BATH, Inglaterra — Con su uniforme de sacos de tweed, guantes blancos, jumper beige y bombines cafés, las niñeras en formación en Norland College, una de las escuelas de niñeras más antiguas y prestigiosas del mundo, marcaban figuras incongruentes en el paisaje moderno.
Incluso en su 130avo año, las estudiantes de Norland siguen siendo altamente solicitadas. Cada egresada recibe un promedio de siete ofertas de trabajo. Con sólo unos cuantos años en el campo, la mayoría también puede esperar recibir salarios superiores a los 100 mil dólares anuales, cuidando a los hijos de banqueros, de la realeza y celebridades.
El destino exacto de una recién egresada nunca se puede conocer realmente porque la confidencialidad se toma muy en serio. Mick Jagger y Roger Federer se cuentan entre las muchas figuras de alto perfil que se cree que emplearon a egresadas de Norland. El colegio no confirmó ni negó la especulación. Sin embargo, hay excepciones ocasionales a tal cautela profesional.
“Tuvimos mucha suerte de que la familia real permitiera que la niñera del Príncipe George usara el uniforme de Norland en un bautizo en el 2015, ya que nunca hubiéramos compartido información sobre un cliente”, dijo Janet Rose, directora del Norland College. “Pero eso obviamente fue publicidad para nosotras”.
Después de que se vio el uniforme en el evento real, el interés en Norland se disparó. “Nos han pedido que abramos sucursales en China, en Estados Unidos”, dijo Rose, de 59 años. “Pero siempre nos hemos negado”.
Ser tan pequeño es parte del encanto, dijo. La escuela inscribe sólo a 300 estudiantes a la vez, y su exclusividad las mantiene en alta demanda.
El pintoresco uniforme de Norland oculta las innumerables habilidades adquiridas en este curso de cuatro años: además del plan de estudios básico de cambio de pañales, costura, preparación de alimentos y horarios de sueño, las estudiantes reciben capacitación en artes marciales y técnicas de conducción evasiva. También aprenden a defenderse de posibles secuestradores y a proteger a las carreolas de los paparazzi, mientras que ex oficiales de inteligencia militar imparten métodos de ciberseguridad.
Los medios de comunicación británicos han descrito a las niñeras de Norland como “Mary Poppins cruzada con James Bond”. Esta capacitación puede parecer extrema, pero la institución insiste en que las habilidades son necesarias.
“Tuvimos una niñera que usó con éxito su entrenamiento de defensa personal en Londres cuando alguien intentó despojarla de la carreola”, dijo Dee Burn, directora de mercadotecnia de la escuela, durante un recorrido por el campus de Norland. “Y no es un incidente aislado”.
Fundado en Londres en 1892 por la pionera educativa Emily Ward, Norland fue el primer establecimiento educativo en Gran Bretaña en ofrecer capacitación formal en cuidado infantil. El concepto de escuela dedicada a la formación de niñeras fue innovador en su momento y aprovechó una necesidad. “La idea era mejorar el estatus de la niñera para convertirla en una profesión más que sólo ser una sirvienta”, dijo Katherine Holden, autora de “Nanny Knows Best: The History of the British Nanny”.
Con colegiaturas anuales de 15 mil libras, o 17 mil dólares, es más caro que las universidades típicas de Gran Bretaña, que suelen tener un tope de 9 mil libras esterlinas.
Sus instructoras son expertas en educación infantil. Rose es ex maestra y practicante de primera infancia. Si bien el programa es sorprendentemente académico, el núcleo se centra en las enseñanzas de Friedrich Fröbel, el alemán del siglo 19 conocido como el creador del “sistema de jardín de niños”, que enfatiza alcanzar al “niño singular” a través del juego.
“Sabía que quería trabajar con niños desde que era básicamente una niña”, dijo Sarah, de 21 años, estudiante de primer año de Utah. (La universidad pidió que las niñeras fueran citadas sólo por nombre de pila, para proteger su identidad). “Pensé que la única manera de hacerlo era a través de educación. Así que fui a la universidad en otro Estado para estudiar cuidado infantil”.
Sarah pronto se dio cuenta de que las aulas grandes no eran para ella. “Me encanta trabajar uno a uno, en grupos pequeños, pensando en el desarrollo completo del niño, y no sólo en el logro educativo”.
Después de graduarse, mientras buscaba trabajos de niñera, Sarah encontró a Norland. “Era todo lo que necesitaba”, dijo.
Por: SASKIA SOLOMON