con las familias, era un espacio de entretenimiento, pero también luego fue avanzando en un espacio social, en un espacio político, en un espacio donde se han vivido muchos momentos memorables para la vida de Bogotá”, le dijo Paula López a EL TIEMPO.
El Teatro Faenza, que en sus inicios se llamó Salón Luz y alojaba a más de 1.300 personas, fue escenario de momentos históricos, como los últimos dos conciertos del cantante y actor argentino Carlos Gardel antes de su muerte, en 1935.
Además, según López, fue el recinto donde cientos de mujeres se reunieron para conversar sobre la importancia de su participación en la política, días antes de que lograran votar por primera vez, en 1954.
Sin embargo, aproximadamente en los años 50, y a pesar de que fue una de las estructuras del centro que sobrevivieron al 'bogotazo', el lugar empezó a deteriorarse físicamente, aunque por algún tiempo su alma cultural siguió viva.
El Teatro Faenza en su interior. Foto:Prensa Universidad Central
“Yo venía en los 80. La entrada valía como 30 pesos y esto se llenaba todos los días, aunque ya empezaba a mostrar deterioro”, afirmó uno de los bogotanos que frecuentó el teatro.
Lo del cine pornográfico fue menos relevante si se compara con las cosas que ocurrieron allí
En los próximos años, tanto la calle 22 como el Faenza se fueron convirtiendo en el hogar de habitantes de calle, trabajadoras sexuales y vendedores de droga. “Se volvió una zona de tolerancia. Entró a ser un espacio que, si bien el cine es una expresión artística, en este caso era cine triple X”, indicó López.
Por su parte, Iván Acosta, quien era director del Cineclub de la Universidad Central, le dijo a EL TIEMPO hace unos años (para el cumpleaños número 90 del Faenza, que “fue el sitio de adultos que buscaban amoríos con jóvenes que se prostituían. Lo del cine pornográfico fue menos relevante si se compara con las cosas que ocurrieron allí”.
Una nueva vida
El teatro, a pesar de que en 1975 fue declarado monumento nacional y, en 1997, se consideró bien de interés cultural, cerró sus puertas oficialmente en 2002. Dos años después, con el propósito de no perder este lugar emblemático, la Universidad Central lo adquirió para iniciar un proceso de restauración.
Las personas a cargo de darle ‘una nueva vida’ encontraron cartas de amor, fotografías y películas de época, restos de loza, un escudo de Bogotá original de 1924 y un mural de alrededor de 200 metros que apareció debajo de 14 capas de pintura.
Sus puertas se abrieron nuevamente en 2007. Foto:Archivo EL TIEMPO
El cambio también llegó para la calle 22, que empezó a caracterizarse por tener presencia de instituciones académicas y diferentes teatros.
“Al lado tenemos el Teatro de Bogotá y el Teatro México. Su restauración llevó a que se pensara de manera distinta el espacio físico, volviéndose un corredor cultural”, agregó la rectora de la Universidad Central.
Esta institución, de la mano de la arquitecta Claudia Hernández, desde 2004 ha invertido alrededor de 20.000 millones de pesos en la restauración y mantenimiento del lugar, que fue presentado nuevamente al país y a la ciudad en 2007.
Claudia Patricia Hernández, a cargo de la restauración del teatro. Foto:Mauricio Moreno. EL TIEMPO
Sin embargo, López afirma que aún hay mucho trabajo por hacer, teniendo en cuenta que también es el escenario de estudiantes de cine y música, y que muchos bogotanos aún no conocen la fascinante historia de esta joya arquitectónica.
“Se recuperaron los balcones, la pintura mural, la fachada y se le hizo reforzamiento estructural, pero hay lugares que aún falta por restaurarse, como el tema de la silletería… pensamos tener disponibilidad para 700 sillas. La arquitecta Claudia Hernández tiene un proyecto que aún estamos definiendo. Lo que sí puedo decir es que está en buenas manos”, agregó López.