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La venta de empanadas que vive su lucha diaria en medio de la pandemia

Un reconocido negocio en zona universitaria de Bogotá resiste a la crisis por covid-19.

Elisabeth Guzmán y su hijo Javier Eduardo dan la lucha por mantener en pie su negocio de empanadas El Oasis.

Elisabeth Guzmán y su hijo Javier Eduardo dan la lucha por mantener en pie su negocio de empanadas El Oasis. Foto: EL TIEMPO

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La pandemia arrasó con todos los locales de ventas de comidas rápidas ubicados en la carrera 17, entre calles 63 y 64, justo en el sector de la Universidad de Los Libertadores. Lo dejó prácticamente como una zona desértica en la que apenas un oasis resiste la feroz embestida y las duras consecuencias que deja a su paso el coronavirus en Bogotá.
Hace apenas unos meses era espacio de mucho movimiento: congregaba a estudiantes, profesores y trabajadores; se vivía el agite del comercio de restaurantes, papelerías, cafeterías, tiendas de galguerías y hasta bares del sector. Pero hoy su imagen se parece más la de un lugar casi de desastre, por el cual unos cuantos transeúntes deambulan, algunos con tapabocas y mascarillas, otros sin nada en sus caras, en reflejo al desolador panorama.
Esa dramática imagen comenzó a dibujarse paradójicamente el viernes 13 –sí, viernes 13– de marzo, cuando ya se conocía que la semana siguiente se cerrarían las instituciones educativas, desde preescolar hasta universitarias, lo que significaba un primer golpe a la economía de los locales ubicados en zonas de centros educativos, no solo a la de este sector sino también a los ubicados en todos los puntos cardinales de  la capital, al igual que en otras ciudades del país.
Así lo recuerda Elisabeth Guzmán, la propietaria de ‘El Oasis’, el local más afamado y de mayores ventas de empanadas, con 8 años de buena historia y gran nombre, ubicado en línea diagonal a la fachada principal, la sede Bolívar, de la Universidad de Los Libertadores.
“Tengo muy presente esa fecha porque desde ese día debimos cerrar por orden de las autoridades, debido al problema del covid-19. Pensábamos inicialmente que sería sólo por algunos días, pero se alargó el asunto y ahí comenzaron a sumar las incontables pérdidas. Es lamentable. Nunca antes había vivido una situación como esta con el local”, reconoce Guzmán, una tolimense de empuje, de El Espinal, que pese a la adversidad, con ganas y con mucha terquedad, trata de seguir adelante con el negocio que le ha dado para vivir durante casi una década.
El surtido de empanadas tiene diferentes variedades como papa-carne, criolla, mixta, pollo y champiñones y mexicana, y la respectiva salsa especial de la casa.

El surtido de empanadas tiene diferentes variedades como papa-carne, criolla, mixta, pollo y champiñones y mexicana, y la respectiva salsa especial de la casa. Foto:EL TIEMPO

Fueron dos meses y 20 días el tiempo que estuvo cerrado el local, luego de haberse frustrado la reapertura. Justo el día que Guzmán tenía previsto retomar las ventas, le cortaron el servicio de energía eléctrica.
"Fue el día más decepcionante de esta triste temporada. Imagínese, con tantos días cerrados, la cantidad de deudas acumuladas y para completar me cortan la luz. Era como para llorar. Me tocó refinanciar y volver a comenzar prácticamente de ceros. Es injusto que a estos locales que han estado cerrados por meses, con las neveras y todo apagado, les sigan llegando los recibos de pago con tarifas como si hubieran estado abiertos”, denuncia la comerciante que es muy reconocida en las cuadras aledañas.
Y es que el tropezón ha sido enorme para el comercio en general. De la cuadra donde se encuentra el ya legendario sitio de empanadas, apenas sobreviven tres negocios. En la siguiente calle subsiste una panadería, que estaba por entregar el local, y ya, eso es todo lo que queda de una avenida que antes de la pandemia tenía una vida propia durante todo el día.
Es injusto que a estos locales que han estado cerrados por meses, con las neveras y todo apagado, les sigan llegando los recibos de pago con tarifas como si hubieran estado abiertos
Son unos 300 metros de trayecto en los que, lado a lado, parece que el tiempo se hubiera detenido en una suerte de día festivo eterno, con muy poca gente, a pesar de la reactivación que se ha dado en algunos sectores de la economía en Bogotá.

Doce personas sin trabajo

Tras el cierre del Oasis quedaron sin trabajo 12 personas que cumplían dos turnos desde las 6 de la mañana hasta 12 de la noche, entre panaderos, mesoneras y ayudantes de cocina, pues el local también tenía ventas de arepas, pandebonos, buñuelos, además del ya conocido surtido de empanadas en sus diferentes presentaciones como papa-carne, criolla, mixta, pollo y champiñones y mexicana, con la respectiva salsa especial de la casa.
Para completar, dos de los hermanos de la propietaria, quienes también atendían sus respectivos negocios sobre la misma avenida, tuvieron que bajar la persiana, sacar sus corotos y entregar los locales porque la situación se hizo inaguantable.

Foto:Javier Arana. EL TIEMPO

“He logrado mantenerme a flote porque, gracias a Dios, el dueño del local se ha dado cuenta de las dificultades y llegamos a un acuerdo de pago. Me permitió abonarle el 50 por ciento del arriendo mientras pasa el nubarrón y bueno, esto, pese a las otras deudas que acumulo, fue un respiro, una válvula de oxígeno, así sea por el momento, para poder reabrir y cumplir con las obligaciones. Por ahora, no hay trabajo para nadie más porque las ventas no dan para ello”, comenta la comerciante un poco afligida, pero con cierta esperanza.
Además, cuenta con la ayuda de su hijo Javier Eduardo —encargado ahora de varias de las actividades en la hechura del producto estrella del negocio— y de su esposo, Eduardo López, quien debido a la situación lleva tres meses sin tener ingresos porque la actividad a la que se dedicaba también se frenó.
Cuando Elisabeth recibió el local, hace 8 años, de manos de un padrino, el promedio de ventas de unidades de empanadas era de entre 150 y 200, pero al paso del tiempo, con un trabajo arduo, prácticamente de sol a sol, y de la mano de la receta secreta con el sabor único, las ventas se fueron consolidando.
En en sus días dorados se lograba una venta de entre 1.800 y 2.000 empanadas diarias, con lo cual, había jornadas con ganancias libres de unos 700 u 800 mil pesos.

En en sus días dorados se lograba una venta de entre 1.800 y 2.000 empanadas diarias, con lo cual, había jornadas con ganancias libres de unos 700 u 800 mil pesos. Foto:EL TIEMPO

En el último año, los días más flojos, que por lo general eran los sábados, se llegaban a vender 1.500, y en sus días dorados se lograba una venta de entre 1.800 y 2.000 empanadas diarias, con lo cual, había jornadas con ganancias libres de unos 700 u 800 mil pesos.
Pero hoy se está muy lejos de esos días maravillosos, en los cuales se cumplía a satisfacción con la numerosa clientela y con los grandes pedidos que le hacían empresas como Caracol Radio, RCN TV, la propia universidad con sus respectivos eventos y otros compromisos. De eso no queda hoy ni la sombra. En esta época se venden apenas unas 30 o por mucho 40 empanadas al día.
En la primera semana de junio finalmente reabrió el local, acatando todas las disposiciones de bioseguridad exigidas por las autoridades sanitarias, sin permitir la entrada de los clientes al establecimiento. Solo se permite atender a la gente de pie y hacer entregas a domicilio.
Hasta el momento Elisabeth, la dueña del negocio, acumula deudas de casi cinco millones de pesos en el servicio de luz, que ha tenido de refinanciar, sin contar el dinero que debe conseguir para pagar los otros servicios públicos como agua y gas y el 50 por ciento de la mensualidad en el arriendo. Y todavía le queda el porcentaje restante de la renta, que deberá pagar más adelante, cuando se logre regresar a la anhelada normalidad.
Hemos tenido que hacer ahora hasta almuerzos, uno, dos o tres, los que sean, ser muy dinámicos y llevar los pedidos a donde los clientes quieran, y vender también hasta tintos
“No ha sido fácil, hay días de mucha incertidumbre, incluso de pensar en guardar y entregar el local, pero nos hemos querido dar una nueva oportunidad en esta época de cambios. Aquí hay que sacar la templanza que nos identifica. Hemos tenido que hacer ahora hasta almuerzos, uno, dos o tres, los que sean, ser muy dinámicos y llevar los pedidos a donde los clientes quieran, y vender también tintos. Como dice el dicho: ‘le disparamos a lo que se mueva’, no hay otra mientras salimos de esta crisis. Estamos volviendo a acreditar un negocio, pero sin gente”, cuenta Elisabeth en tono pensativo.
Así les ha tocado a muchos de los dueños de negocios y restaurantes de Bogotá: darle la vuelta al negocio y apostarle a los domicilios, tal como lo ha hecho el famoso e histórico piqueteadero Doña Segunda, anclado en la plaza de mercado del 12 de Octubre. A grandes problemas, grandes soluciones.
Sin embargo, el horizonte para el segundo semestre de Elisabeth y el Oasis no es nada prometedor, pues las directivas de la universidad, lugar donde se soporta el 80 por ciento de las ventas, informaron que este año lo más seguro es que las clases de los estudiantes se sigan dictando de manera virtual.

'Es una situación que nunca imaginamos'

“Esta decisión es muy compleja. Afecta directamente a los universitarios y, claro, de paso a nosotros. Sé que muchos estudiantes dejarán a un lado sus estudios porque también se han quedado sin trabajo y no tienen con qué pagar el semestre. Creo que un alto número de estudiantes aplazarán semestre o en el peor de los casos abandonarán sus carreras. Es una situación que nunca imaginamos”, agrega.
En esta época se venden por día apenas unas 30 o por mucho 40 empanadas al día.

En esta época se venden por día apenas unas 30 o por mucho 40 empanadas al día. Foto:EL TIEMPO

En la dinámica de los negocios en los alrededores de las universidades y colegios se trabaja muy duro por cuatro meses por semestre, durante la actividad educativa. Por eso, la idea siempre es sacarle el máximo provecho, porque hay tiempos casi muertos cuando aparecen los periodos vacacionales.
“Eso nosotros siempre lo tenemos contemplado, se trabaja al máximo todos los días, pero vale la pena. Cuando no hay estudiantes, desde luego se bajan las ventas. Entre diciembre y enero es la época de descansar con plenitud. Alguna vez nos fuimos todos los de mi familia de vacaciones a San Andrés, alquilamos una casa, un yate y disfrutamos de la playa, el mar y los peces. Fue maravilloso e inolvidable, nos desconectamos del mundo y eso se pudo gracias al Oasis. El negocio ha sido generoso y por eso hemos decidido mantenernos a flote como sea y hasta que se pueda. No nos vamos a rendir”, asevera.
Pese a este futuro tan incierto, tan gris, en el cual estamos abriendo un hueco para tapar otro, nosotros la vamos a seguir guerreando, esa es la consigna
De acuerdo con cifras de 2019 de la Red de Cámaras de Comercio, en el país existen 59.928 empresas de comidas preparadas, 3.313 de autoservicio, 21.423 de comida preparada en cafeterías y 22.649 locales similares. Y todo este gremio ha sido uno de los más impactados en el comercio de emprendedores, como es el caso de Elisabeth.
Este lunes Bogotá entró en alerta naranja por covid-19, lo que implica, básicamente, volver a cuarentena pero distribuida por localidades ,y rotará cada 15 días entre el 13 de julio y el 23 de agosto. Para la localidad de Barrios Unidos, en la que está ubicado el local de empanadas y todo esta parte del sector comercial, regirá del 10 al 23 de agosto y esto significa el cierre de todos los comercios excepto abastecimiento, farmacias y artículos de primera necesidad.
A esta dura situación se agrega que 14 gremios médicos, en comunicación dirigida al presidente Duque y a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, les solicitan que ante el aumento vertiginoso de casos de covid-19 en el país, que tiene como foco la capital, se cierre completamente la ciudad durante dos semanas. De ser aceptada dicha petición, volvería a lo que fue la cuarentena total que se dio en marzo.
“Pese a este futuro tan incierto, tan gris, en el cual estamos abriendo un hueco para tapar otro, nosotros la vamos a seguir guerreando, esa es la consigna. Esto tendrá que pasar algún día. Estamos pasando por un momento complicado, en una larga sequía, pero mientras haya salud hay esperanza y vida, como cuando los caminantes llegan a un oasis en medio del desierto: se reconfortan”, concluye Elisabeth con ilusión.

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JAVIER ARANA
ELTIEMPO.COM
@arana_javier

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