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‘Bienvenidos migrantes’: la historia detrás del puente pintado de la 170
Dos colectivos de artistas están plasmando mensajes alrededor de la migración y la equidad.
Nueve artistas urbanos le están dando los últimos retoques al puente de la calle 170 con autopista Norte, el mismo que estuvo en el ojo del huracán hace una semana.
“En un país donde la desigualdad es lo que prima, donde los recursos no son bien distribuidos, entiendo que la gente se moleste en pensar por qué se están gastando recursos pintando un puente. Pero también creo que cada persona es valiosa y cada disciplina cumple con su deber, nosotros como artistas cumplimos con nuestro deber de hacer reaccionar al transeúnte. Si todos aportamos a que toda la sociedad siga adelante, no vamos a pensar que pintar un puente es algo inútil, sino que es parte de la transformación”, dice Mateo, más conocido como Calma, uno de los artistas convocados por el colectivo Re Makia, encargado de pintar el costado occidental del puente.
Luego de que la intervención se hiciera mediática, el colectivo Re Makia se ó con EL TIEMPO y lo invitó a conocer, de primera mano, lo que se estaba haciendo debajo de la estructura: un trabajo artístico para convertirlo en un lugar de bienvenida a los migrantes. Este diario, de la mano de los jóvenes ganadores de una de las 25 Becas Museo Abierto de Bogotá, exploró sus muros y columnas, y los detalles y relatos, que escaparon a los ojos de la prensa cuando la noticia estuvo en su boom.
“Hace mes y medio, comenzamos un proyecto de participación con la comunidad del barrio Granada Norte, con migrantes y con barristas de Millonarios, con quienes, a partir de la temática ‘Las migraciones’, construimos los bocetos y los diseños que iban a ir plasmados en el puente. Con ellos, y con el colectivo que pinta el costado oriental, elegimos el color turquesa… la gente sintió que ese era el color que iba de la mano con la esperanza, con dar una mejor acogida a los migrantes que estaban llegando a Bogotá”, cuenta Felipe Duarte, miembro del colectivo.
Cuando los diseños estuvieron listos, empezó la intervención. Primero, el contratista se encargó del alistamiento y limpieza de la infraestructura, se aplicó la primera base de color y se dejó listo el lienzo de cemento. El lado oriental lo tomó el colectivo Latir, que plasmó un diseño inspirado en el concepto de equidad; y, el occidental, lo tomó Re Makia. Cada colectivo, con su estímulo de 30 millones de pesos entregado por el Idartes, adquirió los materiales que faltaban, convocó a su gente y comenzó a trabajar.
Re Makia, por su parte, llamó a cuatro artistas de su grupo y convocó a otros nueve para pintar. Entre ellos está Mr. Garek, un artista venezolano que llegó a Colombia hace tres años buscando oportunidades para seguir haciendo su trabajo; Mr. Garek asegura que no es azar haber elegido la migración como temática para este lugar.
“Este es uno de los puntos que les da la bienvenida a Bogotá a todos los que vienen de Norte de Santander, de la frontera con Venezuela, y es el punto de llegada de muchos migrantes. Nos pareció importante hacer un tema de reflexión de qué es ser migrante”, dice. Su diseño, por ejemplo, está en el costado norte e ilustra el rostro de un migrante que porta una semilla. “La semilla representa toda la herencia cultural, el elemento que en la naturaleza migra de un sitio a otro. Es como cuando un árbol suelta una semilla, esta la recoge un ave y, al final, puede germinar en cualquier otra tierra”, detalla.
El trabajo de Mr. Garek, por ejemplo, es uno que ha podido germinar en tierras colombianas. “Los primeros meses fueron un poco difíciles mientras me adaptaba. Pero cuando empecé a participar en distintos proyectos, pude viajar por toda Colombia pintado. El parche acá ha sido generoso y amigable conmigo,como artista”, cuenta. Hoy, sus trazos están en Caracas, Bogotá, Cundinamarca, Boyacá y otros territorios.
A la vuelta del muro está el trabajo de Calma. “Pinté una persona a la que, por dentro, se le ven los huesos y las venas, simbolizando lo que llevamos dentro. Finalmente, si quitamos razas, nacionalidades, colores y nos vemos hacia adentro, nos encontramos la naturaleza humana, donde todos somos lo mismo”, dice, y señala el corazón de la figura, que es una casa: “Los migrantes de alguna manera llevan su casa por dentro. Su casa es el camino, donde llevan memoria, sus expectativas, su cuidado. Su corazón es su casa”.
“Ha sido muy impactante trabajar en este puente”, agrega Calma, y suelta un suspiro. “Todos los días pasan personas, migrantes, desplazados, a pie o en mulas. De hecho, hace un par de días llegó una familia migrante a la hora del almuerzo. No tuvieron dónde quedarse y pasaron aquí el día y la noche. Para ellos, estos diseños fueron esperanza y fortaleza y saber, de alguna manera, que también se está pensando en ellos”.
El colectivo Re Makia fue el encargado de pintar el costado occidental. Foto:Néstor Gómez - El Tiempo
Felipe recuerda que la más pequeña de la familia, una niña, también quiso pintar. Tomó un aerosol y le pidió a su hermano que la alzara. “Uno de los chicos vio. Les tomó una foto y replicó la imagen en una de las columnas”, relata. Esa familia, que comenzó esta semana una nueva vida en Bogotá, ahora está plasmada allí.
Linda, más conocida como ‘La de los mamarrachos’, también recuerda el episodio. “Dijeron: ‘esto no le quita el hambre a nadie, ni nos llena de plata’. ero aseguraron les da el aliento de seguir y esa es un poco la idea, que se sientan bienvenidos, y se sientan en su casa, que sepan que no todo mundo es hostil”, manifiesta y muestra su aporte en el puente: “A partir de los doodles, que es mi estética, quise reflejar una gran marcha. Hay aves humanizadas y personas que llevan un equipaje ligero… esas pocas cosas con las que uno se va. Llevan también casitas, sus hogares: que no es el cemento o el ladrillo, sino los recuerdos que te llevas cuando migras”.
En el resto del puente, hay otras figuras y mensajes. Hay pájaros que vuelan sobre el ladrillo con casas a cuestas, como otra alegoría a la migración; imágenes que hacen referencia a la reciente migración de los refugiados afganos; y un gran mensaje que escribió uno de los vecinos en los procesos participativos: ‘Bienvenidos Migrantes’.
“Cuando hicimos las reuniones, la gente dijo ‘de una’. Veían el puente como un lugar oscuro, lleno de basuras, peligroso. Pero llegamos también a hablar con gente que no le gustaba el graffiti y odiaban a los migrantes. Entonces dijimos ‘fantástico, aquí hay que trabajar’”, recuerda Felipe. Hoy, los ciclistas y peatones que pasan por debajo del puente desaceleran la marcha y miran hacia los lados y hacia arriba. Algunos, incluso, se toman el tiempo de detallar las columnas, hacer algunas fotos o hasta hablar con los artistas.
Los invitamos a la inauguración este 27 de noviembre. Hicimos este espacio con cariño, los artistas trabajaron por dar un mensaje de esperanza y oportunidades
Los recursos para ellos, además, supusieron un estímulo a su trabajo en medio de tiempos difíciles.
“En el marco de la pandemia, el arte urbano, los artistas de graffiti fueron muy afectados, porque la forma que ellos escogen para realizar sus interpretaciones es precisamente la calle y, para entonces, salir era un riesgo. Este tipo de convocatorias son un estímulo para que de esa forma se pueda reactivar también la economía de los artistas urbanos -que históricamente siempre ha sido muy informal- y para ayudar a plasmar un mensaje y a extenderlo. Estos son mensajes políticos, sobre la situación que estamos viviendo actualmente”, agrega Felipe.
Hoy, la primera parte del trabajo de recuperación de este espacio público está a punto de terminar: los artistas urbanos pusieron su parte y se preparan para la inauguración el 27 noviembre.
Al otro costado del puente, el colectivo Latir también adelantó un proceso creativo y de participación. Según le contó a este diario Jorge Restrepo, miembro del colectivo y experto en desarrollo, Latir trabajó con vecinos y comerciantes de Toberín y con transeúntes.
"Pusimos sobre la mesa el concepto de equidad. Equidad es la posibilidad de compensar las diferencias que hay entre los individuos para que tengan un a las posibilidades que hay en la sociedad", explicó Restrepo y se remite a la imagen mundialmente difundida para explicar la diferencia entre equidad e igualdad: la de los niños subidos en banquitos para poder ver un partido de fútbol.
Así luce el puente de la calle 170 con Autopista Norte Foto:César Melgarejo / EL TIEMPO
Esa imagen fue adaptada para replicarse en el puente: pero en lugar de bancas, las personas alcanzan la equidad subidos sobre libros.
"Cuando comenzamos a presentar la propuesta a la gente, la reacción primaria es de agrado. La gente aportó palabras que, luego, se pintaron en los costados del puente", agregó Restrepo e invitó a los ciudadanos a conocer estos murales.
"Un puente no es solo para pasar por encima o por debajo en un carro. Acá pasan también peatones... pasan muchas cosas, a veces cosas difíciles socialmente. Lograr transformar estos espacios en un lugar de interés para la ciudad es, quizá, el primer paso", reflexiona.
Lo que se hizo en la calle 170 con Autopista Norte se enmarca en la estrategia de ‘Recuperación del Espacio Público en las Zonas Bajo Puente’ que se ejecuta en tres fases: Arte y Color, Cualificación espacial y Obras y diseños. Arte y Color es la que ya están adelantando artistas en 11 puentes de Bogotá con apoyo del Idartes.
En total, esta entidad destinó 750 millones de pesos, divididos en 25 estímulos de 30 millones de pesos cada uno, para 25 colectivos a través del Programa Distrital de Estímulos y de la estrategia Museo Abierto de Bogotá.
“Este es el proyecto más ambicioso que ha tenido el arte urbano en la ciudad de Bogotá, una
apuesta que busca activar las artes plásticas y visuales en un momento en el que se
siente la apremiante necesidad de reactivación. También tiene como objetivo transformar los entornos por unos más seguros en unos puentes que se han caracterizado por tener percepciones de inseguridad”, explicó Catalina Valencia, la directora de Idartes.
En total, esta primera fase, que contempla la intervención a 11 puentes, se hace a través de un convenio del Idu con el Idartes por un valor de 4.239 millones de pesos para ejecutar en meses. Además del pago de la beca, se financia el alistamiento del puente.
Pero, luego de eso, vendrá la segunda y tercera fase: cualificar la zona a través de mejor iluminación, cumplir con criterios de accesibilidad, arborizar e incluir espacios de aprovechamiento económico como cicloestaciones.
Asimismo, la limpieza constante y la presencia de vigilancia y autoridades serán claves para que la ciudadanía pueda disfrutar efectivamente del arte urbano.