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Por qué la frustración no es del todo mala para tu hijo

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Un niño frustrado externa por doquier este sentimiento negativo, por ello los especialistas recomiendan que este sea controlado con inmediatez, dado que el llanto desmesurado y el estrés solo hacen que el estado emocional del menor empeore en el futuro. La psiquiatra Margarita Mendoza Burgos expresa: “La frustración negativa es aquella que proviene de un niño al que se le da todo lo que desea en exceso, es decir que está acostumbrado a pedir y automáticamente recibir... y ¿cuándo no se le da? Algo muy malo pasa”.
Sin embargo, hay frustraciones que tienen un aprendizaje. Según Burgos, un ejemplo de esto es cuando el niño llora porque no se le da la pacha. “Si la madre sabe que su hijo ya comió, no le dará o dejará la pacha en la boca solamente para consolarlo, sino que lo dejará llorar un rato, pero no cumplirá el capricho. El niño se frustra, pero es una frustración positiva, pues aprenderá a saciarse y no llorar por gusto”.
Es aquí donde surge la gran pregunta de muchos padres: ¿debo dejar que mis hijos se frustren? Definitivamente, sí. Es parte del proceso para una maduración y autocontrol adecuados. Sin embargo, hay que saber controlarlo a tiempo.
“Si al niño no se le frustra de forma adecuada para hacer el proceso de control y maduración, irá creciendo con dificultades de relación, pues siempre querrá ‘ser el primero en cola’ o tener ‘la atención de la profesora’” dijo Burgos. Asimismo, la psiquiatra añadió que en muchas ocasiones si esto no se controla, el menor tendrá dificultades de control y se volverá ansioso, llorón y difícil de complacer. “Como consecuencia, al hacerse grande, no dura en los trabajos, ni en los estudios, pues cada vez que no se le dé lo que desea, probablemente, abandonará la batalla”.
Autocontrol
La especialista señala que los primeros cinco años de vida del menor son fundamentales para el desarrollo del autocontrol.
Pero ¿quiénes son los culpables la tanta frustración? Burgos señala que en un inicio son los padres y todo aquel que desee consentirles y cumplirles caprichos, “entre ellos están incluidos las empleadas domésticas, abuelitos, familiares o amigos que, aunque bien intencionados, no dejan de dar problemas”. Por ello, señala que todo debe tener un límite específico
“Es importante que los padres sepan que aunque sus hijos u otras personas les digan ‘ogros u ogras’ es necesario que enseñe a sus hijos control, frustrándolo sanamente”, indicó.
Según Penélope Leach, psicóloga infantil y autora de varios libros sobre crianza, entre ellos destacan: la frustración provocada por los adultos, por otros niños, por los objetos y por la edad o el tamaño.
El primero se refiere a que los adultos, y en mayor medida los padres, pueden frustrar a un niño muy fácilmente impidiéndole hacer aquellas cosas que consideran que no están bien o no deberían hacer.
Leach señala en su reseña que los niños, por su propia inmadurez, no son capaces de tolerar demasiada frustración. Un niño constantemente presionado, tiranizado y controlado se siente cercado, sin libertad para actuar, y se pondrá a la defensiva reaccionando con malas conductas. Sin embargo, pequeñas dosis de frustración les hacen crecer. De ahí nace el pensamiento de que todo tiene un límite.
A su vez, según señala la especialista, es necesario que los adultos comprendan que la frustración causada por los niños pequeños se da porque ellos todavía son incapaces de ponerse en el lugar del otro. “Un niño no le quita los juguetes a otro por maldad, sino porque le interesa el juguete y es incapaz de entender los sentimientos del otro niño. El más dominante se quedará con el juguete y el otro niño se pondrá a llorar”.

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