
Juan Daniel Oviedo: quién es el candidato que busca llegar a la Alcaldía de Bogotá


CONCEPTO GRÁFICO Y DESARROLLO:
DISEÑO DIGITAL EL TIEMPO
ILUSTRACIÓN: LEONARDO PARRA
El hombre de los datos que quiere gobernar a Bogotá
José Alberto Mojica Patiño
Editor de Reportajes Multimedia
En X @joseamojicap
En la oficina de la campaña de Juan Daniel Oviedo, en el Bulevar Tequendama, los amplios ventanales dejan ver gran parte del centro de Bogotá: los edificios, los cerros orientales, la avenida Caracas, la carrera séptima. La ciudad que quiere gobernar si lo eligen como alcalde.
El clóset del ex director del Departamento istrativo Nacional de Estadística (Dane) del gobierno de Iván Duque es una cocina improvisada donde prepara café y aguas aromáticas. Se prepara uno en una máquina de expresos. Es el cuarto del día y el primero de los dos que se tomará mientras atiende esta entrevista. Pero podrían ser más, hasta siete. “Amo el café”, dice. Y lo necesita para mantenerse activo todo el día en el momento más ajetreado de la contienda.
En la mesa hay varios pocillos de cristal repletos de nueces y arándanos. Como saben que come poco y le gusta picar, siempre están servidos. Pero hoy, dice, sí almorzó: una tajada de pan untado con queso de cabra y un jugo de pera. Juan Daniel Oviedo, nacido hace 46 años en Bogotá, criado en los barrios Villaluz y Normandía, en el occidente de Bogotá, es consciente de que se alimenta muy mal. Y esa es una de las preocupaciones de Miriam Arango, su madre vallecaucana:
“Es una persona que come, pero come muy mal, no lo que uno quisiera: un buen desayuno, un buen almuerzo, frutas en la mañana y en la tarde. Como trabaja tanto y casi no duerme, tiene la excusa de que no almuerza porque le da sueño. También quisiera que se diera una siesta”, cuenta la orgullosa madre, que desde niño lo predestinó con una frase: “Tienes que ser el mejor en todo. Si debes lavar baños, debes ser el mejor lavador de baños”.
Es por eso que le da vitaminas, suplementos nutricionales y oxígeno líquido, que guarda al lado de la máquina del café. “Un amigo médico le dijo que el oxígeno líquido no sirve para nada, pero con la fe de la mamá, seguro que le servirá de mucho”, sigue la mujer, muy asustada, también, por ese mundo de la política en el que incursiona su hijo: “Es increíble ver cómo sale tanta maldad en todo momento. Hay políticos que pueden tener doctorados y muchos títulos, de familias importantes, pero que no tienen palabra. Y Juan Daniel sí la tiene”, sigue Miriam, convencida, como una mujer que vive en Bogotá hace más de 40 años, de que él es la mejor opción. “Es una persona honesta, que no le debe favores a nadie.
Se ha hecho solo, con su impulso, no tiene nada qué esconder”, dice al recordar que estudió Economía en la Universidad del Rosario gracias a una beca que les daban a los bachilleres del colegio auspiciado por esa institución, a partir del quinto semestre. Los primeros cuatro los pagó ella gracias a su trabajo como vendedora en una tienda de artículos deportivos de lujo, pues él decidió que no le pediría apoyo económico a su padre —piloto comercial—, quien se había separado de su mamá años atrás.
Él —como lo describe al comienzo de su programa de Gobierno— honra la figura paterna de su abuelo Plutarco Arango, que se ganaba la vida como carpintero y con quién coincidían en la fecha del cumpleaños: el 16 de marzo. El abuelo Plutarco se encargaba de sus cuidados mientras el papá piloto se iba de viaje y la mamá salía a trabajar. Y falleció cuando él tenía diez años. Lo lloró mucho. Y lo sigue extrañando.
“Un día de 1982, jugando en la casa me caí sobre un tarro de lata donde venía una leche en polvo que mi papá traía de no sé dónde, y que la persona que ayudaba en la casa había convertido en una caneca de basura improvisada, me corté la cara super fuerte. Mi abuelo, angustiadísimo, me llevó al Hospital infantil Lorencita Villegas donde me pusieron 72 puntos entre internos y externos. Ese accidente me dejó una cicatriz importante en la cara, como en forma de zeta, que se convirtió en un factor de rechazo constante. ‘Rataniel’, monster’: me ponían apodos espantosos”.
De ahí su dificultad al hablar, esa mueca que se marca en los labios cuando habla. De su acento de ‘gomelo’ capitalino, como siempre le han dicho, considera que tal vez tiene que ver con el círculo social en el que se ha movido. Y no le molesta, tanto así que en su página de Internet, ofrece un ‘kit gomelo’ que incluye una serie de stickers e imágenes con su foto y con sus lemas de campaña: ‘Oviedo alcalde, cabeza y corazón’, ‘Con toda por Bogotá’, ‘Energía voluntaria’.
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Son las 3:00 de la tarde del miércoles 25 de octubre. La noche anterior asistió al debate organizado por EL TIEMPO y CityTv. Reconoce que fue una jornada tensa, que comenzó con la reacción airada de Gustavo Bolívar cuando le preguntaron qué haría con la denominada ‘primera línea’, señalada de promover varias de las revueltas durante el estallido social del 2021.
“Aceptamos que nos harían preguntas distintas a todos los candidatos. No sé qué le descuadró tanto a Bolívar. Y también quedé muy triste y frustrado al ver que, por el afán de algún candidato por ganar en la primera vuelta, se desconozca la opción de la segunda vuelta”, se queja al hablar de ese mecanismo que, tras una reforma en la Constitución Política de Colombia, decidió que sería implementado por primera vez en las elecciones de Bogotá en el 2023.
“Es como si nos regalaran un carro nuevo y no quisiéramos montarnos. No es justo que quieran engañar a la gente diciéndole que esto se puede resolver en primera vuelta”, sigue al referirse a que dicha iniciativa busca que el nuevo alcalde sea elegido por las mayorías, y no por las minorías, como, recuerda, sucedió con Gustavo Petro, Enrique Peñalosa y Claudia López.
“Que el alcalde sea elegido en segunda vuelta busca que sea refrendado por toda la institucionalidad democrática. Pero aquí, Galán quiere ganar en primera vuelta para sacar a Bolívar y, de paso, a Oviedo, de un solo tacazo”. Y afirma que, de repetir la misma fórmula, el Concejo tendría una posición dominante, como ha ocurrido en las istraciones anteriores. “Eso lo hemos pagado costosamente. A Peñalosa no le aprobaron el Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Y Claudia tuvo que sacarlo por decreto”.
—Siempre se le ve muy tranquilo. ¿Cómo hace para no exaltarse? —Es duro. Me ha dolido mucho ver que se repite la historia de la historia; un rechazo no dirigido hacía mí sino a una propuesta independiente, que implica tener conversaciones distintas a las de una propuesta partidista.
—¿A qué se refiere? —En febrero, cuando estábamos recogiendo firmas —recolectaron 204.406— y liderábamos las encuestas, en un debate de la revista Semana me preguntaron si coincidía con Gustavo Petro o con Álvaro Uribe. Expresé los desaciertos en las reformas de salud, pensiones y trabajo, y por eso tomé la decisión de elegir a Uribe ante esa pregunta, pues considero que, durante su Gobierno se respetó la institucionalidad. Y empezaron a decirme Uribista. Dije también que no era provida y me llamaron abortista. Me pronuncié a favor de la ley trans y también me condenaron. ¡Qué ceba!
—Pero usted, que insiste en que su única bandera es la independencia, trabajó en el segundo mandato de Uribe y fue el director del Dane de Duque. ¿Cómo entender que no está ligado con las posturas de ese grupo político?
—Es la primera vez que aspiro a algo. Y creo que soy un caso, no un ejemplo, de Séneca, cuando decía que el éxito se da cuando la preparación se junta con las oportunidades. Y oportunidades es haber sido el nerdo desde primero de bachillerato. Así, siendo el más nerdo, el mejor, logré hacer una maestría en Economía Matemática y Econometría, y un doctorado en Economía de la Universidad de Toulouse (Francia). Y llegué al Dane porque empecé a trabajar con María del Rosario Guerra, decana de Economía del Rosario, y se convirtió en una segunda mamá. Ella fue la que le pidió cacao a Duque para que me diera el trabajo en el Dane, porque él no me tenía en el radar.
—¿Cómo es una amistad entre una mujer que pertenece a un grupo político tan estricto como el Centro Democrático, de derecha, y un hombre gay como usted, que defiende la diversidad y las libertades? —Ella ha sido como una mamá para mí. Y uno suele pensar muy diferente a las mamás. Vive muy pendiente de mí, de si estoy comiendo y durmiendo bien. Sabe sobre mi orientación sexual, lo hemos hablado en un par de oportunidades, pero nunca conversamos sobre eso ni de política—.
El debate fue doblemente tenso para Oviedo, pues debe estar con los cinco sentidos totalmente atentos y él es sordo de un oído, del derecho. Perdió el 70 por ciento de la audición tras un accidente y ha tenido que convivir con una chicharra que chilla y chilla en su cerebro las 24 horas del día. Y aunque tiene un implante auditivo, realmente es muy poco lo que puede escuchar por esa oreja. “En un debate me cuestionaron por supuestamente haber quedado desubicado por una pregunta. Y yo no escuché nada”, dice. También ha aprendido a leer los labios de las personas. Por eso, cuando habla con alguien, mira fijamente a los ojos con el poder de no desconcentrarse y se enfoca en escuchar a consciencia. De hecho, esa es otra de sus virtudes: saber escuchar. Eso lo ha aprendido durante los más de 14 años de psicoterapia, a la que llegó por una ‘tusa’ cuando terminó con uno de sus novios.
“Cuando volví a Bogotá conocí a otro man con el que tuve un amor tormentoso. Yo estaba recién desempacado de Francia y me fui a vivir con él. Mi mamá me decía: “cómo así, pero si usted es profesor del Rosario, cómo se va a ir a vivir con un aparecido”, le respondió a la periodista María Paulina Ortiz en una reveladora entrevista para la revista Bocas, de EL TIEMPO en la que por primera vez habló sobre su intimidad, sobre los dramas familiares que le marcaron la vida, sobre la violencia escolar que sufrió por su condición sexual, por ser tan riguroso en el estudio, por la cicatriz que le quedó en la cara y por su extraña forma de hablar, que le sale con una voz que se escucha como torcida.
El lunes 23 de octubre tuvo cita con su terapeuta, Bertha Gamarra. En las últimas sesiones, la conversación ha trascendido de las restricciones a reconocer sus capacidades, a escucharse a sí mismo y a escuchar a los demás. “Eso es lo que más quiero: poder escuchar mejor y tener la capacidad de discernimiento. Porque, por mi vocación científica, el discernimiento lo da la evidencia. Pero en la política no es así. Y menos, en una ciudad tan compleja como Bogotá. Siempre acudo a uno de mis libros favoritos, En defensa del error (de Kathryn Schulz) porque las restricciones se deben enfrentar con herramientas, para no meter la cabeza en la tierra como un avestruz o para no echarle la culpa a los demás”.
—¡Por supuesto! La inseguridad es uno de los principales problemas de los capitalinos (según la Encuesta de Percepción de la Cámara de Comercio de Bogotá, el 77% de los ciudadanos se sienten inseguros en la ciudad). También la movilidad, que tarda por trayecto un promedio de 55 minutos cuando en otras capitales del mundo es de 40. Y la pobreza —en 2019 el 14 por ciento no podía consumir las tres comidas diarias, y para el 2022 la cifra ascendió a 25 por ciento—. Pero lo que más les duele a los bogotanos es otra cosa.
—¿A qué se refiere? —Los bogotanos sienten que sus problemas no les importan a nadie. Algo que sí ocurrió en la pandemia. Sentían que se preocupaban por ellos porque les decían: no salgan a la calle, quédense en la casa porque se contagian y se pueden morir. Es como el síndrome del niño consentido, que necesita que lo cuiden. También me han dicho que, si llego a ser alcalde, esperan que vuelva. Porque Claudia López visitó a la comunidad de los barrios durante la pandemia, les llevaba mercados, pero se quejan porque no volvió.
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Margarita es la hermana mayor de Juan Daniel. Ella y Roberto son hijos de una primera relación de su mamá. Y como le lleva ocho años, siempre lo ve como a ese hermanito menor que debe proteger. Preocupada también por sus malos hábitos alimenticios, cada vez que se ven le lleva comida.
La madre de las dos únicas sobrinas de Juan Daniel, las mellizas Catalina y Andrea, se ha sumado al ejército de 3.319 voluntarios que reparten volantes y periódicos en la calle y que hacen activismo digital. “Con mi mamá, salíamos a recoger firmas y un hombre nos dijo: yo por un marica no firmo ni voto. Yo, queriendo saltarle a la yugular, y él, con esa entereza, aceptando esos rechazos con altura, insistiendo en que lo escuchen. Creo que para eso le sirvió todo el bullying que ha sufrido en la vida”.
Un maltrato que sigue recibiendo. Pues a los memes del ‘man’ gomelo del Dane —que se hizo célebre al explicar los datos más relevantes de la vida nacional en un lenguaje sencillo, sin artificios—se han sumado los que le han hecho por su decisión de irse a vivir a Bosa. En un fotomontaje lo visten con pinta de safari —con camisa, chaleco y sombrero beige, con los binóculos colgando— sugiriendo que radicarse en esa zona marginada del sur de la ciudad tuvo una motivación populista. Algo que rechaza de tajo, pues insiste que esa experiencia le ha permitido conocer una zona desconectada de la ciudad, con una robusta economía informal que debe ser organizada y con un inmenso potencial de desarrollo. Cuenta que paga 800.000 pesos de arriendo en un apartamento sencillo pero muy cómodo, que ya se ha hecho amigo de varios vecinos, que frecuenta unos billares de la cuadra y que hasta se ha ido a tomar ‘guaro’ y ‘pola’ en varios bares del barrio. Y estando allí ha entendido que debe desembotellar a este sector capitalino y por eso, de resultar elegido, seguirá impulsando el metro, tal como se ha venido desarrollando, pues Bosa quedará conectada en muy poco tiempo con el resto de Bogotá.
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Oviedo confiesa que trabaja 18 horas al día. Ya se ha dicho que duerme muy poco. Así que cuatro horas son suficientes para dormir. Se levanta a las 4:00 de la mañana y va a trotar al Parque Lineal de Bosa. Lo acompaña Mora, una perrita negra y robusta que adoptó con su pareja, Sebastián, en el barrio Santafé. El novio del que aspira a ser el primer mandatario de los bogotanos es diseñador y tiene un taller donde apoya a las mujeres trans y a las trabajadoras sexuales de la zona. A las 6:30 de la mañana ya está en la calle, repartiendo volantes y hablando con las personas que aguardan mientras el semáforo cambia de luz.
Está vestido con un pantalón negro doblado de manera impecable a la altura de los tobillos —se reconoce obsesivo con el orden y no es capaz de salir a la calle con la ropa mal planchada—, con un buso azul aguamarina sobre una camisa blanca de la que se asoman el cuello y los puños, estampada con una B pintada de rosa —de Bogotá, por supuesto—, con un rayo amarillo atravesado y con su eslogan de campaña: ‘Con toda por Bogotá’. La imagen de su campaña parece inspirada en la iconografía de los superhéroes.
Camina por su oficina montado en sus adidas blancos y saca de un cajón la colcha de retazos tejida en lana por su mamá —con cuadros azules, anaranjados, amarillos, rojos, verdes— y cuenta que se arropa con ella cuando tiene algunos minutos para descansar sobre un tapete negro peludo. Muestra el computador, un Asus 2018. Se ve obsoleto y tiene roto el teclado. “No hay plata ni tiempo para comprar un nuevo computador. Trasladar la información del viejo, al nuevo, tardaría tres días”. Muestra los retratos de Juan David Laserna, un artista que toma fotos con el obturador abierto, para distorsionar la luz: en uno se ven filas de números y en otro se lee la frase: ‘Coeficiente de intensidad’. Muestra, con orgullo, un huevo de Fabergé —de los que usa la realeza sa— hecho por las laboriosas manos de su madre.
Mide cuarenta centímetros y está decorado con lentejuelas azules y corazones violeta decorados con brillantes dorados y amarilos. El también glamuroso e impecable Juan Daniel Oviedo ondea su frondosa melena plateada, que suele acomodar con las manos mientras habla. Cuenta que se lava el pelo con el popular y legendario jabón Rey una vez a la semana y que se lo cuidan en el ‘Taller del pelo’, en el norte de la ciudad, donde le formularon un champú especial para matizarle las canas. A su paso va dejando un aroma a madera, a humo, a limón mandarino, a especias y hierbas picantes y añejas. Es un perfume árabe que su madre le trajo de regalo de Nueva York. Ama los buenos perfumes. Ama la ropa bien diseñada. Ama sus lentes vistosos.
—¿Y qué va a hacer si no pasa a la segunda vuelta? —Estamos enfocados en pasar a la segunda vuelta. Por eso, invitamos a la gente a votar sin miedo. —¿Pero si no pasa? —Sabré discernirlo en ese momento. Ahora, no puedo decirte nada, pues estoy enfocado en ganar. Pero siempre hay posibilidades. Por ejemplo, cancelar la licencia que tengo como profesor titular del Rosario, las consultorías—.
Y no descartaría hacer una maestría en historia del arte en Italia. De hecho, cuando le rechazó a Petro seguir en su cargo como director del Dane —siempre le reconoció, como muchos, que fue el funcionario estrella del Gobierno Duque—, expresó el deseo de cumplir ese sueño. Se iría de viaje con su madre. Y podría volver a salir a comer con Sebastián a sus restaurantes preferidos, para después irse de fiesta. Volvería a tomarse unos vinos con los amigos. También podría ser modelo de marcas para el cuidado capilar masculino.
—¿Y si queda de segundo, aceptaría la curul que tendría por derecho en el Concejo? —Por supuesto. No estamos hablando solo de democracia: es un trabajo y una gran responsabilidad, un orden institucional y un estatuto de oposición que debe jugar el que quede en segundo lugar. Tendría que entrenarme para ser un buen concejal: el mejor concejal—.
Bien sea en la política, en la economía, en el arte, o lavando baños, Juan Daniel Oviedo sabrá esforzarse para ser el mejor.
La verdad nunca sale mal
Llevamos más de ocho meses compartiendo una propuesta para Bogotá basada en la verdad, palabra de solo seis letras que ha significado todo en este propósito de construir un proyecto de ciudad que se fundamenta en la diversidad política, ideológica, religiosa, étnica, y de género como fuente de riqueza y desarrollo y al cual convocamos para ponerle cabeza a los problemas y corazón a las soluciones.
La verdad tiene seis letras como Oviedo, pero a ella como a Oviedo se los quieren llevar por delante con el miedo, palabra de cinco letras que debemos derrotar con el ejercicio de la democracia.
La verdad es que en Bogotá sí o sí habrá segunda vuelta. Los datos asociados a la distribución de intención de voto de las diferentes encuestas publicadas hasta el momento, así como nuestra presencia en la campaña como movimiento independiente y la de Gustavo Bolívar, extensión de los intereses personales del presidente Gustavo Petro, lo ratifican.
El miedo se propaga vendiendo que los problemas de Bogotá se deben resolver de afán, polarizando, cuando tenemos, de verdad, de donde escoger sin caer en la tradicional ideologización de los problemas de la ciudad. ¿Han notado que las campañas de los políticos de siempre dejaron de proponer soluciones, de buscar nuevas alternativas para soñar una Bogotá distinta? Es como si quienes habitamos esta ciudad no nos mereciéramos ser gobernados por los mejores, como si Bogotá estuviera hipotecada a los clanes políticos. Están cancelando el espíritu plural de Bogotá para proteger los intereses de unos pocos.
La verdad es que, al igual que en otras etapas de mi vida, he sido sujeto de una estigmatización e invisibilización desde el 29 de julio, cuando oficialmente inició nuestra campaña. Primero, se dijo que éramos la ficha tapada del uribismo. Después, con artimañas politiqueras se puso en duda nuestra candidatura por una supuesta inhabilidad.
Vendieron miedo diciendo que no continuaríamos en la contienda. Vendieron miedo a partir del 26 de septiembre (fecha en la cual el Consejo Nacional Electoral reconoció nuestro derecho, ratificando nuestra candidatura) diciendo que Oviedo era la ficha tapada del petrismo. Lo grave es que eso se ha hecho por décadas con quienes vivimos en Bogotá, truncando oportunidades, impidiendo que sea el mérito el que defina quien sale adelante. En fin, quieren que el miedo sustituya la esperanza, quieren evitar una segunda vuelta y por eso piden, de forma incoherente, resolver las elecciones que definen los destinos de casi 8 millones de personas, sin escoger entre los mejores.
La verdad es que no se trata de mí, sino de nuestras propuestas que reconocen que la confianza de las personas que habitamos Bogotá se recupera con la capacidad de resolver integralmente y basados en evidencia los problemas de seguridad, movilidad y pobreza. Nosotros representamos la certeza de que las cosas pueden suceder ya.
La verdad es que Bogotá requiere generar $ 52 billones y 287.000 nuevos puestos de trabajo en los próximos cuatro años. La verdad es que Bogotá demanda un sistema de salud presente en todas las localidades; la verdad es que Bogotá no aguanta más inseguridad; la verdad es que Bogotá necesita el metro ya y sobre todo, la verdad es que Bogotá exige un cambio que nos permita solucionar nuestros problemas y volver a creer. Miedo es suponer que “todo vale” y no atrevernos a tener esperanza.
La verdad es que es mejor acabar con el miedo, pasando de cinco a seis letras. El próximo 29 de octubre cambiemos miedo por Oviedo. ¡Con toda por Bogotá!
Columna de opinión de Juan Daniel Oviedo.