Comenzando 2024, las sequías consecuencia del fenómeno del niño se hicieron sentir en Bogotá, con temperaturas que rompieron récords históricos, llegando a superar los 25.2 grados Celsius. Los pronósticos anuncian que pueden llegar a ser muchos más los indicadores que se van a batir en los próximos meses.
En este escenario, los incendios forestales están a la vuelta de la esquina, más aún en enero donde es común que se presenten este tipo de conflagraciones. Sin embargo, en esta oportunidad fueron más intensos y críticos en lugares como el cerro El Cable, cerro de La Cruz, Cerro Colorado, Quebrada La Vieja, Serafín y Villa Diana. Se calcula que más de 12 hectáreas de bosques fueron afectadas.
De irar la labor desempeñada por el Cuerpo Oficial de Bomberos, Policía Nacional, Ejército Nacional, Fuerza Aérea, Cruz Roja, y un buen número de entidades nacionales y distritales que hicieron presencia. Muy bien el alcalde, quien lideró acertadamente el Puesto de Mando Unificado (PMU). Además, comunicó de manera oportuna, estuvo en el lugar de los hechos y se apersonó de la emergencia.
La gestión de crisis fue la correcta y las decisiones de gobierno estuvieron a la altura de la coyuntura. Vale la pena destacar la presencia de varios ministros y funcionarios de alto nivel del gobierno nacional que colaboraron para superar la emergencia.
Pero dejando atrás las acciones de respuesta ante la crisis, es claro que el problema no se ha superado, y con seguridad vendrán más incendios en los cerros orientales. La ciudad necesita recuperar su sentido de planeación para anticiparse a este tipo de fenómenos. Hoy son las sequías, pero ayer fueron los deslizamientos por las fuertes lluvias.
Los cerros orientales demandan gerencia pública, no solo en temas asociados a la gestión de riesgo y prevención de desastres naturales, sino en seguridad ciudadana, en controles a ocupaciones ilegales impulsadas por mafias de tierreros que históricamente han hecho presencia en las localidades de Usme y San Cristóbal. Y en protección de fauna y flora, donde hay especies invasoras como el retamo espinoso, un arbusto invasivo que dificulta el a muchos lugares en los cerros.
A su vez, hay que trabajar mucho el componente pedagógico, pues los incendios no se producen solos; bien pueden ser provocados de manera intencional por manos criminales o simplemente por comportamientos inadecuados de quienes los visitan, al no apagar totalmente una fogata, tirar basura, o abandonar objetos de vidrio o bolsas de paquetes que terminan siendo elementos refractarios de la luz del sol, en particular en esta época del año cuando la intensidad lumínica es mayor, y los suelos están con baja humedad y llenos de hojas secas.
Se habla de retomar la idea del sendero de las mariposas, un proyecto de la istración de Enrique Peñalosa que tenía como objeto crear un sendero peatonal entre Usme y Usaquén que sirviera, al mismo tiempo, como franja cortafuego. La idea no prosperó por demandas judiciales, falta de consenso político y ausencia de articulación entre las entidades que tienen competencia en los cerros orientales: CAR, ANLA y Secretaría de Ambiente.
Esta es la oportunidad para abrir el debate en torno a la protección y manejo de los cerros orientales; no es posible que solo se hable de ellos cuando hay alguna noticia negativa o un desastre natural. Los cerros necesitan un modelo de gobernanza y gerencia pública para articular competencias e inversiones de actores distritales, regionales y nacionales. De no avanzar en esta línea, las emergencias continuarán y sus efectos serán cada vez más graves.
ÓMAR ORÓSTEGUI
Profesor U. Sabana