La curiosidad por conocer lo que había alrededor de su barrio llevó a Juan Caicedo y a María Stella Sáchica a documentar la biodiversidad del parque El Virrey y el Gran Chicó, una de las zonas más visitadas de la ciudad, pero de las que poco se conoce por su cantidad de flora y fauna.
Desde hace seis años empezaron a realizar listados de aves que rondaban por el parque, luego revisaron el arbolado y después se encontraron con los insectos.
“Empezamos a descubrir una gran cantidad de biodiversidad, pero que no se había registrado en ningún lado”, cuenta Sáchica. Al averiguar con asociaciones de residentes y con entidades oficiales se dieron cuenta de que había grandes vacíos sobre la información ambiental de la zona y esto empezaba a influir en la toma de decisiones.
La primera tarea fue con las aves. En junio de 2014, el listado empezó con 23 especies residentes en El Virrey y el Chicó, pero con el pasar del tiempo y un trabajo constante, el mes pasado reportaron 115, de las cuales 63 habitan en la zona y 52 son migratorias.
Caicedo, quien es ecólogo y trabaja en temas de conservación urbana, cuenta que este número podría igualar o sobrepasar el de especies que habitan en un humedal de la ciudad.
En cuanto al arbolado, explican que la zona cuenta con 550 especies de flora desde pasto que sale alrededor del concreto hasta árboles grandes.
“Es de las cosas más asombrosas de todo este ejercicio”, dice Caicedo, quien también menciona la existencia de 41 especies de mariposas que cumplen un papel importante para la conservación de los ecosistemas.
“Tenemos una fauna de insectos muy pequeños hasta zarigüeyas, gavilanes y búhos”, explica él y agrega que esto debe llamar la atención para entender cómo se están dando las interacciones entre la fauna y flora y comprender de qué se alimentan, cómo habitan y cómo se reproducen los animales en este tipo de zonas urbanas.
Además de hacer un listado de una amplia variedad de especies de flora y fauna, empezaron a interactuar con diversos actores académicos y distritales para que las intervenciones sobre la zona tengan algo en mente: la conservación de este corredor ecológico.
Por esto, junto con otros vecinos, participan de una mesa técnica interinstitucional con el Jardín Botánico, la Secretaría de Ambiente y el Instituto Distrital de Recreación y Deporte para articular el trabajo de todas estas entidades. Muestra de esta articulación fue la concertación que hubo por tala de árboles, en marzo, en el parque El Virrey por trabajos que realiza la empresa de Acueducto sobre el canal. Antes de la intervención se logró reducir la cantidad del arbolado a talar y dentro de las compensaciones se incluyó vegetación que aporta a la sostenibilidad y diversidad del área.
“Si me talan un árbol y me siembran dos, piensan que con eso quedan contentos, pero realmente debemos mirar qué especies estamos sembrando, cómo y dónde”, comenta Sáchica.
Ante la pregunta sobre cómo proteger esta diversidad ecológica en este tipo de espacios urbanos, Caicedo responde que depende de tener una variedad de árboles altos, bajos o medianos, así como la importancia de involucrar más jardinería sobre la planeación urbana porque un alto porcentaje de fauna visita los jardines en busca de néctar, polen o semillas.
Otro elemento que aportaría sería la incorporación de distintas especies porque cada una de ellas tiene un calendario al año en el que dan frutos. Al diversificar esto se le garantizaría a la fauna una oferta alimentaria durante casi todo el año.
“Idealmente uno tendría un área donde las diferentes especies en cada época del año estén aportando néctar, polen, frutos o semillas”, explica él.
Agrega que enriquecer ecológicamente un área también depende del manejo de plagas, para que no se utilicen elementos tóxicos. Este fue el primer detonante para conformar el Grupo Ecomunitario.
“Empezamos a ver que se estaban aplicando estas sustancias tóxicas en áreas verdes públicas y no estaban considerando la posible afectación a las especies que estábamos registrando”, dice Caicedo.
Ante esto, se estableció un diálogo con el Jardín Botánico y la Secretaría de Salud para realizar pilotos que redujeran la carga tóxica en los pesticidas utilizados y que no afectaran las mascotas o animales silvestres del parque.
Para Sáchica y Caicedo, esto representó un avance en el manejo de suelos de protección ecológica, no solo en esta zona del Chicó, sino en otras partes de la ciudad.
Además del control de plagas, la garantía de una amplia oferta alimentaria para fauna depende de que los frutos no se pierdan por las constantes podas en el área.
“Lo que vemos en el Chicó son podas estéticas. Esas podas intensas hacen que los arbustos o árboles no lleguen a dar flor o semillas”, menciona Caicedo.
Ambos consideran que este tipo de alternativas ciudadanas se puede replicar en otras partes de la ciudad. Por esto también han empezado a socializar su trabajo a través de charlas y recorridos ambientales.
“Si yo no conozco lo que tengo, no puedo presionar ante la presión de eso”, dice Sáchica y reconoce que dentro de este trabajo es pertinente tener conocimiento normativo sobre el manejo de áreas ambientales para establecer concertaciones con las entidades distritales.
En la propuesta del Plan de Ordenamiento Territorial que la actual istración le presentó a la Corporación Autónoma Regional (CAR) esta semana se considera proteger seis conectores ecosistémicos, dentro de los cuales se encuentra el polígono del Gran Chicó, por lo que su conservación no es un asunto menor para mejorar la calidad ambiental de la ciudad en los próximos años.
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