Dos eventos sirven para ilustrar lo que parece una paradoja: rememorar en futuro.
El primero es la exposición ‘50 años después. Golpe en la memoria’, inaugurada en el Museo Histórico Nacional de Chile la semana pasada. El segundo es una conferencia internacional sobre ‘Cuatro décadas de la tercera ola de democratización en Latinoamérica’, que tendrá lugar en la Universidad Torcuato di Tella, en Buenos Aires (con posible participación virtual), en noviembre de este año.
Dos eventos de profundo sentido histórico, pero con ojos en el porvenir.
La exposición chilena marca los 50 años del golpe militar contra Salvador Allende, aquel fatídico 11 de septiembre. Siguieron los diecisiete años del régimen de Pinochet, una prolongada dictadura sin precedentes en la historia de un país con un récord democrático de escasos paralelos. Según el portal digital del Museo, la exposición tiene “el propósito de fomentar un diálogo reflexivo sobre los valores de la democracia, su quiebre y su influencia en el futuro”.
La propuesta de la conferencia invita a evaluar las experiencias con la democracia en la región en las últimas cuatro décadas –momento propicio para un balance del “desempeño de los regímenes democráticos existentes”–. Que esta conferencia se celebre en Buenos Aires no es fortuito. En diciembre se cumplirán cuarenta años de la inauguración de la presidencia de Raúl Alfonsín, con quien Argentina dejó atrás un pasado de inestabilidad política y regímenes militares.
La convocatoria a la conferencia en Buenos Aires invita a evaluar las “transiciones, consolidaciones, desconsolidaciones, erosiones (Y HASTA) muertes” de la democracia en la región.
El golpe contra Allende no inauguró la ola de militarismo que se extendió por casi todo el continente. En Brasil, los militares se habían tomado el poder en 1964 y, poco después del ascenso de Pinochet, emprendieron un proceso de apertura que dio marcha a la gradual transición allí hacia la democracia.
La presidencia de Alfonsín tampoco fue un evento inaugural –en este caso de la tercera ola democrática en la región–. Los expertos señalan otros acontecimientos anteriores que marcaron el despegue de las transiciones, en la República Dominicana o el Perú.
Ambos eventos, sin embargo, adquirieron un enorme significado de dimensiones continentales con resonancia mundial. Y aunque el uno y el otro seguían trayectorias completamente opuestas, importa examinarlos en conjunto, ya que forman parte de la misma historia.
Es preciso, además, tener en cuenta que ni el uno ni el otro fueron representativos de toda la región. Varios países escaparon de verse sometidos a las dictaduras militares que coparon el continente tras la década de 1960: México, Costa Rica, Venezuela y Colombia. Como resultado, dichos países no fueron parte de las “transiciones democráticas” de la llamada “tercera ola”. Ello no significa que no hubiesen sido ajenos a tales fenómenos, pero importa distinguir con claridad unos de otros.
Aquella “misma historia” que ata las conmemoraciones de 1973 con las de 1983, mantienen toda su relevancia. La convocatoria a la conferencia en Buenos Aires invita a evaluar las “transiciones, consolidaciones, desconsolidaciones, erosiones (Y HASTA) muertes” de la democracia en la región en las últimas décadas. Y cualquier balance que se haga debe tener siempre presente los progresos y conquistas frente al punto de partida, que el momento de 1973 simboliza como pocos.
El portal del Museo Histórico Nacional de Chile invita con su exposición a reflexionar sobre cuatro interrogantes: “¿Por qué la democracia? ¿Cómo es vivir sin ella? ¿Qué hemos hecho para recuperarla? Y ¿cómo construimos el futuro con un golpe en la memoria?”.
Atropellados por la revolución tecnológica, pocas veces ha sido tan clara la necesidad de la historia para reimaginar el futuro.
EDUARDO POSADA CARBÓ