Siempre me ha gustado el pico y placa. Desde el día cero, es decir, desde hace más de 20 años. Y me ha gustado que sea todo el día y que haya vuelto. Y me gustaría que lo pusieran los sábados. Y sería feliz con que clavaran a las motos con la misma medida.
Todo con tal de que la movilidad mejore, que ganemos tiempo y calidad de vida. Y que nos obliguen a usar transporte público y bicicleta y caminar. Y que saquen a los camiones, volquetas y tanto carro repartidor que se toma vías y andenes. Pero no hay alcalde ni alcaldesa que se dé semejante pela.
El pico y placa llegó para quedarse. Hay más argumentos para dejarlo que para retirarlo. El atraso en materia vial, la falta de la ALO, el auge de las motocicletas, la hiperdensificación de la ciudad, la nula estrategia en materia de logística de carga son causantes de la tragedia que vive Bogotá. Y a eso tenemos que añadir la falta de una verdadera cultura ciudadana.
Cuando la ciudad se reactivó –y especialmente a finales del año pasado–, muchas personas se lamentaban de lo trancada que estaba Bogotá, de lo imposible que resultaba moverse, de las cuatro horas que se gastaban para ir a tal o cual lugar. Y unas semanas más tarde, cuando para aliviar todo eso vino el anuncio del pico y placa todo el día, entonces salieron en masa a criticar la medida, a cascarle al gobierno, a regañar a la alcaldesa, a protestar. Y los motociclistas, que se han vuelto intocables, decidieron hacer lo que mejor saben hacer: la acción cobarde de bloquear avenidas, cuando también tienen que poner de su parte.
El pico y placa todo el día, por lo que me cuentan taxistas, conocidos y mi propia experiencia, ha mejorado la movilidad. No en horas pico, pero sí en las horas valle. Y he sido testigo de cómo vecinos piensan ya en estrategias para compartir carro. Dice la alcaldesa que desde que se aplica la medida unas 80.000 solicitudes de este tipo se han registrado, lo cual quiere decir que la cosa funciona. Y también ha habido muchos inscritos que pagan por salir en medio de la prohibición. Con esta última no estoy de acuerdo, pues si lo que se busca es que haya menos carros y menos contaminación, acá se consigue el efecto contrario. Además de que las plataformas están felices, pues con dos carreras que hagan pagan la sanción y sus carros siguen orondos. Un total contrasentido.
Hay que esperar a que pasen los días para hablar del éxito de la medida. Cuando vuelva todo el mundo a clases y se reactive la presencialidad, veremos el resultado. Y sí sería bueno que las empresas colaboraran con lo de la flexibilización de horarios, rutas compartidas para sus empleados, ayudas para que opten por sistemas eléctricos y demás. Y que quede prohibido para todo funcionario público el uso del carro. ¿Se imaginan cuántos vehículos al servicio de secretarios, concejales, asesores, mandos medios y demás dejarían de circular y contaminar si quedaran proscritos como han quedado los de los ciudadanos comunes y corrientes? Yo hasta crearía rutas especiales de TransMilenio o del SITP para que los funcionarios se puedan movilizar.
Dicho esto, reitero que me gusta el pico y placa actual, pero eso no acabará con la proliferación de motos ni con un segundo carro usado, cuyos precios están por las nubes. ¿Y por qué? Juzguen ustedes: la misma semana en que comezó a operar la medida, a un ciudadano extranjero le robaron su bicicleta de 40 millones de pesos, a un joven lo hirieron en la estación de TransMilenio de la calle 76 por robarle el celular, se denunciaron varios puentes peatonales convertidos en trampas mortales porque se robaron las láminas, un par de motociclistas arrollaron a un peatón en Bosa y lo dejaron tirado en la mitad de la calle. Y agréguele la coladera en TransMilenio sin que la autoridad lo impida. Más de 300.000 millones de pesos en pérdidas por esta razón. ¿Entonces? ¿De qué hablamos? Y todo esto en una semana.
A esta estrategia le faltan dos patas: cultura ciudadana y medidas de choque contra lo que les acabo de describir. La alcaldía hace bien en adoptar medidas para garantizar la movilidad, pero si las alternativas que se nos ofrecen están plagada de males peores que el trancón, pues no les quepa duda de que muchos optarán por otro carro, la moto, el transporte pirata o la violación flagrante de la medida. Garrote sí, pero algo de zanahoria y seguridad no vendría mal.
ERNESTO CORTÉS
EDITOR GENERAL DE EL TIEMPO