La crianza basada en la cercanía de los padres favorece la seguridad del
niño, su salud mental y emocional, y las conexiones neuronales del cerebro.
La crianza lleva unos cuantos años, a través de los cuales los vemos crecer y hacerse independientes. El apego no solamente es una teoría proveniente de la biología. donde las crías necesitan de sus madres, estar cerca de ellas y recibir su protección hasta la posibilidad de valerse por sí mismos. Es también una teoría que ha tomado fuerza dentro de las diferentes escuelas de la psicología de primera infancia y que hace referencia a un estilo particular de
crianza que aboga por la felicidad de los niños y por la prevención en salud mental de los adultos.
El
apego es fundamentalmente la forma como los padres no imponemos la independencia a nuestros hijos, sino escuchamos su ritmo natural y propio a través del cual va “soltando la cuerda” y empieza a valerse por sí mismo.
La lactancia, en los primeros meses de vida, es la forma natural y oportuna a través de la cual el bebé necesita estar cerca de su madre, no solo para alimentarse sino para recibir su calor, su compañía y su manera muy particular de ser mamá. Un ejemplo maravilloso de ello lo da la “Madre Canguro”, programa que tuvo sus orígenes en Colombia y que ahora valida a nivel mundial la importancia física y psicológica de la cercanía de la mamá y el bebé, no solo en caso de
niños prematuros, sino en todos los recién nacidos.
La lactancia prolongada asegura de esta manera el cuidado y los lazos necesarios para que el bebé se desarrolle física, neurológica y psicológicamente.
La neurología ha demostrado en los últimos años que el apego o, en otras palabras, la crianza basada en la cercanía a los padres favorece el número y la calidad de las conexiones neuronales que estructuran el aparato psíquico a nivel de pensamiento, conocimiento y emociones.
Psicológicamente, un bebé que durante el mayor tiempo posible pasa tiempo cerca a sus padres, es un niño que responderá con menos ansiedad a las separaciones normales del futuro, como el ingreso al jardín infantil, al colegio, etc. Cuando un bebé es forzado a estar largas horas lejos de su madre (o de su cuidador principal) a cargo de diferentes cuidadores, puede generarse en él una estructura básica de inseguridad y temor.
En este sentido, la naturaleza ha diseñado la lactancia como un medio natural para “obligar” a la mamá y al bebé a estar juntos, por lo menos por los seis primeros meses e idealmente por los dos primeros años de vida.
Cada niño nos mostrará paulatinamente los diferentes momentos en que está preparado para dejarnos y empezar su camino a la independencia. En este sentido, el apego también proporciona los elementos para respetar y promover la independencia solo cuando los bebés y niños pequeños están preparados para ella.
Estudios longitudinales en Europa y Estados Unidos han demostrado que diferentes manifestaciones de la crianza basada en el
apego promueven la seguridad, la tranquilidad, la facilidad para adquirir nuevos conocimientos y la autoestima en niños y adolescentes, asegurando de esta forma adultos sanos, responsables, autónomos y felices. No es entonces casualidad que muchos países invierten en la primera infancia a través de licencias prolongadas de maternidad y paternidad cuando nace un bebé y de la trascendencia que ello tiene para en el futuro forjar ciudadanos sanos y felices.
* Sicóloga sicoterapeuta especialista en primera infancia.