Los padres son los principales responsables de transmitir a sus hijos el gusto por los libros.
“Leer ficción nos permite escaparnos de esta realidad. En ocasiones, los niños también necesitan salirse de su tiempo presente, visitar lugares maravillosos con su imaginación y olvidarse de las tareas del colegio”, dice Keiko Kasza, autora e ilustradora japonesa de libros infantiles, que visitó Colombia en la pasada Feria del Libro.
Para hacerlo, necesitan la ayuda de los adultos. Ellos son los encargados de permitirles dar un vistazo por la cerradura de la puerta que les da la bienvenida al mundo de las letras, pues actualmente la televisión y el Internet les son accesibles sólo oprimiendo un botón o dando un clic. Con la literatura, en cambio, es necesario que los rodeen de libros aptos para sus edades y que les lean.
En ese sentido, “lo más importante es crear una relación afectiva con los libros desde la infancia. Desde el mismo momento en que son bebés hay que contarles cuentos y leerles; así se genera un acercamiento a ellos”, comenta María Isabel Guerrero, sicóloga infantil.
Cuando los padres toman en sus manos un libro infantil y disponen el ambiente propicio para leerles a sus hijos, obtienen un beneficio en doble vía. Por un lado, fortalecen el vínculo afectivo, pues para el niño este no será un momento más del día, sino que estará relacionado con el cariño y la compañía de sus progenitores. Por otro, las palabras con las cuales los padres narran las historias le permiten al niño encantarse con historias y personajes fascinantes y, a su vez, familiarizarse con su cotidianidad. “Al niño se le cuenta la historia con sonidos y con las manos. La música es un vehículo para llevarlos a los libros”, dice Martha Arango, coordinadora de la sala infantil de la Biblioteca Pública El Tunal.
Los beneficios de la lectura
De hecho, un estudio efectuado por el Grupo de Investigación, Cognición y Lenguaje en la Infancia de la Universidad Nacional de Colombia y financiado por Fundalectura, que buscaba evaluar los efectos logrados con la estrategia ‘Los bebés sí pueden leer’, del programa Leer en Familia, de Fundalectura, demostró que los bebés cuyos padres les leen de forma continua obtienen importantes beneficios, entre ellos: muestran mayor gusto e interés por la lectura, participan activamente en el proceso, observan con atención sostenida, señalan las ilustraciones del libro, pronuncian sílabas con más frecuencia, aprenden a disfrutar los libros y sus historias y, a medida que crecen, sienten mayor motivación por verbalizar y comunicarse con el adulto. Así mismo, desean agarrar y observar el texto sin la presencia de este y expresan alegría cuando tienen o con el libro.
Los padres, por su parte, se relacionan mejor con su bebé, se muestran más sensibles a sus señalamientos y son más seguros creando historias alrededor de una ilustración. De igual forma, introducen nuevas prácticas de lectura en el hogar.
Qué y cómo leer
Fundalectura, en la cartilla ‘Leamos con nuestros hijos’, aconseja según la edad: De 0 a 6 meses. Libros de rimas y nanas, que combinan canciones e imágenes. Se le debe cantar, jugar con su cuerpo, alzar, conversar y leerle en voz alta.
De 7 a 12 meses. Libros de cartón, tela, plástico; libros sin palabras, con relatos cortos de ficción o sobre experiencias (como visitar a los abuelos), con textos rimados o versos. Hay que jugar con su cuerpo, nombrarle aquello que se le señala, poner libros a su alcance, jugar con él a descubrir objetos y leerle cuando él lo pida, respetando su libertad de movimiento.
De 1 a 2 años. Libros para predecir qué pasará, textos informativos y de historias con ilustraciones. Se les habla sobre las cosas que hacen con sus padres y se les señala lo que se nombra.
De 3 a 5 años. Libros de letras, de números, con rondas, fábulas, relatos de la vida cotidiana, etc. Se juega a dramatizar situaciones de los cuentos y se conversa con él sobre lo que se lee, entre otros.
La importancia de las ilustraciones en los libros infantiles
Keiko Kasza, autora e ilustradora japonesa de libros infantiles, cuenta que para crear las historias de sus libros se vale de los recuerdos de su infancia. “Evoco lo que me hacía sentir feliz o triste, procuro pensar como un niño y buscar en mi mente las imágenes más representativas de los temas sobre los que escribo. También los objetos, los animales y los personajes que pueden ser interesantes o llamativos para los pequeños. Así, las ilustraciones enriquecen la historia, no son redundantes con el texto y le dan al niño más elementos de reflexión”.
En ese sentido, Yolanda Reyes, directora de Espantapájaros Taller y de la Colección Nidos para la lectura, reafirma: “La ilustración es un lenguaje tan válido como el texto”.