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Experiencia local
La historia de cuando Jairo Varela andaba con sus canciones en hojas de cuaderno por el barrio Santa Fe, en Bogotá
El 8 de agosto se cumplieron 12 años del fallecimiento del fundador del Grupo Niche. Vivía en una pensión del centro de Bogotá.
Jairo Varela nació en Quibdó, Chocó, el 9 de diciembre de 1949. Foto: Juan Carlos Quintero. Archivo EL TIEMPO
Antes de que llegaran las distinciones y las ventas millonarias como artífice de la orquesta de salsa más importante de Colombia, Jairo Varela Martínez era otro de los recién llegados a Bogotá que caminaban por el centro con una maleta vieja en busca de cambiar el destino.
Así lo recuerda Ramón Marino Restrepo, compositor vigente de música popular, quien compartió con el maestro Varela en aquella época y fue su cómplice en esos primeros acercamientos al mundo de la música y el espectáculo.
Corría la década de los 70 con su tramoya de pantalones bota campana y zapatos de plataforma. Restrepo era por aquellos días un prometedor baladista oriundo de Ginebra (Valle del Cauca), combinaba los sueños de artista con su trabajo como empleado del Ministerio de Hacienda. Con una carrera en ciernes, integraba el elenco que llegaba a los estudios de televisión de la calle 24 con carrera 6.ª para grabar Galaxia musical, una apuesta de la productora Arturo de la Rosa para promover talentos en la pantalla chica.
Por esa época, según recuerda, conoció a un joven del Chocó, morenito y muy flaco, que llegaba con muchas ilusiones a triunfar en la capital. Era Jairo Varela, seis años antes de que fundara la agrupación salsera más grande de Colombia: el Grupo Niche. Varela, agrega, se hospedó en su apartamento mientras encontraba un sitio propio, al tiempo que buscaba cualquier oportunidad para hacer música.
Ramón Marino ya “mojaba vidrio”, es decir, había salido en televisión como baladista con bellas versiones del género romántico, como su interpretación de Échame a mí la culpa, de Albert Hammond. También lo buscaban para grabar coros de orquestas de Bogotá, apadrinado por Hildebrando Ortiz.
Yo lo veía enredado por ese problema en la boca y le dije a un amigo odontólogo que le iba a llevar a un muchacho cantante, para que con cualquier pretexto le arreglara el problema
“Nos pagaban 100 pesos, y Jairo era muy dispuesto. Una vez me lo llevé para hacer coros, estábamos grabando La ciudad cansada, de Neftalí Martínez. El coro decía: ‘La ciudad cansada busca ahora la mar...’. De pronto, José Useche, el productor musical, nos hace caer en cuenta de que uno de los dos estaba diciendo ‘suidad’. Entonces, Jairo dice: ‘Yo estoy diciendo bien, yo estoy diciendo ‘la suidad’, [SIC]’ ”. Risas.
Otra situación jocosa que de manera recurrente repasa Marino se dio con ocasión del arreglo del tema El descubrimiento, alusivo a la llegada de los europeos a América. “En esa oportunidad, Jairo bregó mucho para cantar el trozo que decía ‘las carabelas’, porque él insistía en decir ‘las calaveras’ ”.
En su momento Marino consideró que el problema de dicción de Jairo se debía a un frenillo; entonces tomó una medida radical al respecto. “Yo lo veía enredado por ese problema en la boca y le dije a un amigo odontólogo que le iba a llevar a un muchacho cantante, para que con cualquier pretexto le arreglara el problema, quitarle esa ‘telita’, un frenillo que no lo dejaba cantar bien”.
El resultado fue positivo. A los pocos días, agrega, grabaron los coros de El aguardiente con la agrupación Los Ocho de Colombia. La pieza musical, éxito que se baila en diciembre.
En ese periodo de experimentación, ni siquiera importaba aparecer en los créditos. Jairo se veía inquieto, aunque ya hacía pinitos como corista. “Eso fue una mañana que él cayó ahí, a los estudios de Brando, en el centro”, refiere Marino. El hombre sacó una hoja de cuaderno con la letra y me dijo: “Ramón, ¿usted cómo cantaría este tema?”. Era la letra de Cómo podré disimular. Ramón y su mentor, Hildebrando Ortiz, le respondieron al unísono: “¡Vamos a grabarla!”.
Ramón Marino cantó la versión de 'Cómo podre disimular' en formato balada. Foto:Cortesía
Ese mismo día ingresaron al estudio. Brando ajustó acordes de guitarra, Ramón Marino puso la voz y la percusión. Le presentaron la canción a Varela, que quedó satisfecho.
“La canción empezó a sonar, especialmente llegaban reportes de que era muy solicitada en Chocó, y pensamos que se debía a que Jairo era oriundo de esa parte del país”.
El hombre me hizo la propuesta para meterle la parte romántica, pero yo le contesté que no podía dejar mi trabajo en el sector oficial, donde ya llevaba años de planta
Con el tiempo, Jairo decidió regresar a Cali para consolidar su propia agrupación. Cada uno siguió su camino. Para el quinto larga duración de Niche, su director ó a Marino. La idea de Varela era que su viejo amigo se encargara de algunos boleros que quería grabar. “El hombre me hizo la propuesta para meterle la parte romántica, pero yo le contesté que no podía dejar mi trabajo en el sector oficial, donde ya llevaba años de planta”.
Según ite Marino, este incidente y los compromisos de una orquesta que empezaba a tener proyección internacional pudieron causar un distanciamiento con el maestro Varela. Recuerda que volvieron a tener o hacia 1988, cuando el grupo enfrentó el retiro de varios de sus integrantes.
Jairo integró a Tito Gómez para hacer un trabajo diferente. Se trataba de Tapando el hueco, que incluiría una renovada versión de Cómo podré disimular en la voz del intérprete puertorriqueño recién vinculado a la orquesta. “Yo estaba por ese tiempo en Cali y me vi con Tito para mostrarle cómo yo había grabado la versión en balada, el hombre se fue muy agradecido, y yo, orgulloso de tener a semejante artista internacional al frente”. La canción se grabó en Miami con un resultado que, para los seguidores del grupo, marcó un hito en la trayectoria musical de Niche.
Ramón Marino con el periodista Eric Palacino. Foto:Cortesía
“La orquesta llegó luego de unas giras y la canción era ya un éxito. A mí, Tito Gómez me va a buscar a un apartamento de Prados del Norte, en Cali, para agradecerme porque yo puse la melodía original del tema. Me dijo que cuando la grabó, y en las presentaciones, la sentía muy intensamente.
A Marino se le quiebra la voz y, como Varela cuando advertía su pueblo natal, se le aguan los ojos al recordar ese momento refundido en el calendario de 1988, cuando Niche se impuso en los listados de música nacional y luego del mundo con el álbum Tapando el hueco. Entonces, Ramón Marino consideró que debía guardar como un tesoro esa pasta donde se imprimió la balada Cómo podré disimular en 45 revoluciones.
Después de un tiempo apareció un vendedor de vinilos con el disco. El entusiasmado baladista de los 70, residente en Bogotá. “Fue una emoción tremenda; tanto que me porté bien con el hombre y le di un millón de pesos”, recuerda.
El acetato es una pieza de colección que hoy es buscada por melómanos. Marino ha recibido en los últimos días llamadas de seguidores de Niche que quieren confirmar la historia de aquella exitosa canción, considerada un santo grial de las rarezas musicales colombianas.