La nueva ministra de Salud

El sistema de salud que va a recibir Corcho no será lo que piensan algunos: un verdadero desastre.

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Sin sorpresa alguna he conocido el nombramiento de Carolina Corcho como nueva ministra de Salud y Seguridad Social. Era de sospechar, por haber formado parte de la Comisión de Empalme en el frente sanitario. Además, por ser médica, petrista de vieja data y por estar familiarizada con el trascurrir del sector. Psiquiatra egresada de la Universidad Nacional, siendo estudiante de posgrado y presidenta de la Asociación Nacional de Internos y Residentes (Anir), en 2013, formó parte de la Gran Junta Médica convocada por la Academia de Medicina para redactar un proyecto reformatorio de la Ley 100 –es decir, del Sistema de Salud–, propuesta que a la postre fue acogida por el presidente Santos y aprobada por el Congreso de la República con categoría de Ley Estatutaria (Ley 1751 de 2015).
Sin duda, la Gran Junta Médica fue la gran protagonista de la reforma de la salud. Conformada por los presidentes de las organizaciones representativas del sector médico, se dio a la tarea de seleccionar los agentes terapéuticos apropiados y extender luego la fórmula salvadora para revivir a un paciente que se hallaba en estado crítico. Además de la Academia Nacional de Medicina, participaron la Federación Médica, la Asociación de Sociedades Científicas, el Colegio Médico, la Asociación Médica Sindical (Asmedas), la Asociación de Facultades de Medicina (Ascofame) y, en calidad de invitada, la Anir.
Teniendo en cuenta lo anterior, la nueva ministra no es una recién llegada al campo de la salud. Fue copartícipe en el proceso de análisis y discusión de una ley marco que contemplara la salud como un derecho fundamental, garantizado por el Estado a través de un sistema único de seguridad social con características de universalidad y de aseguramiento estatal, con participación y control de los distintos sectores de la sociedad; que ofrece servicios regidos por una concepción integral de la salud y prestados a través de redes públicas y privadas con enfoque de atención primaria, con estabilidad financiera y trato considerado a los prestadores de los servicios, respetando la autonomía profesional de los médicos en la toma de decisiones. La implementación de todo lo anterior quedaba sujeta a la aprobación de una ley reglamentaria, que hasta ahora está en veremos y que va a ser el gran desafío para la ministra Carolina Corcho, quien, de paso, no será la primera mujer que ocupe esa cartera. Ya antes habían sido ministras las médicas María Teresa de Saade y Beatriz Londoño.
El sistema de salud que va a recibir Carolina Corcho no será lo que piensan algunos: un verdadero desastre. Es cierto que adolece de desajustes derivados, precisamente, de la falta de una adecuada reglamentación de los artículos que conforman la Ley Estatutaria. El hecho de que el sector sanitario hubiera salido bien librado frente a la hecatombe suscitada por la pandemia de covid-19 puso de presente que no era tan endeble. Todo el país fue testigo de la eficiencia con que fue tratado ese grave problema de salud pública, de aparición súbita, y que llevó al naufragio a los sistemas de salud de otros países. Desde esta columna hago un justo reconocimiento al ministro Fernando Ruiz por su meritorio desempeño en las horas azarosas que vivimos todos los colombianos.
Una de las graves fallas de nuestro sistema de salud es su situación financiera, que arrastra un déficit billonario y que el gobierno del presidente Duque no pudo subsanar, no obstante las medidas adoptadas. Mientras subsista tal defecto, es imposible esperar su correcto funcionamiento. Habrá descontento entre los prestadores de los servicios y entre quienes los reciben. Igualmente, el otro lastre es la corrupción, que también campea en los predios del sector salud y ha contribuido al desbarajuste financiero. Los focos de corrupción ya están bien identificados. A ellos hay que ir con decisión.
Con el mayor respeto, me permito sugerirle a la ministra Corcho que no olvide la reforma de la Ley 23 de 1981 (Normas de ética médica), que está desfasada, ocasionando con ello un gran desconcierto en el ejercicio correcto de nuestra profesión.
¡Buena suerte, ministra!
FERNANDO SÁNCHEZ TORRES
(Lea todas las columnas de Fernando Sánchez Torres en EL TIEMPO aquí).

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