Llanto, irritabilidad, movimientos fuertes, agresividad, insomnio y miedo son algunas de las manifestaciones de un niño que ha sido expuesto a constantes situaciones de estrés.
Un pequeño se estresa por la ausencia de su madre, pues desde su nacimiento está expuesto a situaciones en las cuales no se ven suplidas sus necesidades, generándose comportamientos y respuestas negativas, pero, en algunos casos, necesarias, pues como dice Paula Bernal, sicóloga especializada en desarrollo infantil, “no se trata de tener una vida libre de estrés. El estrés es necesario e importante para el crecimiento de las personas, sólo que debe ser en cantidades moderadas y de fuentes sanas”.
Pero, ¿cuáles son esas fuentes sanas de estrés?
La primera es la separación diaria de la mamá, que se presenta cuando ella va a trabajar o deja al pequeño en el jardín, despertando en él un sentimiento de abandono. Por lo general, la madre termina escondiéndose y no se despide del niño para evitar el llanto en él, pero aumenta su estrés.
Sáquele provecho educativo y de crecimiento a esta situación; la especialista recomienda siempre despedirse del niño, y hablar con él, diciéndole: “yo te quiero con todo mi corazón, sé que es difícil ver que yo me vaya, pero siempre regresaré a recogerte”, eso le da tranquilidad y seguridad.
Otra fuente de estrés es la transición, todo lo que implique un cambio en su rutina diaria, como, por ejemplo, suspender una actividad como el juego para comer, irse a bañar, entre otras. En estos casos, el niño puede manifestar molestia, pero es importante no detener la acción para evitar su agravio, pues él necesita acostumbrarse a estas alteraciones.
Eventualmente las mamás creen que por su condición de madres, desde que nace el bebé, ellas ya lo conocen y saben interpretar sus comportamientos, y no es así. Esto lleva algún tiempo mientras los dos se regulan mutuamente, pero hay que aclarar la dificultad de muchas mujeres en este proceso.
Entonces, no entender las manifestaciones de estrés del bebé, como cuando él contonea la espalda, mueve rápidamente los brazos, da pataditas fuertes con rabia o frunce el seño, lo cual es muestra de una molestia, hace que siempre se espere el llanto y se empiece a adivinar la necesidad del niño.
Lo anterior indica que en la medida en que la mamá se sintonice con el recién nacido y aprenda a interpretar sus señales, el estrés disminuye. La entrada al jardín o colegio, el nacimiento de un hermanito, el cambio de nana y enseñarles el hábito del sueño, son otros elementos que generan estrés sano, el cual, con un manejo adecuado, enmarcado por el amor, el diálogo y la verdad, hace que los niños crezcan y aprendan a manejar ciertas situaciones que serán útiles para su vida adulta.
¿Cuándo no es sano?
Un conflicto entre los padres, en el cual se presentan peleas frente a los niños y hay silencios prolongados, genera un estrés poco sano para los menores. Así mismo, la muerte de un ser querido, un divorcio, el maltrato o abuso por parte de algún adulto e inconvenientes graves en el colegio o jardín son estresores que generan problemas mayores en los pequeños que lo padecen.
Aquí aparecen consecuencias graves, como insomnio, agresividad, retraimiento, llanto, irritabilidad, fobias, puede que el niño se orine o tenga fugas de materia fecal cuando ya ha aprendido a retener, y, en casos extremos, los pequeños padecen ansiedad o depresión. Pero lo peor es que si no se controla en el momento, la persona se encontrará con problemas de adaptación en su vida adulta.
Paula Bernal manifiesta que “no siempre la situación se sale de las manos cuando se relaciona a las respuestas del niño, sino también a qué tanto el padre de familia lo tolera, pues si éste se siente desesperado y todos los días siente ganas de no responder amorosamente al menor y de pronto lo maltrata, debe visitar a un profesional, quien le dará pautas de crianza y le enseñará a manejar los agentes generadores de etrés que afectan al pequeño”.
¿Cómo manejar las situaciones difíciles?
Con los niños mayores de 3 años funciona la lectura de libros sobre realidades difíciles que se están presentando. Muchos padres no encuentran las palabras y la forma de explicarles a los niños situaciones complicadas y terminan incrementando el nivel de estrés. Por eso, recurrir a textos de expertos, quienes conocen el comportamiento de los niños, hará que ellos interpreten y entiendan mejor por qué ocurren las cosas. Así, es primordial que los padres reflexionen con sus hijos y les expliquen las problemáticas en un lenguaje sencillo y breve, sin entrar en detalles.
Debido a que los pequeños se pueden estresar más que un adulto porque no entienden completamente la realidad, sino que la interpretan, en muchas oportunidades ellos se sienten culpables de las situaciones presentes en su familia. Por ejemplo, si los papás deciden divorciarse, él cree que esto se da porque armó una pataleta la semana pasada o porque no se dejó lavar los dientes. Entonces, aquí lo primordial es quitar el sentimiento de culpa del menor y para eso es necesario hablarle en sus términos, y eso se aprende leyendo sobre desarrollo infantil o pidiendo asesoría a un profesional.
Por Crhistian Quiroga
Especial para ABC del bebé