Aunque no hay una fórmula mágica para construir ciudades perfectas, sí existen algunas claves desde la Nueva Agenda Urbana para hacerlas lo más compactas, sostenibles y conectadas posible.
Uno de sus más fervientes promotores es Joan Clos, exalcalde de Barcelona (1997-2006) y exdirector de ONU-Hábitat (2010-2017), quien visitó recientemente Bogotá en su presentación como senior partner de Atrevia, una de las agencias más importantes del mundo.
Clos conversó con EL TIEMPO sobre los ejes de la Nueva Agenda Urbana que, asegura, no depende de la cantidad de dinero que tenga una istración para ejecutar obras, sino de la voluntad de trabajar en conjunto con el país y los entes judiciales.
¿Qué propone la Nueva Agenda Urbana?
Pensar ciudades desde cinco ejes: la política nacional urbana, la norma, el diseño, el marco financiero y la participación significativa de la istración local. La política y la norma son fundamentales porque la urbanización no debe ser un proceso espontáneo sino que debe tener unos códigos que se apliquen rigurosamente dentro de un marco jurídico y una línea nacional. Bogotá, por ejemplo, no es una monarquía, no es independiente del país. Ahora, no hay que caer en la tentación de ponerlo todo en tribunales y dejar que jueces hagan la ciudad.
¿Cuáles ventajas del urbanismo compacto y planificado defiende?
Optimiza la calidad de la ciudad y organiza el territorio de tal manera que consigue espacio público de calidad y, luego, piensa en un plano individual o privado. Lo compacto, bien diseñado, permite calidad de vida y evita gastos excesivos en movilidad y otros factores propios de una ciudad dispersa y de baja densidad.
Además, las urbes son la fábrica de la transformación de la economía. A veces las pensamos en función de edificios. A los urbanistas no les gusta hablar de dinero y a los economistas no les gusta hablar de ciudad, y es un error. La razón más profunda de la planificación no es una ciudad bella, sino acelerar la generación de valor. Pero nada de esto se puede hacer si no hay colaboración entre el Gobierno Nacional y local, y el sector privado.
No hay que caer en la tentación de ponerlo todo en tribunales y dejar que jueces hagan la ciudad
Ahora hay propuestas creativas como las urbes cinéticas y flotantes para crear la ‘ciudad soñada’, ¿cree que funcionarán?
El cambio climático, las migraciones, la informalidad y las desigualdades son temas tan importantes que no hace falta pensar en soluciones extraordinarias. Es mejor concentrarnos en lo básico: la provisión de espacio público de calidad, mejorar la movilidad y dar crecimiento económico. Si esto se cumple, entonces lo creativo sería oportuno. Lo que no me gustaría es que el mundo se enfocara en ideas utópicas, cuando la realidad requiere medidas inmediatas.
¿Cuáles son los retos para Bogotá como ciudad?
La movilidad y el fortalecimiento de la capacidad productiva, qué clústeres puede posicionar y qué papel juegan en la economía nacional. Frente a los municipios cercanos en crecimiento, la verdad es que en ONU-Hábitat no somos muy partidarios de los new towns sino que creemos en el ensanche urbano planificado, porque los primeros crean comunidad aislada. Pero es cierto que hay un problema obvio: la urbanización se acelera y la gente tiene que ir a alguna parte. Tan solo en América Latina, 84 % de la población vive en ciudades.
Aunque hay que decir que Bogotá ha aprendido mucho, e incluso está enseñando, todo este tema de TransMilenio es interesante, por ejemplo. Pero vale aclarar que tenemos la obligación de buscar soluciones a los problemas con ideas ad hoc o con adaptaciones. Copiarse entre urbes no es la salida.
BOGOTÁ