Ganar. Palabra mágica en el fútbol. Un abracadabra que convierte un tractor defensivo en un colibrí que vuela libre a 4.000 aleteos por minuto o que transforma la angustia de aguantar la respiración debajo del arco hasta quedar morado en un alivio suave y dulce de pan con miel para saciar el hambre de fútbol.
Ganar es todo. Lo único. Más en un clásico. Perdón: muchísimo más en el superclásico del fútbol colombiano y en cancha ajena: Millonarios repite hoy su hechizo de triunfo sobre Nacional, su rival más rival y en Medellín: 0-1. Misión cumplida.
Atlético Nacional vs. Millonarios. Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO
El partido no fue bueno. Fue un juego de limitaciones y errores, con poco genio y poco invento, pintado por maestros de obra, no por artistas de pincel. En el primer tiempo fue mucho más Millonarios, sin ser maravilloso. Simplemente, su mayor tiempo de trabajo hizo que fuera más claro y solvente, pues ya conoce desde hace rato el mapa de su juego. Nacional, en cambio, fue otra vez un equipo muy planito: correlón, luchador y peleador, pero con muy poco juego. Sin talento ni dientes. A los 31 minutos con el gol de Leo Castro, Millonarios demostró que sin ser una maravilla ni nada del otro mundo, podía controlar el partido y ganarlo con relativa comodidad.
Pero tras el descanso, la historia fue otra. Nacional hizo todo por empatar y Millonarios hizo todo para que lo empataran. El técnico local, Jhon Bodmer, sacó el tarro de los ideas de la alacena de suplentes y puso a Ceppelini. Al equipo no se le había caído ni media idea. Y con ganas, muchas ganas, que es lo que más tiene este Nacional, pues se fue por el empate. Es un equipo a imagen y semejanza del lateral Álvaro Angulo. Eso lo explica todo.
Nacional vs. Millonarios. Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO
Millonarios perdió el balón, se agrupó en el borde de su área, y rechazaba sin recuperar la pelota que perdía muy fácil. Así, Nacional empezó a merodear, a pisar las 18, a tirar al arco, con más fuerza que maña. Por eso entró Jefferson Duque: se puso los dientes. Pero tampoco mordió. Montero, el arquero de Millos, falló dos jugadas increíbles que salvaron sus compañeros con arco vacío. Otra vez, Ramírez, tras doble pérdida y regalo de balón de los azules en la mitad del campo, corrió 40 metros y cruzó su tiro al palo. ¡No entró de vainas!
Millonarios sufría el partido, lo aguantaba. Igual a como le ganó al América el miércoles pasado en Bogotá. De nuevo apostó todo a su defensa esperanzado en cuajar un contragolpe relámpago que solo vino a tener en la última jugada del partido, sobre el minuto 100. Otra vez Millos fue Llinás y Vargas, Arias y Alfonzo. Como Vásquez no quitaba, entró Vega para ser mancuerna de Giraldo. Y como le entraba agua por la izquierda, el técnico Alberto Gamero metió a Bertel de tapón.
Atlético Nacional vs. Millonarios. Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO
Y Nacional, que luchaba y peleaba el partido, llevo las palabras a los hechos: empujones y manotazos en una tángana luego de una entrada fuerte entre Giordana y Joan Castro. El portero Rojas poseído por la derrota y la impotencia se empujó con Montero. Ambos fueron expulsados a falta de 10 minutos de descuento.
Ganar lo es todo. Y más si es en un superclásico y de visitante. Millos, sufriendo, hizo su magia de victoria con angustia sobre un Nacional liviano, correlón y peleador... ¡en todos los sentidos!
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