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Opinión
Servicios públicos, ¿qué tan amenazada está Bogotá? / Voy y vuelvo
Es justo que los ciudadanos tengamos una explicación clara y honesta sobre lo que está pasando y sobre lo que nos espera en el futuro inmediato.
Embalse de Chuza, en el sistema Chingaza. Foto: Sergio Acero. EL TIEMPO
Bogotá está ad portas de vivir un hecho histórico: quedarse total o parcialmente sin servicios básicos. Ya tenemos racionamiento de agua, que empezará a ser más drástico en cuestión de días.
Adicionalmente, desde el Congreso y desde el foro en Acolgén, la istración pide a gritos que el Gobierno Nacional ayude a superar la crisis energética derivada de la demora en la puesta en marcha de Chivor-II Norte y Sogamoso.
Y por si fuera poco, las advertencias que hace el presidente del Grupo de Energía de Bogotá, Juan Ricardo Ortega, hacen prever que en el corto plazo también podríamos tener problemas con el suministro de gas.
El clima no está ayudando. El Ideam nada que acierta sobre las verdaderas condiciones climáticas que nos esperan. Erró con sus pronósticos de El Niño y ahora le pasa lo mismo con La Niña. No lo digo yo, lo sostienen los gobernadores de varios departamentos que justo ahora están padeciendo incendios descontrolados o lluvias frenéticas en sus regiones. No se sabe si estamos en Niña, si se demora o si definitivamente ya no llegará.
Incendios en Cundinamarca por la sequía. Foto:@JorgeEmilioRey
El llamado del alcalde Galán en el Congreso a que se encuentre una solución que evite una “crisis energética en la región”, tiene que ver con proyectos de expansión que ya completan más de una década sin que encuentren solución, lo que incidiría negativamente para la industria y la vivienda asentada en la región.
Mientras que el ministro de Minas responde que el problema es que Bogotá no ha entendido que hay que apostarles a la transición energética y a las comunidades energéticas.
El tema del agua ya es conocido. La sequía que vive Bogotá está impactando el abastecimiento del líquido en los embalses, que siguen descendiendo, mientras que el ahorro del agua por parte de la ciudadanía no se está dando como debiera. Y eso desembocará, no lo duden, en mayores costos, vía sanciones, y más racionamientos.
Desde ya preparémonos porque la situación se mantendrá así en lo que resta del año y en el 2025. La consigna es racionar el máximo de agua posible en nuestras casas de forma voluntaria. No caer en la tentación de que, como se habla de racionamiento, entonces hay que lavar más seguido la ropa o bañarse con más frecuencia o echarles más agua a las plantas o limpiar el piso dos o más veces al día. Craso error. Y los conjuntos residenciales también tienen que cerrar la llave. Las gabelas y consideraciones tienen que acabarse porque lo único cierto es que no se está ahorrando lo suficiente.
Racionamiento de agua. Foto:Sergio Acero. EL TIEMPO
Por otro lado, las autoridades del sector deben hacer lo propio. Bajo ninguna circunstancia es aceptable el dato que reveló el personero de Bogotá, Andrés Castro, esta semana: el 40 por ciento del agua de la ciudad se pierde por conexiones ilegales, daños en la tubería, fugas o robo descarado del líquido. En especial por parte de algunos restaurantes. Si no se le pone punto final a esta situación, va a pasar lo mismo que con los colados que hoy desangran a TransMilenio: que el tema se vuelve paisaje, nos acostumbramos a las pérdidas y después sufrimos las consecuencias.
Con el gas, la situación es igual de compleja. Se trata de un servicio básico que hoy beneficia a más de dos millones de hogares en la capital. Eso, mal contados, son seis millones de personas. El gas es un servicio relativamente económico, que está en todas las capas sociales, bajo en contaminación, utilizado en el transporte público, pero los mensajes que se lanzan desde el Gobierno no aclaran sino que oscurecen el panorama.
Por eso el presidente de la GEB es tajante: “Si no conseguimos los 5 millones de pies cúbicos diarios para poder operar las compresoras, Bogotá no va a tener gas. Yo estoy seguro de que los vamos a conseguir, pero estamos en una situación donde a hoy no existe el gas para diciembre y en el año 2026 el faltante es inmenso”.
Yo no sé ustedes, pero ni aún en la pandemia habíamos estado abocados a un panorama tan incierto en materia de prestación de servicios. Y eso afecta el ánimo de la gente, el dinamismo de la ciudad y su productividad. Se necesitan señales claras sobre lo que le depara a Bogotá y, en general, al país, el futuro de los servicios públicos esenciales.
Carlos Fernando Galán en la Comisión V de la Cámara de Representantes. Foto:Alcaldía de Bogotá
En el más reciente congreso de Andesco, gremio que reúne a las empresas prestadoras de servicios públicos del país, su presidente, Camilo Sánchez, recordó, a través de un excelente gráfico, cómo este sector ha sido tal vez uno de los principales motores para la transformación social del país en los últimos 30 años. Es decir, desde el último apagón que vivió Colombia.
Las cifras están ahí: el servicio de energía se multiplicó por cuatro, al pasar de 4,4 millones de s a 17 millones. El servicio de aseo pasó de 3,2 millones a 15 millones. El de gas es increíble, se multiplicó por 62: pasó de menos de un millón de s a casi 13 millones. Y el servicio de agua pasó de 4,3 millones a 16,7 millones de s. Para no hablar de la telefonía celular, que en 30 años llegó a cerca de 90 millones de beneficiarios, es decir, dos veces el tamaño del país.
Gracias a una política seria y responsable en el manejo del sector eléctrico, Colombia no volvió a tener apagones por crisis en el sistema. Pero estamos a punto de tenerlos si no se le presta atención al tema, en especial a la entrada de nuevos proyectos de generación, que no tienen por qué reñir con sistemas alternativos como la energía eólica, solar y otras fuentes.
¿A qué horas llegamos a esto? ¿Hay algún responsable? ¿Es culpa del cambio climático? ¿De un desarrollo mal concebido? ¿De un gobierno que no alcanza a dimensionar el tamaño de la crisis? Como quiera que sea, es justo que los ciudadanos tengamos una explicación clara y honesta sobre lo que está pasando y sobre lo que nos espera en el futuro inmediato. Solo eso se pide.