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Fragilidad, soledad y depresión pueden llevar al suicidio

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Para nadie es un secreto que los índices de suicidio han aumentado significativamente en los últimos años. Pero, no son solamente las cifras las que asombran a los investigadores; sino, las edades de los suicidas, pues ya se han presentado casos de niños de 6 y 7 años.
Miguel de Zubiría Samper, sicólogo y director de la Fundación Alberto Merani, explica que una persona opta por el suicidio como una solución, porque es absolutamente inepto para sortear sus problemas. Entonces, vale la pena preguntarse, ¿qué es lo que ha hecho a un suicida incapaz enfrentar el devenir de la vida misma del ser humano, que, por supuesto, nunca es perfecta y se caracteriza por tener siempre y en alguna medida dificultades, frustraciones o carencias?
En el más reciente libro de Zubiría, 'Cómo prevenir la soledad, la depresión y el suicidio en niños y jóvenes', él expone una hipótesis de respuesta a esta pregunta. “Creo, y subrayo el ‘creo’, que el problema de fondo puede rastrearse desde 1945, inmediatamente concluye la II Guerra Mundial, porque los padres comenzaron a seguir una filosofía de amor a los hijos. Se dan cuenta de que han sido represivos, autoritarios, han castigado a los niños y les han exigido como si fueran adultos.
Entonces, consideran que eso tiene que cambiar y, claro, a esa idea se le unen los marxistas, los psicoanalistas, los hippies, y todos creímos que la mejor manera de educación era la que estaba basada en ser cariñoso, cuidarlo, que no pase hambre, que no pase frío, que no se burlen de él en el colegio, que no pierda las materias, en fin”.
Esto significa que estamos actualmente ante unas generaciones de jóvenes y niños que en la casa los abrazan, los besan y los protegen, pero al llegar al colegio, los profesores les imparten disciplina, los compañeros les pegan, pierden a los amigos y a las parejas y experimentan el egoísmo, los celos y las infidelidades.
Según el sicólogo, lo que en realidad hicieron los padres fue: “dibujarles a sus niños un mundo totalmente irreal, una película de Disney, de príncipes azules y princesas rosaditas, mágico, fantasioso y repleto de amor; por eso, cuando esas personas salen al mundo real, se encuentran a sí mismas sin ninguna protección. Lo cual se puede resumir en una sola palabra, fragilidad. Para mí, esta es la primera causa del suicidio, porque son como botellas de cristal que se rompen con cualquier pequeño viento”.
En ese sentido, Zubiría afirma que la única solución para evitar o contrarrestar ese estado de indefensión emocional es haciendo que los padres vuelvan a ser severos, exigentes y estrictos con el cumplimiento de deberes, pues en esas condiciones es que se forja y fortalece la personalidad.
Para Zubiría, la segunda causa de esta epidemia de suicidio es la soledad. En ese sentido, comenta que después de haber trabajado durante 25 años el tema de la inteligencia, empezaron a aparecer evidencias claras y contundentes de que la diferencia fundamental entre un ser humano mediocre y uno brillante, capaz, creativo e ingenioso no son las capacidades intelectuales, sino sus vocaciones, motivaciones, intereses y afectos.
“Actualmente, cuando uno va por la calle o está en lugares públicos, ve grupos de personas solas, a individuos aislados y no solo los ve, sino que siente seria y fuertemente la soledad de la gente. Entonces, teniendo en cuenta que aquello que le da sentido a la vida son los afectos, la soledad empieza a volverse algo crítico porque no hay aliados, amigos, familiares que peguen y anclen al mundo a la gente que siente absoluta soledad”, sostiene Zubiría.
El sicólogo agrega que la soledad se convirtió en un problema vital y masivo en 1770, cuando comenzó la Revolución industrial en Inglaterra, puesto que las empresas necesitaron gente joven que trabajara y manejara las máquinas, por eso, hubo una importante migración del campo a las ciudades.
Con ello, la comunidad familiar empezó a derrumbarse y los niños ya no convivían estrechamente con abuelos, tíos y primos, sino que la familia comenzó a ser nuclear; es decir, constituida solamente por papá, mamá e hijos. Esto implica, que sin todos esos , los niños ya no tienen muchas personas de quienes aprender a jugar, compartir e interactuar con los demás.
“Las consecuencias de esto es que hoy tenemos niños que saben desde muy pequeños operaciones matemáticas, ciencias y miles de cosas más, pero realmente no saben saludar, escuchar a los demás, respetar a los mayores y otra cantidad de aprendizajes, sin los que se convierten cada vez más en seres ineptos a nivel interpersonal. En términos prácticos, son personas incapaces de establecer relaciones de amistad y de afecto”, sostiene el sicólogo.
Ahora bien, la manera como Zubiría propone combatir la soledad es implementando una materia obligatoria en los colegios que se llame Desarrollo afectivo, en la cual los estudiantes tendrían que aprender a saludar, dirigir la palabra, agradecer, entender qué significa ser novio, esposo, amante, padres, entre muchos otros aspectos y roles.
Aunque, esta propuesta ya se la hicieron al Ministerio de Educación, argumentando su necesidad, allí consideraron que sí es importante, pero que es algo que deben enseñar todos los profesores, o sea que no debe haber una materia como tal.
La tercera y última causa del suicidio, según Zubiría, es la depresión. Para entenderla, es necesario partir de la felicidad, la cual define como “un estado de bienestar estable y permanente —que es completamente distinto de estar alegre, contento o emocionado— con los otros, conmigo mismo y con el mundo.
El bienestar con los otros significa que la persona tiene una buena relación con personas específicas: padre, esposa, jefe, hermano, amigo, etc. El intrapersonal se explica como el hecho de sentirse bien con lo que cada uno es, hace, está logrando, con las metas, ilusiones y sueños.
Finalmente, el aspecto relacionado con el bienestar en relación con el mundo depende de cada momento de la vida: en la infancia es la familia, en la segunda infancia es la familia y el colegio, en la adolescencia son los grupos, en el final de la adolescencia es la vida íntima, sexual y de pareja y en la adultez es la nueva familia y el trabajo. 
De esta manera, cuando alguno de estos aspectos de la felicidad falla o está ausente, se empieza a producir la depresión. “El cerebro deja de producir dos sustancias químicas: dopamina, es el neurotransmisor de la expectativa positiva, y serotonina, que produce un estado de gran satisfacción —dice Zubiría— cuando esta última empieza a bajar aparece el fenómeno de la depresión y para atacarlo se le inyecta a la persona serotonina.
Lo malo es que no nos hemos dado cuenta de que en vez de inyectársela, hemos debido evitar formarlo como un ser frágil, aislado e incapaz de buscar la felicidad para que él mismo hubiera aprendido a obtener la serotonina de su cerebro”.
Por Melissa Serrato RamírezRedactora ABC del Bebé

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