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La historia de los trapos rojos, un llamado para dar la mano
El mensaje que unió a vecinos, organizaciones y autoridades para ayudar a quienes más lo necesitan.
Colombianos expresan a través de trapos rojos al exterior de sus casas la necesidad de que les ayuden de alguna forma para superar el aislamiento en casa. Foto: César Melgarejo / EL TIEMPO
Hace 31 días que los habitantes de Bogotá están encerrados. Las calles que habitualmente eran protagonistas de eternos trancones quedaron vacías, y los andenes en donde se encontraban desde paquetes de papas hasta exóticas antigüedades hoy tienen cierto aire fantasmal. No pasaron ni dos días de cuarentena y la ciudad ya sentía una realidad que, aunque siempre estuvo ahí, pareciera que se hubiera negado a ver; el hambre, los desalojos y los gritos de auxilio se hicieron evidentes.
Mientras pasaban los días y crecía el número de casos positivos de coronavirus, las ventanas de cientos de viviendas en el sur de la ciudad se comenzaron a llenar de trapos rojos. Sábanas, manteles, bayetillas y hasta camisetas de la Selección Colombia empezaban a aparecer lentamente, se asomaban entre las rejas, colgaban del techo o se ondeaban con el viento agarrados de las antenas de televisión e internet.
Comenzó en Ciudad Bolívar, llegó a Soacha y se extendió en barrios como San Bernardo, en el centro de Bogotá. Entonces el mensaje fue claro: estaban pidiendo ayuda. “Teníamos que estar encerrados, no nos dejaban salir a trabajar, en las casas no teníamos comida y dinero tampoco había”, cuenta Sandra Ramírez, habitante de los cerros del suroriente de la capital, una de las tantas personas que colgó un trapo rojo en su ventana.
Rápidamente el grito de auxilio se extendió. Los trapos rojos cobraron vida y se convirtieron en un símbolo de la desigualdad social, pero también en una bandera de la solidaridad. Quienes los colgaban esperaban ansiosos que alguien los ayudara, y quienes los veían y tenían la oportunidad de hacer algo empezaron a golpear las puertas: mercados, medicinas, ropa y dinero empezaban a llegar a miles de familias que con la cuarentena perdieron su sustento diario.
La primera red solidaria fue vecinal. “En los momentos que más nos han puesto a prueba, la solidaridad es lo que nos ha sacado adelante, por eso salió la idea de colocar trapos rojos en las casas que más necesitaban ayuda, así los vecinos podían saber quién la estaba pasando mal en su casa e ir a hacer la labor de acompañamiento con lo que necesitaran”, menciona Andrey Téllez, líder de la localidad de Ciudad Bolívar.
Funcionó así por un par de días, pero la situación se hizo insostenible. Todos los barrios se llenaron de trapos rojos, ya no había vecinos que pudieran ayudar, sino familias enteras que clamaban por comida. “Al principio podíamos hacerlo entre nosotros, el que tenía una libra de arroz de más se la daba al vecino, al que le sobrara almuerzo compartía con el de al lado, pero a todos se nos acabó y ya no supimos qué más hacer”, relata Adolfo Moreno, habitante del barrio San Bernardo.
“Se unieron todas las iniciativas solidarias particulares y privadas, pero eso no logra mitigar el impacto, son miles de familias las que no pueden solventar sus necesidades”, dice Téllez.
Las familias buscan llamar la atención de vecinos y autoridades para obtener alimentos y medicinas que les permitan pasar la cuarentena. Foto:Milton Díaz - EL TIEMPO
Los trapos rojos se convirtieron en un símbolo de la solidaridad y del hambre. Según Téllez, “significan que las redes solidarias están ahí resistiendo, pero también han demostrado que la miseria y la pobreza se extienden por toda la ciudad”.
Para la comunidad fue fundamental el apoyo comunitario que se dio las primeras semanas; sin embargo, cada día la problemática se hizo más evidente. En la última semana, los barrios del sur-oriente de la ciudad fueron protagonistas de protestas, cacerolazos y bloqueos, esta vez los trapos rojos fueron descolgados para llevarlos a las marchas y a los plantones.
Para Téllez, “las iniciativas vecinales funcionaron, pero no damos abasto, evidenciamos que si no se hace un ejercicio puntual de llegada de la institucionalidad al territorio, con respuestas rápidas y responsabilidad, esto se va a complicar”.
Tras las protestas y las continuas manifestaciones, el Distrito se pronunció. Claudia López aseguró, el jueves pasado, que había una semana de retraso en la transferencia de 80.000 giros. La mandataria explicó que, “desafortunadamente, en el programa (Ingreso Solidario) del Gobierno Nacional hubo irregularidades, las autoridades ordenaron parar los giros, revisar todas las bases de datos, apenas ayer terminaron las revisiones y esta es la razón del retraso”.
López informó que las transferencias monetarias que se están haciendo con el programa Bogotá Solidaria en Casa ya habían llegado a más de 282.000 y que hoy es el plazo máximo para ponerse al día con los giros retrasados.
Además, con la implementación de un modelo de focalización, el Distrito identificó a 72.000 familias, que no están en las bases de datos del Sisbén, para incluirlas dentro de las ayudas.
En Soacha, la alcaldía municipal ha entregado más de 115.000 mercados, y continúa llegando a los sectores más vulnerables del municipio.
“Tenemos un eslogan que dice: ‘Un pueblo organizado vale por dos’, por ahora seguiremos trabajando por nuestra comunidad, somos luchadores, aquí vive la gente que se levanta a las cuatro de la mañana a trabajar, nosotros seguiremos haciendo todo con empatía y solidaridad, pero eso no significa que el Gobierno deje a un lado su responsabilidad, pedimos acciones inmediatas”, puntualiza Téllez.
Tenemos un eslogan que dice: ‘Un pueblo organizado vale por dos’, por ahora seguiremos trabajando por nuestra comunidad, somos luchadores
En un mes de aislamiento, la ciudad ha demostrado que por más grande que sea el reto, los ciudadanos se tienen unos a otros. Las campañas de donaciones siguen, las ayudas continúan llegando, y las manifestaciones de solidaridad abundan en las calles vacías.
Seguramente, los trapos rojos seguirán saliendo y una vez más habrá una cadena de solidaridad.
Algunas cifras
Según el programa Bogotá Cómo Vamos, el 12,4 % de los bogotanos son pobres y el 2,5 % están en condiciones de pobreza extrema. Además, el 9 % de los hogares de la ciudad enfrentan pobreza multidimensional.
En términos de pobreza oculta en estratos 3 y 4, el 77,6 % de los hogares que padecen esta condición se encuentran en Usaquén, Barrios Unidos, Puente Aranda, Rafael Uribe Uribe, Engativá, Fontibón y Kennedy.
Respecto a la alimentación, en el 2019, el 14 % de las personas dijeron que en las últimas cuatro semanas, ella o algún miembro de su hogar tuvo que comer menos de tres comidas diarias porque no había suficientes alimentos.