¿Has escuchado decir que algún familiar o amigo sufra de ‘nervios’? Es una frase coloquial y muy común en nuestra sociedad. Pero, ¿qué significa?, ¿es común?, ¿también aplica en los niños? Por lo general, cuando hablamos en términos un poco más científicos, los ‘nervios’ se pueden referir a la ansiedad que siente el ser humano. Una sensación normal de adaptación ante situaciones que signifiquen una amenaza, o que se necesite como defensa. Puede estar acompañada por respuestas de tipo fisiológico como temblor, taquicardia y sudoración, o con pensamientos anticipatorios al futuro, indica Jaime Humberto Moreno Méndez, psicólogo de la Universidad de La Sabana con maestría en psicología con énfasis en clínica.
“El nerviosismo es un término que se usa de manera popular para describir una forma menor de angustia y ansiedad. No constituyen una enfermedad o padecimiento por sí solo”, explica Lisseth Cabarcas, neuróloga pediatra del Instituto de Ortopedia Infantil Roosevelt–, quien añade: “el sistema nervioso central se alerta y permite actuar de manera correcta ante estas situaciones”.
En este sentido, es normal que las personas sientan preocupación, temor, miedo o “nervios” ante algunas situaciones de la vida, por ejemplo: antes de una presentación en público, de una entrevista de trabajo, de un procedimiento médico, si se espera una noticia importante o si hay una situación de peligro como correr en caso de fuego o avalanchas, o como no ingresar a un callejón si está oscuro y solo.
Ahora bien, los niños también pueden ponerse ‘nerviosos’ o sentir ‘nervios’ ante situaciones que causen miedo o preocupación. El primer temor que se observa en los pequeños es la ansiedad ante la separación de los padres; es normal, adaptativo, y se da cuando el niño se ha vinculado a la figura de apego, explica el especialista.
Esto es, hay momentos en la infancia cuando los miedos o sentir “nervios” es normal –dice la neuróloga–, sobre todo si es la primera exposición ante una situación: el primer día que mamá sale a trabajar, el primer día de escuela, conocer nuevos amigos o familiares, exponerse a algunos animales, la oscuridad, presentar exámenes en la escuela, entre otros.
También -dice Cabarcas- podemos esperar que los niños en alguna etapa de la vida sientan miedo a los extraños, a la oscuridad o a los monstruos, que lloren si mamá sale a trabajar, manifiesten ansiedad si presentan un examen en la escuela, que se asusten cuando empiezan a aprender a montar en la bicicleta o patineta, o cuando se cambien de ciudad.
La mayoría de los niños aprende, con ayuda de sus padres, familiares y cuidadores “que los monstruos no existen, que mamá vuelve después de trabajar. También estudian con sus padres y sacan buenas notas en los exámenes de la escuela y aprenden a andar en bicicleta pronto”, explica la doctora.
Ante la ansiedad…
El primer paso para que los niños entiendan esta clase de situaciones es generarles confianza, y la manera de llegar a ella es siendo sensibles ante sus necesidades, intereses y gustos.
Es importante, entonces, hablarles, explicarles y demostrarles que no hay razón para temer, escucharlos y entender sus sentimientos, así como ayudarlos a alejar los pensamientos negativos. Podemos hacer uso de dibujos, libros o videos, y hacer juego de roles antes de exponerlos nuevamente a la situación, aconseja la pediatra. También son recomendables las actividades deportivas, recreativas y manuales, seleccionadas con el niño y según sus gustos para que pueda disfrutarlas.
“Hay que ayudarles a nuestros hijos a enfrentar sus miedos y aplaudir cada vez que superen un intento por vencerlo, no esconder la situación que causa nervios”, explica la doctora Lisseth. Los niños también aprenden por imitación, así que los padres deben aprender a manejar sus propias reacciones ante situaciones que les provoquen angustia.
Por otro lado, no es bueno sobreprotegerlos. Es decir, terminar haciendo cosas que los niños pueden hacer de acuerdo con sus capacidades y su nivel de desarrollo.
Otro aspecto importante, aclara Moreno, es mantener una comunicación constante con el colegio y los profesores . Esto ayudará a actuar ante casos puntuales de ansiedad o fobia.
Y, por supuesto, afirma el psicólogo, “propiciar que el niño tenga la capacidad de explorar el ambiente, de tal manera que se sienta a gusto con sus capacidades”.
El límite
Cuando los ‘nervios’ se convierten en el común denominador del día a día de los niños, debes estar atento, sobre todo cuando se vuelve una situación que interfiere con las actividades cotidianas: el desarrollo escolar, social y familiar. En ese momento es necesario que los niños sean evaluados por un médico pediatra, neurólogo infantil, psiquiatra infantil o especialista en psicología, quien te orientará a un posible diagnóstico y manejo.
Casos como estos pueden verse cuando los niños tienen que ir al jardín, pues les cuesta separarse del cuidador, se angustian demasiado ante la separación cotidiana de sus padres y en ellos aparece la necesidad de aferrarse a alguien, o existe la manifestación verbal porque algo pueda pasarles o no vuelvan a casa.
A pesar de ello, es aún más preocupante cuando se presentan regresiones en su desarrollo, como volver a mojar la cama si ya se había logrado un control de esfínteres, volver a chupar el dedo, hablar a ‘media lengua’ u otros. En esa misma línea, hay que prestar atención cuando el rendimiento en el jardín o la interacción con sus compañeros o profesores se vea interferida, cuando les cueste interactuar con sus compañeros o cuando en el juego sean muy inhibidos, temerosos, agresivos.
Hay otros síntomas más intensos: dolores de cabeza y de estómago frecuentes, manos frías y húmedas, palpitaciones, mareo, palidez, problemas alimenticios y de sueño.
La ansiedad, en este escenario -dice el psicólogo-, puede volverse fobia, de alta intensidad y con interferencia en la vida cotidiana, por ejemplo cuando duran más de un mes y la situación no cambia.
Síntomas o manifestaciones
Algunos niños muerden a otra persona, rechinan los dientes o mueven sus dedos rápidamente cuando alguna situación les genera ansiedad. ¿Esto se puede catalogar como el hecho de que un niño ‘sufra de nervios’? Para el psicólogo, podríamos estar hablando de una dificultad en el control de los impulsos. En principio, es normal porque no hay autocontrol desarrollado, que se logra más o menos hacia los 6 o 7 años de edad. En estos, casos, hay que orientarlos en sus impulsos.
La neuróloga responde que la sensación de nerviosismo puede manifestarse de diferentes maneras físicas; las mencionadas en la nota son un ejemplo. Otros niños mueven las piernas, se frotan las manos, no se quedan quietos. Otros lloran, si la situación que lo ocasiona es realmente angustiante. Si no se repiten a menudo, sin son controladas una vez los padres explican la situación y les hacen ver a los niños que no hay riesgo, puede ser una conducta normal, según la edad en que se presenten.
Otras causas
Otras situaciones que pueden generar episodios de ansiedad en los niños son:
- Cuando hay tensión en el hogar, conflictos entre los padres o dificultades en la crianza.
- Cuando imitan ansiedades o tienen temores que viven también los padres.
- Cuando ha habido sobreprotección por parte de los padres o separaciones.
- Cabe aclarar que en las situaciones de ansiedad también influyen factores genéticos, de temperamento y de la crianza, del ambiente o de experiencias traumáticas. De eso depende qué tanto un niño pueda expresar temores.