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Opinión
Columna de opinión Omar Oróstegui |La violencia irrumpe en la campaña política
El atentado a Miguel Uribe revive el miedo a que la violencia le ponga fin al debate democrático.
Preocupa y entristece profundamente lo sucedido con el senador Miguel Uribe Turbay, un político bogotano que ha construido su carrera desde muy joven en la ciudad, y que, en medio de su ejercicio político para obtener el aval de su partido como candidato a la Presidencia de la República, fue víctima de un atentado contra su vida mientras se dirigía a un grupo de personas en el espacio público en el occidente de la capital.
El ataque ocurrió a plena luz del día, frente a una multitud que grababa el evento con sus teléfonos celulares, y en presencia de un grupo reducido de escoltas que custodiaban al candidato. Este se encontraba en un entorno de alta exposición, sin mayores medidas de protección personal, como un chaleco antibalas.
El sicario, un menor de edad, disparó varias ráfagas directamente a la cabeza del senador. Una de las balas se incrustó en su cráneo. El joven no actuó como un fanático impulsivo; por el contrario, para ejecutar una acción criminal de esta naturaleza se requiere entrenamiento, planificación y coordinación. Esto evidencia una operación premeditada por parte de actores con capacidad logística: identificación del lugar, entrega del arma y preparación del atacante.
Zona acordonada en el lugar de los hechos Foto:Archivo
Se trata de una infraestructura operativa que pocas organizaciones pueden desplegar, salvo estructuras del crimen organizado, disidencias de las FARC, grupos guerrilleros o mafias del narcotráfico con redes de apoyo en los centros urbanos. Sin embargo, hasta el momento, ningún grupo se ha atribuido la autoría del atentado, ni se han encontrado panfletos, comunicados u otros mensajes que alertaran sobre la amenaza.
El hecho se produce en un contexto de creciente polarización política, alimentada por discursos de odio y emociones negativas que circulan masivamente en redes sociales. Estos discursos, además de desinformar, deterioran la deliberación democrática. Por eso, es importante evitar caer en narrativas oportunistas o acusaciones cruzadas que pretendan capitalizar políticamente este lamentable hecho, pues podrían escalar los ánimos entre simpatizantes de distintas orillas.
Miguel Uribe llega a la Clínica Fundación Santa Fe. Foto:EL TIEMPO - Sergio Cardenas
El alcalde mayor ha actuado con responsabilidad al enviar mensajes mesurados y oportunos, llamando a la calma en un momento en que el lenguaje violento ha contaminado el debate político.
No podemos permitir que la democracia colombiana vuelva a ser amenazada como en los años noventa, cuando múltiples candidatos fueron asesinados por actores armados. Lo ocurrido con el senador Miguel Uribe entristece, desanima y preocupa profundamente. Se avecinan meses difíciles para el ejercicio de la política en plaza pública, y será crucial que se respete la vida y se garantice la seguridad de quienes, desde distintas ideologías, expresan sus ideas con el propósito de construir un mejor país.
Con lo sucedido, no solo fue herido un senador: también se vio vulnerado el corazón mismo de nuestra democracia. Si permitimos que la violencia sustituya al debate y que el miedo acalle las ideas, estaremos cediendo el país que aspiramos construir. Hoy más que nunca, se necesita de liderazgos firmes pero sensatos, de una ciudadanía reflexiva y propositiva, y de un compromiso colectivo con el respeto a la vida como principio irrenunciable en toda contienda política. Porque sin vida, no hay política posible. Y sin política, el debate de las ideas simplemente desfallece.