“¡hola, Chery!”. En los últimos años el plus más invocado de la industria automotriz es la posibilidad de hablar con la máquina; los rasgos de ‘humanidad’ de los autos son tan esenciales como el número de kilómetros de autonomía o el diseño.
El nuevo Chery tiene un ‘cerebro’ que no necesita estar conectado con el celular para hablar con su piloto e interactuar con él; todavía no es tan inteligente como para ir en busca de un villano como el ‘auto fantástico’, pero en su pantalla y en su memoria tiene todo para proponer una ecuación perfecta para combatir uno de los mayores problemas de la humanidad: el calentamiento global.
El Chery TIGGO 7 PHEV es hibrido; se puede enchufar y recargar con la energía del motor. Las dos fuerzas combinadas pueden alcanzar una autonomía de más de 1000 kilómetros. “La idea”, me dice Sebastián Ramírez, el experto de producto, “es poder gestionar la batería y gastar la menor cantidad posible de gasolina; el motor la recarga, pero por algo también es enchufable. Los híbridos tienen una tecnología que combina lo mejor de los dos mundos; son autos de ciudad, pero también máquinas que pueden cubrir grandes distancias”. El Chery TIGGO 7 -más allá de su tecnología- tiene un diseño único, y como marca y compañía se mantiene lejos de las primeras incursiones de la industria automotriz china: es totalmente original.
Ni sus rines, ni su corte frontal o posterior se parecen a nada; no es copia de… ni un auto parecido a…; el Chery es un auto con nombre propio.
Y definitivamente es uno de sus puntos más fuertes: es fuerte, estilizado y cero pretencioso; pero es capaz de imponer su presencia en una ciudad como Bogotá donde hay que pelear cada centímetro cuadrado de calle. En carretera se comporta como todo un animal; no es un auto brioso ni hecho para subir hasta los últimos confines de la geografía colombiana, pero en su modo deportivo, en un suspiro, puede dar grandes sorpresas. Y, por supuesto, tiene todos los juguetes posibles en términos de parqueo (cámaras y sensores que señalan cualquier punto peligroso), sistema para detectar las líneas de carretera, manejo automático detrás de otro carro y, en la pantalla, un mapa de todos los elementos cerca: un alivio para un nuevo tráfico donde las motos se aglomeran como abejas furiosas en cada vía. Tiene un frenado muy suave y queda bloqueado en una subida -como si tuviera freno de mano- solo con presionarlo un poco más fuerte.
Es un auto familiar en muchos sentidos, tiene un filtro N-95 para purificar en aire como en tiempos de pandemia, sillas de eco-cuero, sistema de sonido Sony, un generoso techo corredizo y la garantía 8 años sin límite de kilometraje. Ya tiene 10 vitrinas en Colombia y servicio posventa cubierto nivel nacional. Su precio, aproximadamente 170 millones de pesos, es otra apuesta saludable para el mercado: está 40 o 50 millones por debajo de sus competidores. Su ecuación precio-calidad, como en un vino de góndola notable, es bastante atractivo. En términos generales es un auto que, en su manejo, es supremamente intuitivo y poco a poco pueden descubrirse todos sus juguetes.
Más información en www.chery.com.co