Con frío, sueño y hambre, varios de esta comunidad indígena decidieron abandonar sus habitaciones en los pagadiarios de San Bernardo, Las Cruces y La Favorita para llegar a este punto en el centro de la ciudad.
El motivo, un viaje de más de 23 horas en carretera y 20 minutos a lomo de burro, que les permitiría regresar a sus resguardos, ubicados en los municipios de Pueblo Rico y Mistrató, en el departamento de Risaralda.
En caravana, más de 121 familias caminaron desde el parque Tercer Milenio hasta el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Hacia las diez de la mañana, un grupo de 200 indígenas se enfilaron para registrarse en la entrada norte de la carrera 19B con calle 24.
Así que, cada jefe de hogar tenía la cédula en mano para agilizar el ingreso. Bebés, niños, abuelas, padres y hermanos recibieron una manilla que acreditaba su intención voluntaria de retornar.
Para Gustavo Quintero, Alto Consejero para las Víctimas, el proceso de retorno buscó cumplir con dos objetivos: que el deseo de retornar fuese voluntario y que dicho regreso fuera digno.
“Hicimos un acompañamiento en la zona, para que fuese un retorno sostenible, es decir, que no exista la posibilidad de que este pueblo regrese a las calles capitalinas; por ello se entregaron 470 kits comunitarios (palas, machetes, martillo, puntillas y alambre de púas) entre otras herramientas necesarias para trabajar la tierra, además de semillas para cultivar y elementos de siembra”, comentó el funcionario.
De acuerdo con Ramón Alberto Rodríguez director de la Unidad para las Víctimas, las familias Emberas serán acogidas por familias receptoras en sus territorios.
“A estos hogares se les brinda una ayuda humanitaria con paquetes alimenticios para que puedan atender a sus inquilinos temporales. A las familias retornadas también les ofrecemos un suministro similar”, enfatizó el director.
De igual forma, la entidad evaluó los principales factores que amenazan la estadía de los Emberas en sus regiones. “La seguridad y la capacidad productiva de los cultivos son las principales necesidades en los resguardos; no es solo volver a la tierra, es asegurarles unas condiciones favorables, tales como, que tengan una correcta adaptación y puedan establecer cultivos, el al régimen de salud y educación”, informó Rodríguez.
Son 30.000 hectáreas que volverán a habitar 571 indígenas.
Esta población indígena en Bogotá
Aunque no existe una cifra exacta de los Embera que están en Bogotá (por ser una población transitoria) hasta la fecha hay caracterizadas 627 personas en el Sistema Distrital de Información de Víctimas (SIVI). Además, la Alcaldía identificó unos 169 núcleos familiares Katío y Chamí, para un total de 738 personas. De estos, el 50,5 por ciento son mujeres y el 49,4 por ciento son hombres.
Despedida agridulce
Aristizábal Manukama se aferraba a las rejas del patio trasero del Centro de Memoria. En su lengua natal, se despedía de su prima Luz Marina, de sus sobrinos de cuatro y dos años, además de una bebé de dos meses con los que había vivido casi siete meses en Bogotá.
Desde su llegada a la capital, el desempleo era constante y su prima, al igual que muchas otras mujeres de esta comunidad, se dedicaba a la mendicidad. Ayer, Manukama no pudo sumarse al viaje, él pertenece a un resguardo ubicado en el Chocó. Aunque la frustración se apoderó de su rostro al ver que su familia más cercana no volvería, no se desmotivó; sabía que para él también habrá un futuro retorno a su territorio.
Según el director de la Unidad de Víctimas, se espera que para finales de octubre se haga el retorno y reubicación de 100 núcleos familiares más que se encuentran en la ciudad para el departamento del Chocó.
MARÍA FERNANDA ORJUELA
EL TIEMPO ZONA