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Una labor impecable

En medio de la pandemia, el personal del aseo ha realizado una labor silenciosa y perfecta.

El trabajo del personal de aseo ha impedido que los hospitales se conviertan en focos de contagio.

El trabajo del personal de aseo ha impedido que los hospitales se conviertan en focos de contagio. Foto: Lisa-Blue / Istock

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Desde hace unos meses, la humanidad se enfrenta a un enemigo minúsculo: una entidad biológica contra la que no estábamos preparados. Por décadas pensamos que la gran batalla de nuestra especie sería contra alienígenas o enormes cataclismos naturales. Nos imaginamos peligros de escalas monumentales y, al final, como en La guerra de los mundos, de H. G. Wells, la amenaza resultó ser imperceptible, solo que esta vez los vencidos somos nosotros y no las atroces criaturas de Marte. Y las armas más efectivas que tenemos para derrotar a este patógeno son elementales, casi rudimentarias: agua y jabón.
Se ha escrito mucho sobre la situación de los trabajadores de la salud en nuestro país, en particular la de los médicos y enfermeros. Son bien conocidos ya los ataques y las discriminaciones que han sufrido por hacer su trabajo. Pero, también, han sido objeto de reconocimientos y solidaridad por su valor en medio de una crisis sanitaria sin precedentes. Sin embargo, no son los únicos que realizan una labor riesgosa. Muchos otros trabajadores, en la sombra, están en o con el virus y corren exactamente el mismo peligro. No son los que curan a los pacientes, aunque su labor es crucial para que el virus no se propague. Entre ellos están los encargados de la limpieza. Hombres y mujeres que, día a día, deben entrar a los espacios donde han estado los contagiados y asegurarse de que no queden rastros de la enfermedad.
Empecé a investigar sobre los trabajadores de la limpieza hace unas semanas. Primero intenté ar a alguno en una de las clínicas más prestigiosas de Bogotá. Le pedí a un médico cercano que me ayudara a conversar con uno de los encargados de asear las salas de cuidados intensivos. Este primer intento se frustró, pues la clínica no les permite a sus empleados hablar con la prensa. Me remitieron con un funcionario encargado de la comunicación de la clínica que me ofrecía una versión de los hechos esterilizada. Gracias a la ayuda de un médico caleño logré hablar con Lady. Ella trabaja en un hospital de Cali donde, me advirtieron, la situación era complicada. La labor de esta mujer joven es asear los espacios por los que pasan los contagiados de covid-19. Cuando conversé con ella, me describió un escenario tranquilizante. Me dijo que al inicio de la pandemia había estado muy angustiada, pero que, con el paso de los días, se calmó. “En el hospital hemos tenido muy pocos casos. Yo he visto dos o tres pacientes graves que se recuperaron sin complicaciones. El trabajo ha sido duro porque, así tengamos pocos casos, toca estar atentos a que la limpieza sea más profunda”, me dijo. Hasta ahora no ha vivido situaciones extremas o de pánico, pero también ha visto la muerte. “Era una señora ya mayor. Su hijo llegó de viaje de Panamá, fue a Barranquilla y cuando volvió a Cali, él la contagió. No tuve mucho o con ella, pero fue muy triste ver al hijo cuando ella murió”, me narró con una frialdad un tanto perturbadora. Lady jamás se permitió ser emocional conmigo. Me confesó que tenía miedo a perder su trabajo si sus jefes se enteraban de que estaba hablando con un periodista.
A los pocos días de hablar con ella, un paciente de covid –que se recuperó en poco tiempo– me ó con Paola. Es una mujer de cuarenta años que trabaja en una clínica del norte de Bogotá. Es separada y tiene una hija de diecinueve años. Tiene bastante experiencia en el sector de la limpieza en consultorios, clínicas y hospitales. Desde que empezó la pandemia, su cotidianidad se vio alterada. Si bien antes tenía que ser cuidadosa con su labor, ahora tiene que tomar precauciones que jamás imaginó. Un error de su parte, cualquier descuido, significa estar entre la vida y la muerte. Debe revisar cada detalle del protocolo escrupulosamente para evitar contagiarse o contagiar a alguien de covid.
Para alguien que no ha estado en una sala de urgencias de una clínica en los últimos meses es difícil imaginar lo agotador que debe ser –física y emocionalmente– el trabajo de una persona como Paola. Todos los días debe repetir unos rituales y prepararse a conciencia. Porque justamente en la repetición minuciosa de sus acciones está el camino. Con su bata, sus guantes y su careta le cuesta trabajar, incluso moverse o respirar. Pero asume esa incomodidad con una responsabilidad que encuentro irable.
Me sorprendió, de nuevo, la serenidad de su discurso. Ella tampoco ha vivido situaciones aterradoras, aunque reconoce la gravedad de la crisis. Y, como Lady, asume su trabajo casi con devoción. Paola limpia con una determinación sin mancha. Trabaja en limpieza, desinfección y mantenimiento en la clínica hace un año. A pesar de que algunos no consideran que sea fundamental, ella cree que sí lo es. Dice que la limpieza es la clave para que el virus no se propague. Y ahí está la clave de su heroísmo cotidiano y el de sus colegas: ser impecables.
Muchas compañeras sí se han retirado de la clínica porque les dio terror contagiarse
¿Cómo se dividieron los espacios en la clínica?
Las urgencias están divididas en dos, una zona es para las emergencias y consultas de medicina general. La otra zona, solo para pacientes de covid y está marcada con una línea roja. Los pacientes que llegan con síntomas de covid van directo a tres salas independientes, donde se revisan y les hacen las pruebas. En el resto de las salas se atienden todas las otras urgencias. Desde que empezó la pandemia, en la clínica, con los primeros casos, organizaron un protocolo y un entrenamiento para estar preparados. Desde entonces lo hacemos todos los días, aunque no hemos tenido tantos casos de covid. En estos meses hemos tenido muchos casos sospechosos y otros confirmados, pero casi ninguno grave. La clínica no ha estado congestionada, las habitaciones y las UCI que montaron por suerte han estado disponibles.
¿Cómo se reparten las tareas de limpieza?
Las encargadas de limpieza en el área de covid somos las más preparadas, las que tenemos más conocimiento de cómo se realiza una desinfección. Obviamente, tenemos que estar muy bien protegidas. Antes de empezar la limpieza me preparo en una zona que ya ha sido desinfectada previamente. Ahí me lavo las manos y me pongo unos guantes de látex. Luego una bata verde, muy ajustada. Enseguida un segundo par de guantes con los que manipulo el tapabocas, las gafas, la careta y el gorro. Después viene un tercer par de guantes rojos. Ya cuando estoy lista preparo el balde con jabón y el desinfectante industrial que se llama Nutral Q. Luego pongo el jabón en un atomizador y el desinfectante en otro. El desinfectante es el que termina de matar el virus. También utilizamos unos pañitos desinfectantes con los que limpiamos todas las superficies. Se limpia de adentro hacia fuera, y luego de izquierda a derecha. Enseguida se quitan los pañitos y se pasa el jabón y se vuelve a enjuagar. Y luego se vuelve a poner el desinfectante que se deja sobre las superficies. Empezamos por el pasillo donde pasan los pacientes, trapeamos el piso en cada rincón. Luego entramos a la habitación o el cubículo donde estaba la persona. Se lavan las paredes, los pisos, los techos y los muebles, si los hay. Cambiamos las sábanas, las toallas, todo lo que hay en el cuarto. Luego limpiamos el colchón de la camilla, las almohadas. Si hay una silla, también. Luego limpiamos otra vez los baños, los pisos, los techos y las paredes.
¿No es agotadora esta preparación?
Es un protocolo que a veces es cansón, pero somos muy conscientes de que es lo que tenemos que hacer por nuestra seguridad y la seguridad de los pacientes. Es largo prepararse. A veces puede ser varias veces en un solo día y es muy difícil hacerlo cada vez.
¿Qué hacen con los desechos que han estado en o con enfermos de covid?
Todos los desechos se ponen en bolsas y canecas rojas, que son únicas para los contaminados con covid. Se ponen en doble bolsa y se sellan. Las bolsas también se asean con jabón y desinfectante.
¿Cuánto tiempo toma todo este procedimiento?
Cuando es un consultorio toma veinte minutos; tiene que ser muy rápido porque hay pacientes entrando y saliendo. Pero en habitación o en UCI toma mucho más tiempo, pues las personas pasan muchas horas ahí. La UCI es la que requiere más detalle, porque es la que está más contaminada: la desinfección puede tardar hasta tres horas. Cuando se hace la limpieza de una unidad de UCI me pongo otro traje, el mismo que utilizan los médicos en las salas de cirugía, que es de mayor seguridad. Cuando tengo ese traje no puedo salir de la UCI ni al baño, la cafetería o los otros pasillos de la clínica. Esto es para protegerme, pero también para proteger a los pacientes que están ahí y que son muy delicados.
¿Entonces se queda varias horas en la zona de los contagiados de covid?
Sí; el día en el que tengo que hacer limpieza entro a las seis de la mañana hasta las dos de la tarde. No salgo de ahí: llevo mi comida y almuerzo en la UCI. No puedo salir en toda la jornada. Tengo o directo con los contagiados durante todo el día. Son muy delicados, pero no he visto muchos casos terribles. Me parece que son más normales que los pacientes que están en la otra zona de urgencias por otras enfermedades.
¿Cómo termina su labor?
Cuando salgo de la zona contaminada, lo primero que hago es limpiar los guantes con el desinfectante, para neutralizarlos. Luego me quito la bata, con mucho cuidado, y la doblo para que quede al revés. La doblo y la neutralizo. La guardo en una bolsa roja y la marco con la zona o la habitación y con la fecha y hora. Y marco con un código dorado.
Cuando termino mi trabajo, me baño con jabón y champú, incluso me pongo alcohol en todo el cuerpo
¿Qué es un “código dorado”?
Así es como llaman en la clínica a todo lo que tiene que ver con el covid. Lo hacen para que la gente no se alarme. Todo eso se va en bolsas rojas que suben a unos carritos de la basura. Todo eso se va junto con las mangueras, los tubos, la sondas, las jeringas, todos los elementos que utilizan para los pulmones y el tórax. Se va en una ruta sanitaria, donde lo llevan a un sótano y luego lo sacan de la clínica. Luego lo incineran en otro lugar.
¿Ahí termina su jornada de trabajo?
Algunas veces me toca hacer mantenimiento de otras habitaciones donde hay pacientes que no están en urgencias. Son ocho horas de trabajo. Cuando termino mi trabajo, me baño con jabón y champú, incluso me pongo alcohol en el cuerpo. Todo para salir a la calle e irme a mi casa. Cuando llego a mi casa me vuelvo a bañar y a desinfectar. Dejo afuera la ropa con la que estuve en la calle. Tengo una hija de 19 años que no vive conmigo. Pero así viva sola, no quiero que el virus entre a mi casa.
¿Termina el día agotada?
Para nada. Soy hiperactiva y nunca me canso, menos de trabajar. Entre más cosas hago, mejor me siento. Mantener los protocolos en la clínica sí es duro. Hay unos momentos en los que me cuesta moverme y respirar. Pero nunca me voy a quejar de mi trabajo, me da felicidad.
Me contaba que se lava varias veces las manos con jabones muy fuertes y que incluso utiliza Isodine. ¿Tantos productos no le afectan la piel o el cuerpo?
Por ahora, no me ha pasado nada, ni resequedad ni heridas. Uno de pobre se acostumbra a todo, el cuerpo resiste más cosas.
Muchos médicos, enfermeros o trabajadores del sector de la salud han sido discriminados o incluso amenazados, ¿usted ha sufrido algo así?
No me ha pasado nada de eso. Pues es normal que la gente haga preguntas o incluso le dé miedo acercarse, pero nada más que eso. Han sido muy comprensivos conmigo en el barrio donde vivo, en el sur de Bogotá. Nadie me ha reclamado ni me ha amenazado. Muchas personas me hacen preguntas, pero no me han hecho comentarios malos. Nada de rechazo ni agresividad. Al contario, algunos vecinos me felicitan y me agradecen por hacer lo que hago. Se sienten orgullosos porque lo hacen pocos. A mí me gusta mucho trabajar en eso y lo hago con amor, me siento realizada como profesional. Me siento igual de importante que un médico. Además, me gusta mucho hablar con los enfermos. Llego a las habitaciones o a las UCI y les doy ánimo. Siempre les digo: “Hoy lo veo mucho mejor que ayer”. Me siento contenta si puedo ayudar a que se recuperen porque sufren mucho. Si ellos se sienten vivos, yo también me siento más viva.
Muchos de los trabajadores de la salud dicen que sienten miedo desde que empezó la pandemia, ¿usted ha sentido lo mismo?
No, para nada. Muchas compañeras sí se han retirado de la clínica porque les dio terror contagiarse. A mí no me da miedo porque estoy segura de las medidas. Hago las cosas con mucho cuidado y respeto los protocolos. Si toda la gente hace lo mismo en el país, si hacen bien su trabajo, vamos a salir rápido de esta crisis.
¿No se ha incrementado el trabajo?
Pues el trabajo siempre es duro, trabajamos mucho y no dejamos de limpiar. Sabemos que si nos descuidamos, de pronto la cosa se pone peor.
Existe el peligro del desbordamiento de las UCI, ¿qué piensa de esto?
No se habla de eso en la clínica. No mencionan nada. Yo les pregunto a los médicos y me dicen que hay que esperar. Ellos no saben nada del pico, no están seguros. Le pregunté a una de las jefes: “¿Explíqueme por qué no hay un remedio para esto?”. Y me dijo que lo único que les podían dar era retrovirales, como a los contagiados de VIH. De resto, no saben nada más.
¿Le han hecho prueba de covid?
Nos hicieron la prueba a todos los empleados de la clínica. Me han hecho la prueba dos veces y afortunadamente he salido negativa en ambas. Creo que el covid me tiene miedo.
*Hasta el 18 de junio, día de cierre de esta edición, había en Colombia 60.217 contagiados, 22.680 recuperados y 1.950 fallecidos, según el Instituto Nacional de
Salud. El sector Salud registraba 1.547 contagiados y 17 muertos. En Bogotá, la ocupación de las Unidades de Cuidados Intensivos había superado el 50 por ciento.

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