JALANDHAR, India — Durante su primer viaje a la India como Primer Ministro de Canadá, en el 2018, Justin Trudeau realizó una visita al estado norteño de Punjab, donde obtuvo una lista de los hombres más buscados de India en suelo canadiense.
El asesinato este año de Hardeep Singh Nijjar, un hombre en esa lista, se ha convertido en una guerra diplomática entre India y Canadá. Trudeau afirmó el mes pasado que agentes indios habían orquestado el asesinato dentro de Canadá. India rechazó la afirmación y acusó a Canadá de ignorar sus advertencias de que extremistas sikh canadienses como Nijjar estaban conspirando para generar violencia en Punjab con la esperanza de convertir el Estado en una nación sikh separada.
Pero analistas, líderes políticos y residentes dicen que hay poco apoyo en Punjab a una causa secesionista que alcanzó su punto máximo de violencia hace décadas.
La violencia en Punjab que el Gobierno del Primer Ministro Narendra Modi atribuye a los separatistas sikh está, de hecho, relacionada principalmente con pandillas, una mezcla de extorsión, tráfico de narcóticos y ajuste de cuentas. Los autores intelectuales criminales, que a menudo operan desde el extranjero, se aprovechan de la desesperación económica en un Estado donde los agricultores están oprimidos por una creciente deuda y muchos jóvenes carecen de empleo —problemas agravados por un sentimiento de alienación política en las comunidades sikh minoritarias.
Para Modi, perseguir a un pequeño, pero ruidoso grupo de criminales en un país lejano —India había estado presionando para la extradición de 26 personas antes de la muerte de Nijjar— y la amplificación de la amenaza separatista brindan una narrativa política antes de una elección nacional el próximo año.
Esto promueve la imagen de hombre fuerte líder de Modi y ha llevado incluso a algunos de sus críticos más acérrimos a unirse a él ante la acusación canadiense.
Avivar la amenaza de Jalistán —la patria sikh en potencia— como una problemática nacional ha empujado a los 25 millones de sikhs de India a una posición difícil. Se han reabierto viejas heridas de prejuicios y se encuentran en medio de un choque diplomático.
Para el gobernante Partido Bharatiya Janata (BJP) de Modi, retratar exageradamente los riesgos de seguridad en una comunidad minoritaria conlleva poco costo, dicen los analistas.
El partido, cuyos líderes apoyan una ideología nacionalista que prioriza a la mayoría hindú sobre grupos minoritarios como los cristianos, ha tratado de cortejar a los sikhs como un electorado, viéndolos como parte de la extensa familia hindú.
Pero los sikhs se han opuesto a ese esfuerzo, considerándolo un intento por borrar su identidad singular. Los sikhs fueron una parte dominante de un movimiento de agricultores en el 2021 que le presentó a Modi el mayor desafío político de su mandato, obligándolo a hacer una rara concesión, con el Parlamento derogando leyes destinadas a abrir la agricultura a las fuerzas del mercado.
En las elecciones a la asamblea de Punjab del año pasado, el BJP sólo obtuvo 2 de 117 escaños.
“No existe un movimiento Jalistán como tal”, afirmó Surinder Singh Jodhka, profesor de sociología en la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi. “Pero existe la sensación de que de alguna manera no se nos hace justicia”.
Jalistán ha seguido siendo en gran medida un asunto de la diáspora, y los partidarios de perseguir violentamente la causa constituyen una diminuta minoría.
Jalistán fue una obsesión para algunos sikhs en países como Gran Bretaña y Estados Unidos. Canadá, con más de 770 mil sikhs, tiene la mayor población sikh fuera de India. Muchos de ellos abandonaron India durante o después de la violencia separatista, cargando heridas que alimentaron su apoyo a la causa jalistaní.
Jalistán se ha vuelto mayor tema en la política india en los últimos años. Durante las protestas de agricultores lideradas por sikhs en el 2021, los lugartenientes de Modi a menudo etiquetaron a los manifestantes como jalistaníes avivados por fuerzas externas. “Modi busca votos con esta política”, dijo Kamaljit Singh, un agricultor de Jalandhar. “Estamos atrapados en medio”.
Por: Este artículo fue escrito Suhasini Raj, Mujib Mashal y Hari Kumar