Sé que al tocar el tema de mi columna de hoy me estoy metiendo en honduras. Acepto, por lo tanto, que soy un intruso y que puedo quedar mal parado frente a los científicos que estudian el universo. A ellos, mis excusas por mi atrevimiento.
Desde los cuarteles de la Nasa se anunció en 2017 el hallazgo de siete exoplanetas –es decir, planetas que orbitan fuera del sistema solar– situados a cuarenta años luz de la Tierra y que según un cosmólogo criollo es la distancia que un transmilenio cubriría en 700.000 millones de años. Otrosí, en abril de 2019 se difundió la noticia de que más de doscientos científicos de todo el mundo se habían unido al consorcio Even Horizon Telescop para alcanzar lo que se creía imposible: fotografiar un “agujero negro”, evidenciado como un círculo negro rodeado de un halo asimétrico de colores rojo, naranja y amarillo.
Según autoridades en la materia, un agujero negro es el vestigio de una antigua estrella que se colapsó (colapso gravitacional) y en cuyo interior la gravedad es tan fuerte que la luz no puede escapar. El agujero fotografiado fue identificado como M87, con una masa equivalente a 6.500 millones la del Sol y en un radio de 18.000 millones de kilómetros. En su momento, Santiago Vargas, astrofísico del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de Colombia, declaró que la luz que llegó al radiotelescopio tardó 55 millones de años, “es decir que el reflejo salió del M87 cuando en la Tierra apenas se estaban formando las grandes cadenas de cordilleras, como el Himalaya”.
Pareciera que todo esto fuera un cuento chino, relatos de ficción. El mérito de la ciencia es, precisamente, demostrar que no es cuento, sino realidad. Bien dice el científico inglés Stephen Hawking en su libro póstumo Breves respuestas a las grandes preguntas (2018) que “la ciencia ficción de hoy es a menudo la ciencia del mañana”. El mismo Hawking anota: “Creo que el universo fue creado espontáneamente de la nada, según leyes de la ciencia”. Su tesis la sustenta en el hecho científico de que para construir el universo eran necesarios tres ingredientes, materia, energía y espacio –reducidos a dos por Einstein: energía y espacio–, “que se inventaron espontáneamente en un acontecimiento que ahora llamamos Big Bang y que dio comienzo a la expansión de la materia y con ella a la existencia del mundo entero”. ¿Será cierto que así, de manera tan sencilla, se creó el cosmos, el universo? Más simple aún fue el acto de la creación que nos describen los libros sagrados del cristianismo.
Pareciera que todo esto fuera un cuento chino, relatos de ficción. El mérito de la ciencia es, precisamente, demostrar que no es cuento, sino realidad.
Entiendo que cosmos es ese espacio fantástico, infinito, donde pululan estrellas parpadeantes, poblado de luces inciertas y que bien puede compararse con una caja de Pandora que, al abrirla, deja escapar poco a poco visiones insospechadas, que asombran a los observadores. Lo real es que estamos todavía lejos de conocer a ciencia cierta lo que imaginamos que es el llamado ‘cosmos’. Los científicos consideran que de la composición del universo solo se conoce el 5 %, lo cual es desconcertante. El resto todavía es materia y energía oscuras. Uno de los objetivos inmediatos de los buceadores de la verdad es ir tras la búsqueda de esa “materia oscura”, que ellos consideran una sustancia invisible que rodea los elementos visibles. ¿Esto no parece cosa de locos? El 1.º de julio último la misión Euclid, de la Agencia Espacial Europea, lanzó al espacio un cohete para averiguar cómo ha sido la evolución de esa materia oscura a lo largo de la historia del universo. A lo que se aspira es a elaborar un mapa tridimensional del universo.
En 1968, en su libro Recuerdos del futuro, decía el suizo Erich von Däniken: “Nunca hemos sabido tanto ni tan poco como hoy”. Pasados cincuenta años de haber sido escrito ese concepto, sigue vigente, y lo seguirá siendo por siempre. El famoso científico francés Claude Bernard sentenció: “Cuando el hombre sepa todo quedará aniquilado. Como dice Pascal, el hombre está hecho para la búsqueda de la verdad, no para su posesión”.
FERNANDO SÁNCHEZ TORRES