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Viaje al interior del Bronx, de la mano de sus protagonistas
La Fundación Gilberto Alzate y el Museo Nacional inauguraron una exposición con más de 150 piezas.
Winder Jojoa, ‘Chiras’ y Andrea Monroy volvieron al Bronx (o a la ‘L’, como ellos lo nombraban): un barrio en el que habitaban los excluidos de la sociedad y donde operaba una de las ollas de tráfico de drogas más grandes y temidas de Bogotá. Pero esta vez regresaron como guías de la exposición ‘La Esquina Redonda: memoria, creación y cuidado en el Bronx Distrito Creativo’, que fue inaugurada esta semana en el antiguo edificio de la Facultad de Medicina, ubicado en la carrera 15 con calle 10.ª.
Jojoa y ‘Chiras’ vivieron en la ‘L’, desde 2010 y 2015, respectivamente, y fueron consumidores de bazuco y otras drogas hasta el operativo de 2016, cuando unidades de la Policía y el Ejército, apoyados por el Distrito, intervinieron y desalojaron el lugar. Monroy, por su parte, istraba una tienda de barrio dentro de la ‘L’ en la que, además, funcionaban las populares máquinas de azar. Todos ellos quedaron a la deriva luego de 2016: pasaron por muchas cosas antes de llegar a ser mediadores de esta exposición, organizada por el colaboratorio de creación La Esquina Redonda y en la que unen fuerzas la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (Fuga) y el Museo Nacional de Colombia.
“Creo que cuando llego a Bogotá, muero en el vicio”, dice Jojoa, de pie en el salón de la exposición y rodeado de objetos que le recuerdan su paso por la ‘L’, y relata: “Creí que mi vida era morir en el bazuco. Por eso, después del operativo, pensé que tenía que seguir a la banda. Entonces hicimos una ‘resistencia’ en la plaza España, luego nos fuimos para la sexta… Y allí todo era distinto a la ‘L’, todo el mundo estaba pendiente, pendiente del ‘sapo’. Por eso me fui al ‘Sanber’ (barrio San Bernardo). Un día, un socio me pidió un ‘carrazo’ (un pipazo de droga) y me dijo ‘arriba están recibiendo gente’”.
Jojoa dio el primer paso: ingresó a La Rioja, una de las Unidades de Protección Integral, del Idiprón, para iniciar su proceso de resocialización. Pero entró y salió varias veces: las condiciones del lugar y las dinámicas de la dependencia aún lo halaban a la calle. “En esos ires y venires, conocí a Susana Fergusson. Yo tejía y ella me vio tejiendo y me habló de la resiliencia. Yo, al principio, no sabía qué era eso, solo tejía por negocio. Pero a través de lo que ella me enseñó entendí que podía tejer también mis penas y ahí comienza la transformación”.
Susana Fergusson es educadora comunitaria con énfasis en reducción de daños y ha dedicado buena parte de su carrera a trabajar con población habitante de calle a través del Idiprón y otras entidades. Su nombre suena no solo en los recuerdos de Jojoa, sino en los de ‘Chiras’, Andrea y todas las personas que construyeron esta nueva exposición.
“A través de ella hicimos un trabajo de acercamiento, de generar redes y confianza… de humanizar a la persona y quitar ese estigma que siempre hemos tenido los habitantes de calle”, cuenta ‘Chiras’, quien reconoce haber sido un consumidor problemático de bazuco y agrega: “Todo esto comenzó con una maqueta que ella nos propuso hacer”.
En 2017, cerca de 200 personas volvieron a levantar la ‘L’ a pequeña escala. Con cartones, ladrillos y tejas didácticas, pinturas, cuerdas y papeles de colores, recrearon esa cuadra que, al contrario de los imaginarios, no solo giraba en torno a la droga. Allí, había familias del común, comerciantes, artesanos... Y fueron ellos mismos los que recordaron cómo era su mundo a través de esa maqueta: “La maqueta se hizo como era la ‘L’ en realidad: una construcción colectiva de todo el mundo”, manifiesta ‘Chiras’, con nostalgia.
“A mí lo que más me cambió fue hacer esa maqueta. Era el mundo de nosotros... y como la hicimos entre varios, escuchamos las historias de los demás y fue como... uf, tanto conocimiento, tantas cosas que pasaban en ese lugar y yo no me daba cuenta, por estar en el consumo”, apunta Jojoa.
Tal fue la iración que despertó esa maqueta que el Museo Nacional pidió una. Esa segunda reconstrucción, hecha por ese mismo grupo, hoy está expuesta en una de las salas del museo. “Esa maqueta nos llevó a compartir, a salir de esa burbuja. La gente tiene un imaginario muy negativo de nosotros y la idea es que entiendan que uno es un ser humano. Esa maqueta fue el principio: el museo nos enseñó a ser mediadores, nos enseñó historia. Comprendimos muchas cosas y empezamos a tener un diálogo con la gente”, agrega Jojoa.
Ahora, para esta nueva exposición, se hizo una tercera maqueta: la de la Esquina Redonda, el único edificio que quedó en pie luego de la demolición del Bronx.
Esa maqueta es, de hecho, una de las piezas que más interés despierta dentro de la exposición. Tiene cuatro pisos y 12 habitaciones, en las que se puede dar un vistazo a todas las historias que se tejían en la ‘L’: el consumo, el reciclaje, la informalidad, la niñez, etc.
Pero la Esquina Redonda no es solo el único predio en pie ni una maqueta que evoca el pasado, es el principio de la nueva historia del Bronx. “Cuando comenzamos a trabajar en el proyecto Bronx Distrito Creativo, la comunidad estaba pidiendo un espacio museográfico, pero que fuera comunitario. Y nos dimos cuenta de que no había mejores personas que nos contaran qué había pasado en la ‘L’ que quienes la habitaron, y comenzamos a trabajar en este espacio de creación y memoria”, explica Margarita Díaz, directora de la Fuga, entidad que gerencia el megaproyecto Bronx Distrito Creativo. De la mano del Museo Nacional llevan más de tres años adelantando procesos comunitarios para que distintas poblaciones reflejen, a través de creaciones artesanales y artísticas, su visión de lo que fue, es y será el nuevo Bronx.
Todo ese trabajo, que hoy ya se refleja en decenas de creaciones, estará expuesto en una Esquina Redonda restaurada y recuperada. “Estamos esperando resolución del Ministerio de Cultura para iniciar contratación de la obra en julio y comenzar obra en octubre”, explica Díaz, pero aclara: “El problema es que estos proyectos de restauración toman tiempo. Entonces lo que quisimos hacer con esta exposición fue no esperar a tener una infraestructura restaurada para comenzar a contar las historias, sino que aprovecháramos ese trabajo con la comunidad para lanzarnos a hacer esta primera muestra”.
Es decir, esta exposición es un abrebocas de una mucho más grande que se abrirá cuando la Esquina Redonda esté lista.
“Lo que hicimos aquí es la adaptación de un guion que es mucho más largo. La idea es que cuando abramos la Esquina Redonda contemos 200 años de historia de los habitantes de calle en Bogotá; pero, por ahora, contamos con esta exposición, arrancamos desde el desmonte de El Cartucho hasta el desmonte del Bronx”, explica Andrés Góngora, curador de etnografía del Museo Nacional, y explica que los visitantes se encontrarán en esta muestra tres tipos de objetos: los ya producidos, como documentales; los objetos encontrados en las ruinas de la ‘L’, como cartas de amor, de niños que vivieron allí, pipas, balanzas para pesar monedas y estupefacientes, entre otros; y objetos cocreados, es decir, las creaciones que han surgido de los procesos comunitarios.
Y, por supuesto, todo lo que usted vea allí será interpretado y guiado por quienes lo vivieron: “Nosotros somos las voces de quienes vivieron la ‘L’ y ya no pueden hablar”, expresa Monroy.