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El pequeño pulmón verde que sobrevive en medio del concreto de Bogotá
Un jardín botánico con más de 300 especies de plantas se esconde en una casa de Ciudad Bolívar.
Un patio de orquídeas, un túnel de acuarios, un bosque nativo y una terraza de suculentas son los espacios que más resaltan de este jardín botánico en el suroriente de Bogotá. Más de 10.000 plantas de 300 especies diferentes se encuentran tras la fachada de una casa verde, ubicada en la carrera 17 n.° 65A sur.
El lugar ha cautivado a locales, turistas e, incluso, al actual presidente Gustavo Petro, que despachó desde el lugar durante casi dos meses en 2013, cuando fue alcalde de Bogotá; de hecho, allí presentó su propuesta de POT que nunca llegó a buen término.
Piscina del jardín botánico de Ciudad Bolívar. Foto:Milton Diaz/ El Tiempo
El espacio, que desde afuera se ve como una casa de tamaño normal del barrio El Lucero, en Ciudad Bolívar, realmente está compuesto por 12 lotes que suman casi 2.000 metros cuadrados llenos de vegetación y sitios acogedores para los visitantes, que este de enero a junio de 2023 han sido alrededor de 2.500 personas.
A una cuadra de la sede principal se ubica la parte más turística de este jardín botánico. Allí llaman la atención los cientos de crisálidas vacías y las decenas de hormigas alimentándose en la rosaleda, es el hogar de la especie de mariposa: espejito del curubo.
En este espacio un poco más pequeño también se encuentra una curiosa piscina natural con agua del páramo de Sumapaz. “Este sector me recuerda a los jardines de la Alhambra”, dijo un turista inglés al visitar el lugar. Esa era la intención del dueño y diseñador del sitio, Édgar Parra, asemejarlo a la emblemática ciudad medieval con palacios, torres y jardines, ubicada en Granada (España).
Queríamos construir un colegio diferente, no el típico que tiene un patio central, porque esa arquitectura está diseñada para vigilar
Y es que los caminos, las terrazas y la ubicación exacta de cada planta la ha decidido Parra. Su idea nació a finales de los años 80, pero su intención inicial no era hacer un jardín botánico, sino un colegio.
"Queríamos construir un centro educativo diferente, no el típico que tiene un patio central, porque esa arquitectura está diseñada para vigilar a los niños, no para dejar que sean felices", explica Parra.
Así las cosas, el Colegio Real de Colombia se hizo realidad en 1989 con los esfuerzos de Parra y su exesposa, Yamile Duarte. "Íbamos comprando casa por casa, en la medida que podíamos tener los recursos para hacerlo, y la añadíamos al diseño", cuenta el arquitecto, quien además menciona que la forma de ir incorporando los nuevos predios, que eran inquilinatos, era derribando los muros y remendando el diseño en el sector de los patios de las casas, para lograr espacios más amplios.
De todas formas, explica Parra, la vocación de los espacios siempre fue consolidar un jardín botánico y que en él funcionara el colegio, no al revés.
Con el paso de los años se iba haciendo más difícil sostener el colegio, así que la única alternativa fue hacer un convenio con el Distrito para mantenerlo, meta que alcanzaron en 1998. Pero 13 años después, en 2012, perdieron el trato que subsidiaba la pensión de parte de los estudiantes y tuvieron que cerrarlo porque "algunos niños ya no podían pagarlo y las cuentas no nos daban".
Bromelia del jardín botánico de Ciudad Bolívar. Foto:Milton Diaz/ El Tiempo
Hoy, una zona de este jardín botánico está arrendado a la Secretaría de Educación y allí funciona la IED Colegio Ciudad de Montreal. Los recursos que se obtienen por esa vía corresponden al 90 por ciento del mantenimiento del lugar y el 10 por ciento restante se consiguen con el valor de las entradas, cada una cuesta 10.000 pesos.
En el lugar trabajan cuatro personas: tres guías y un jardinero que se encargan de mantener la vida tras la fachada. Pero la señora Concepción Talero, madre de Édgar y quien vive en un apartamento en medio de la vegetación, es la principal cuidadora de esta naturaleza.
Conchita, como prefiere que la llamen, se levanta a rociar las plantas del lugar a las 4 a. m.; sus 84 años no le pesan para madrugar a hablarles a las flores. "Tengo la costumbre de levantarme temprano porque toda mi vida lo hice para salir a la plaza de mercado", cuenta la señora Concepción.
Agrega que esto lo hace para que las plantas no se quemen "en esa hora, tienen tiempo de absorber el agua; si se hace después, no solo se secan muy rápido, sino que se les queman las hojas por el sol".
Según el Instituto Alexander von Humboldt, esta especie proviene de regiones tropicales africanas y fue introducida con fines ornamentales en Colombia durante la primera mitad del siglo XX.
El ojo de poeta crece en lugares húmedos y pocos conocen el riesgo que puede causar para las especies nativas, creando una cobertura donde no llega el sol y no pueden germinar otras plantas. Parra asegura que ya está decidido a quitarla, con el fin de que no afecte otras especies.
Bosque nativo en el jardín botánico de Ciudad Bolívar. Foto:Milton Diaz/ El Tiempo
Y es que el propietario del lugar dice que entender el conocimiento técnico de las plantas que viven en este espacio ha sido uno de los retos que ha tenido que asumir en el camino. "Todo lo he aprendido por mi cuenta, consultando libros y con la experiencia", asegura Parra, pues para evitar daños a la vegetación y a las especies de insectos que también comparten ese hábitat ha tenido que informarse.
Frente a esto, Parra ha tenido un gran desafío: lograr mantener sanas sus plantas. Aunque no tiene un inventario de cada una, sí revisa constantemente su estado de salud. Ahora, la más crítica se encuentra en el bosque nativo, se trata de un caucho sabanero, árbol de Boyacá e insignia de la capital entre 1972 y 2004 por su longevidad.
“Toca ir pensando en talarlo porque en la última visita del Jardín Botánico de Bogotá (JBB), dijeron que no tiene cura”, afirma. Ha recibido un par de visitas de dicha entidad ambiental, que lo ha asesorado; no obstante, Parra quiere mantener su iniciativa de forma independiente.
Para el JBB, iniciativas como estas son valiosas por el beneficio que tienen las plantas para las personas y el entorno; también demuestran el interés por la naturaleza. Sin embargo, “un jardín botánico incluye manejo de colecciones con criterios científicos que están en constante observación e investigación para su cuidado y propagación sostenible; además se ocupa de que sus colecciones estén inventariadas, marcadas y señalizadas, así como reportadas al inventario nacional denominado SIB Colombia (Sistema de Información Botánica de Colombia)”.
A pesar de eso, Parra considera que su iniciativa es un jardín botánico al servicio de todos los bogotanos y visitantes que deseen recorrer el interesante lugar. Uno de los próximos proyectos es abrir un nuevo restaurante de comida criolla, cerca de la zona de la piscina. Aunque, para Parra, esa es la menor de las apuestas. Su verdadera meta a corto plazo es introducir la mariposa monarca como una tercera especie que llegue al mariposario.